"Erradicar
la pobreza, la pragmática del nuevo Capitalismo verde ",
Analicemos los desafíos
globales relacionados con la pobreza, la desigualdad y el cambio climático,
basándonos en un informe reciente del Banco Mundial.
El informe destaca que
la pobreza afecta actualmente a casi la mitad de la población mundial, definida
como vivir con menos de 6,85 dólares al día. En cuanto a la pobreza extrema, el
documento señala que alrededor de 700 millones de personas viven con menos de
2,15 dólares diarios, y a pesar de los esfuerzos internacionales, es improbable
que el objetivo de erradicarla para 2030 sea alcanzado.
El informe muestra
claramente la interrelación entre las diferentes crisis globales: la pobreza,
la desigualdad y el cambio climático. Estas problemáticas no pueden abordarse
de manera aislada, ya que las soluciones en un área pueden generar retrocesos
en otra si no se actúa de forma integral. El informe enfatiza que, para
alcanzar el progreso en la erradicación de la pobreza, es imprescindible una
mayor cooperación internacional, mayores inversiones en desarrollo y un enfoque
coordinado que equilibre los objetivos de crecimiento económico con la
protección del medio ambiente.
El documento recalca
que la pobreza sigue concentrándose en países de bajos ingresos, especialmente
en África subsahariana, donde el crecimiento económico ha sido históricamente
bajo y los niveles de inestabilidad son altos. Los desastres climáticos también
afectan de manera desproporcionada a las regiones más vulnerables.
El informe propone que
el crecimiento económico debe ser más inclusivo y sostenible. Un desarrollo que
contemple tanto la creación de empleo como la reducción de emisiones de carbono
es clave para enfrentar simultáneamente los problemas de pobreza y medio
ambiente. Asimismo, se destacan las sinergias entre políticas para combatir la
contaminación, mejorar la educación y la salud, y fomentar el uso de
tecnologías respetuosas con el medio ambiente, que podrían ayudar a reducir la
pobreza y mejorar la prosperidad.
En cuanto a la
desigualdad, el informe subraya que sigue habiendo disparidades importantes en
América Latina y África, donde 1.700 millones de personas viven en países con
altos niveles de desigualdad. Esta falta de movilidad socioeconómica frena las
oportunidades de crecimiento inclusivo.
Para lograr avances
sostenibles, el Banco Mundial recomienda una transición hacia una economía
verde que no se realice a expensas de las personas más vulnerables, destacando
que las inversiones en tecnología y en la reducción de las emisiones deben ser
una prioridad en los países desarrollados, mientras que los países en
desarrollo deberían centrarse en fortalecer sus infraestructuras y capital
humano.
El Banco Mundial
sugiere una transición hacia una economía verde que logre un equilibrio entre
el desarrollo económico y la sostenibilidad ambiental, sin perjudicar a las
personas más vulnerables. La propuesta se basa en la necesidad de enfrentar
simultáneamente la pobreza, el cambio climático y la desigualdad, reconociendo
que el enfoque debe variar según el nivel de desarrollo de los países.
La prioridad será en los
países desarrollados: inversiones en tecnología y reducción de emisiones. Los
países desarrollados, al ser responsables de gran parte de las emisiones
históricas de gases de efecto invernadero, tienen el deber de liderar los
esfuerzos para mitigar el cambio climático. El Banco Mundial sugiere que estos
países deben priorizar las inversiones en tecnologías limpias y renovables,
como la energía solar, eólica, y las innovaciones en eficiencia energética. La
implementación de estas tecnologías no solo reduce las emisiones de carbono,
sino que genera nuevos sectores económicos y empleos verdes, facilitando una
transición justa y sostenible.
Las ventajas, serán reducción
del impacto climático, ayudando a evitar desastres ambientales que afectan a
nivel global; Creación de empleos en el sector tecnológico y energético verde,
impulsando la economía; y el posicionamiento de los países desarrollados como
líderes en innovación tecnológica y sostenibilidad.
Respecto a la valoración,
estas inversiones son cruciales porque atacan el problema desde su origen, es
decir, las emisiones de las economías altamente industrializadas. Además,
promueven un modelo de crecimiento más sostenible que, en el largo plazo,
resulta económicamente beneficioso al evitar los costos asociados a los daños
por el cambio climático. Este enfoque evita imponer el costo de la transición a
las personas más vulnerables, quienes ya sufren las peores consecuencias del
cambio climático.
El enfoque en los
países en desarrollo:, buscaran el fortalecimiento de infraestructuras y
capital humano. En contraste, los países en desarrollo, que en su mayoría
emiten mucho menos carbono per cápita, enfrentan un doble desafío: deben
reducir la pobreza mientras construyen resiliencia ante el cambio climático. El
Banco Mundial sugiere que estos países deben centrarse en el desarrollo de
infraestructuras sostenibles (como sistemas de transporte público ecológico,
energía renovable y acceso a agua limpia) y en la mejora del capital humano a
través de la educación y la salud. Esto permitirá no solo mejorar las condiciones
de vida, sino también crear una base sólida para un crecimiento económico más
inclusivo y resistente a crisis futuras.
Las ventajas pueden ser
mejorar infraestructuras y el capital humano aumenta la resiliencia económica y
social frente a crisis externas (económicas, climáticas o sanitarias).Facilita
una mejor adaptación al cambio climático, mediante infraestructuras que
protejan a las poblaciones más vulnerables. Inversión en educación y salud, que
son esenciales para el desarrollo sostenible y para aumentar la productividad a
largo plazo.
Este enfoque tiene un
valor estratégico, porque los países en desarrollo necesitan primero fortalecer
sus cimientos internos para poder afrontar los desafíos de un crecimiento
verde. Sin mejorar la infraestructura básica y el capital humano, la adopción
de tecnologías avanzadas o de bajas emisiones podría ser ineficaz o incluso
contraproducente. Esto permite que las economías emergentes sigan creciendo sin
aumentar significativamente su huella ambiental.
Respecto al carácter
ideológico, este planteamiento se enmarca en una ideología del desarrollo
sostenible, que busca reconciliar el crecimiento económico con la equidad
social y la sostenibilidad ambiental. El Banco Mundial, al hacer esta
recomendación, está promoviendo un enfoque pragmático y tecnocrático que trata
de armonizar objetivos a menudo contradictorios: crecimiento económico,
justicia social y preservación del medio ambiente. Algunos aspectos ideológicos
claves son:
Desarrollo inclusivo y
sostenible: La propuesta está claramente alineada con la ideología de la
justicia social, al enfatizar que las transiciones económicas no deben generar
nuevos grupos de excluidos ni agravar la desigualdad. Esto refleja un
compromiso con un desarrollo inclusivo, donde la lucha contra la pobreza y la
inequidad es un eje fundamental.
Como responsabilidad
diferenciada, la idea de que los países desarrollados deben asumir la mayor
carga en la reducción de emisiones está en consonancia con los principios del "responsabilidad
común pero diferenciada", surgidos en los debates sobre el cambio
climático. Según este principio, aunque todos los países deben contribuir a la
solución del problema climático, las naciones ricas, que han contribuido más a
las emisiones históricas, deben hacer un mayor esfuerzo.
Reordenación del Capitalismo
“verde”, así la idea de que los avances tecnológicos y las inversiones en
sectores verdes pueden impulsar el crecimiento económico sin dañar el medio
ambiente refleja un enfoque de capitalismo verde. Como por ejemplo las aspas de
los molinos de viento que matan y destruyen la aves y sus rutas, y a todo ello
manifestar que existen molinos de viento sin aspas, pero no parece que les
interesen tanto. En lugar de rechazar el crecimiento o el sistema capitalista,
esta ideología busca adaptarlo a las nuevas realidades ecológicas. La
tecnología es vista como una solución que puede generar un "win-win",
al crear empleos y reducir las emisiones.
El Pragmatismo
institucional, donde el Banco Mundial adopta un enfoque pragmático e institucionalista,
que se centra en soluciones técnicas y económicas a los problemas globales. No
aboga por cambios radicales al sistema, sino por ajustes dentro del marco
existente. La recomendación de fortalecer infraestructuras y capital humano en
países en desarrollo es una manifestación de este pragmatismo, priorizando
soluciones que sean factibles y aplicables en contextos con recursos limitados.
Las recomendaciones del
Banco Mundial están alineadas con una visión de desarrollo que reconoce la
complejidad de las interacciones entre pobreza, desigualdad y cambio climático.
La propuesta de una transición hacia una economía verde, con un enfoque
diferenciado entre países desarrollados y en desarrollo, es tanto una
estrategia para reducir la pobreza como una respuesta a los retos del siglo
XXI. Las ventajas de esta aproximación residen en su potencial para generar
crecimiento económico sostenible sin agravar las condiciones de vulnerabilidad
existentes, aunque su éxito dependerá de la cooperación internacional y la
implementación eficaz de políticas a largo plazo.
En resumen, la erradicación
de la pobreza, según el Banco Mundial, mucha paciencia ya que requerirá un
enfoque multidimensional y colaborativo, que considere no solo el crecimiento
económico, sino también las implicaciones ambientales y sociales.