¿Existen los colores
en la Luna?
La esencia de las ilustraciones,
infografías y animaciones visuales, que son presentadas a lo largo de la
historia contemporánea a la humanidad, mentalmente nos hacen pensar que no; si
bien también los enfoques instantáneos o panorámicos siempre contempla un finito
lunar, delimitando el suelo como si se tratase de una catarata de polvo que se enfocase
en un abismo de universo. Son imágenes evanescentes, inspirada en las entidades
finitas que capta el hombre.
La impresión visual que genera primariamente
estas observaciones en los fotorreceptores de la retina, alimentan la
conciencia de un asimetría inocultable entre las esferas de la materia y de la
mente, alimentando una reflexión filosófica desde sus albores más lejanos.
Siempre remitiéndonos a una dualidad fundamental, entre el mundo de la materia,
de lo que conocemos como natural, de lo tangible, de lo sensible, de lo
empírico y ese arcano cosmos, circunscrito a la mente, a las ideas, a las
intuiciones, a los propósitos, al <yo> . (res cogitans /res extensa).
Este carácter de omnisciencia
entraña un límite cognoscitivo, una asíntota hacia una supuesta autonomía
divina que no se encontraría condicionada por el pasado, presente o futuro.
Saber más sobre el universo, no
tiene porque condenarnos a convertirnos en meros autómatas, vaciados de vida
interior y de deber moral. El anhelo humano de nuestra existencia individual
pide que se amplíe la esfera de nuestra autonomía y conocimiento, y así
podernos sentir libres en sitios con los que nunca habíamos soñado.
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