Encadenados
a la Ideología.
(Todas
las segundas partes fueron malas)
En un mundo perfecto,
ajeno a utopías llamadas nuevas realidades, estaríamos rodeados de personas
excepcionalmente amables, atentas y educadas, detalle que argumentaría
cualquier persona sensata ajena a los prejuicios que están siendo establecidos. Si estas circunstancias
se produjeran es muy probable que entendiéramos a los demás con media palabra, y
es casi seguro que estaríamos encantados con las ideas del otro.
Probablemente participaríamos
en anticipación de una nueva reunión, pero por desgracia, en la vida y en este panorama de
una España deficientemente calificada, no todo es así, y a veces como ocurre en
el actual atrezzo no lo es en absoluto.
Algunos "personajes
o actores" en la sociedad actúan francamente sobre nuestros nervios con sus
prejuicios, carácter, y malos hábitos, incluso más que nada asumiendo la ridícula
importancia del imaginario de su apariencia, pero luego cuando se ven avocados
a buscar compatibilidad con la sociedad, esto no solo es imposible, sino que también
se observa innecesario.
Afortunadamente los
humanos que poseen una alta inteligencia emocional perciben esa hipócrita comunicación
de los definidos actores y personajes desagradables, que suelen encadenarse a ideologías
que mas que nada, resultan dañinamente imaginarias aunque no lo consideren contemplar
así, por estar bajo las influyentes motivaciones siempre dinerarias. Estas circunstancias aparecen como una experiencia añadida en la que únicamente pueden ayudar a
definir mejor nuestros sentidos y propios pensamientos.
El resultado es que seremos
más objetivos porque adjetivamos que cada uno es diferente en el camino a
seguir y necesariamente habrá personas cuyo comportamiento y puntos de vista
irán en contra de los nuestros equilibrados principios.
Siendo aquí cuando consideramos
no evocar a la persona, que no nos gusta aunque no sea necesariamente mala en sí
misma, sino porque simplemente aunque no existe nada personal, es tan solo que somos
diferentes, y nuestros valores no coinciden.
Así que habiendo
aprendido una verdad simple, se puede comenzar a tratar muchas situaciones
potencialmente conflictivas con más calma. La tolerancia implica que debe
promover el crecimiento y para ello el ciudadano y los compromisos necesitan
personas puras, morales y educadas con diferentes temperamentos, experiencias,
distintos puntos de vista, y que no tengan miedo de expresar sus opiniones.
Pero esto no debe
quedar reflejado en un mero discurso de intenciones, sino en una continua
acción así esto ayudaría a evitar errores para el conjunto de una nación. Los
buenos modales y la apreciación al prójimo no tienen precio y se debe actuar
bajo la sinceridad, la moderación, la objetividad y la compostura de no mentir
o de incluso llegar a asumir la propia incapacidad, esa dimisión donde se dibuja la decencia, y estas son las únicas y personales cartas del triunfo.
Ahora bien si un
equipo o una persona o un gobierno te sorprende de forma constante y
desagradablemente, debes de sacar conclusiones porque no va a cambiar. Luego si no es
posible establecer una relación con el "irritante actor", lo propio
es reducir los contactos al mínimo, retroceder emocionalmente y hacer lo propio.
Esta habilidad solo la efectúa un grupo sensato que sabe y puede dominarla, y con el tiempo a pesar de sufrir acusaciones o cordones de aislamiento social, al aplicar constantemente la empatía y la capacidad de poner las cosas en perspectiva, sin nuevos e impronunciables inventos, llegará a comunicarse exitosamente de manera igualmente efectiva con todos.