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lunes, 14 de marzo de 2016

Los Diamantes del Deseo...... Diamonds


Los Diamantes del Deseo.
El sentido del deseo por lo general, escapa de todas las normas de la razón y suele ser el inicio o comienzo de una apasionada historia de amor. El deseo entre dos personas se rige por complejos mecanismos, que por lo general escapan de nuestro control consciente, este plano de afinidad entre las parejas se vive con gran emoción.
Cuando se viven esos momentos, estas circunstancias nos avocan a pensar o a percibir de que la otra persona, comparte, piensa y siente los mismos intereses que uno mismo, pareciéndonos inusitadamente una situación maravillosa, o al menos fuera de lo común.
Normalmente el deseo va parejo a una atracción sexual, sin embargo precisa de una consiguiente habilidad, para poder generar cierto interés erótico en la otra persona.
No solo influyen lo factores o criterios de belleza que puedan ser condicionados por los cánones de la sociedad o  que la moda nos señalen; si bien es cierto siempre realizamos a primera vista e inconscientemente un análisis de la forma y psicológica del rostro, agradádonos siempre los rasgos simétricos, y pasamos inmediatamente a valorar sus rasgos gestuales, o de conducta, tales como pueden ser su mirada, su expresión corporal, su simpatía, es decir los rasgos interesantes de su personalidad que resultan ser los que ofrece al mundo.
Aunque también, somos observadores y nos fijamos en su imagen personal y sus cuidados, como pueden ser el estilo, los hábitos o bien los olores. Si existen coincidencias de edad, educación, economía, creencias o afinidades sociales de valores y gustos resultaran ser las similitudes de correspondencia o reciprocidad con las personas que nos gustan y que les podemos gustar. Siendo este conjunto el sistema del lenguaje de comunicación que despertará las feromonas y las sustancias que las estimulan siendo imposible detener su expresión.
El amor es una enfermedad de las más jodidas y contagiosas. A los enfermos, cualquiera nos reconoce. Hondas ojeras delatan que jamás dormimos, despabilados noche tras noche por los abrazos, o por la ausencia de los abrazos, y  padecemos fiebres devastadoras y sentimos una irresistible necesidad de decir estupideces.
El amor se puede provocar, dejando caer un puñadito de polvo de quererme, como al descuido, en el café o en la sopa o el trago. Se puede provocar, pero no se puede impedir. No lo impide el agua bendita, ni lo impide el polvo de hostia; tampoco el diente de ajo sirve para nada. El amor es sordo al Verbo divino y al conjuro de las brujas. No hay decreto de gobierno que pueda con él, ni pócima capaz de evitarlo, aunque las vivanderas pregonen, en los mercados, infalibles brebajes con garantía y todo.
(Eduardo Galeano  * El libro de los abrazos)



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