La obsolescencia de las ciudades
Resulta fríamente simpático, que organismos de un marcado carácter
internacional, promuevan convecciones internacionales para el desarrollo
mercantilista, en este caso me refiero al organismo de La ONU y más
concretamente a la convención denominada Hábitat III, que se pretende realizar
en el próximo octubre en la ciudad de Quito, en Ecuador.
El alma de las ciudades, también enferma, dado que resulta
acosada por el denominado y huérfano urbanismo, que aunque socialmente se entienda
como una pseudociencia de conformidad equitativa, en el fondo alberga un marcado
fondo comercial, escondiendo valores tanto económicos, e incluso también tecnológicos;
el origen de estas circunstancias son debidas a que los valores que se
entienden de bienes y raíces, tiene la característica innata de ser presumidos,
y por lo tanto de poder engalanarse o vestirse para cualquier circunstancia,
evento o requerimiento social, y así poder llegar a la ciudadanía que podra dilucidar el
nuevo valor natural que temporalmente sea aceptado por la comunidad o sociedad,
en realidad es el juego en vivo de un verdadero monopoly financiero.
El origen del aprovechamiento espacial, fue constituido en
aras de un mantenimiento de la economía financiera, un valor frió e insípido al
margen de la actividad, del envejecimiento y de la propia evolución humana.
Se regulan normativas fiscales y se fomentan mantener criterios
de valoración endogámicos, promovido por diferentes lobby, en los que existe y se persigue una disfuncionalidad
valorativa, ente valores éticamente sólidos
o volátiles, llegando a jugar con el margen temporal de la actividad de las
diferentes generaciones, llegando a conseguir que se acepten socialmente y se
mantengan ciertos criterios regulatorios en indistintas y diferentes actividades,
estos resultan tan diversos que se van apuntalando indistintamente como si de
una moda se tratare, al margen de las propias necesidades de la ciudadanía, el
urbanismo, solo reclama dinero, vía impuestos, para apostar por la innovación de
ideas y estas circunstancias no resultan sociales, desconoce valores básicos
como la sextaferia cuando se convive en comunidad, ocasionando un verdadero
caos en el día a día, año a año, y década
a década de cualquier ciudadano.
Inducir una agenda de crecimiento para las ciudades para el
inmediato futuro generacional de los humanos, no solucionará la mejora de la
calidad de vida de los ciudadanos, con independencia que busquemos modismos a
las ciudades, como sostenibilidad, resiliencia, eficiencia de recursos, o bien promover universalización
de conceptos, resultan armas artificiales y contrarias a cualquier diversidad
de la vida, y por lo tanto estamos atacando la diversidad de nuestro sentido,
de nuestra intrínseca creatividad nacional.
Ahuyentarnos con la inexorable urbanización del planeta es un
argumento muy pobre, que ya no nos abruma, las personas desean vivir con
desasosiego y cualquier racionalización de la evolución, ya no puede ofrecerse
a cuenta gotas, ya que la única realidad es que vivir rodeados y encerrados en
bloques de cemento, nos hace perder nuestra propia espiritualidad, la felicidad
y nuestra dignidad humana.
Soñamos juntos
juntos despertamos
el tiempo hace o deshace
mientras tanto
no le importan tu sueño
ni mi sueño
somos torpes
o demasiado cautos
pensamos que no cae
esa gaviota
creemos que es eterno
este conjuro
que la batalla es nuestra
o de ninguno
juntos vivimos
sucumbimos juntos
pero esa destrucción
es una broma
un detalle una ráfaga
un vestigio
y un abrirse y cerrarse
el paraíso
( Mario Benedetti *fragmento Intimidad)
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