Epigrafía de las
razas en la universalización
Debemos entender la
ciencia como algo infinito, dado que el Eureka de ella misma consiste en
desarrollar diferentes epigrafías, cuyo objeto básico es conocer e interpretar
las inscripciones.
Lo absurdo es que aunque
intentemos, conocer e interpretar en un tiempo finito o acotado, tan solo
mantendremos unos pocos y diferentes acordes evolutivos, aunque el propio
trabajo que se desarrolle, oscile casi siempre en el péndulo del reconocimiento
social.
Las manifestaciones más
sencillas, están en sintonía en el arte natural de las epigrafías.
Y la naturaleza, como
alma mater de la perfección más inteligible, es la que desarrolla este arte de
la vida.
Desde el
reconocimiento de las pinturas rupestres, hasta la pintura simbólica de nuestro
tiempo, todas ellas van en paralelo en el contexto social en el que se han
desarrollado, donde se han conjugado medios, como herramientas e ingenios, o
materias primas que se hubiesen proporcionado en esos momentos, O bien
requerimientos o penurias sociales.
Conjugando lo finito,
nace la epigrafía, se clasifica en razas y con el tiempo se vive la
universalización, que también a su manera es finita; dado que la clasificación
de las razas crean su propio género y estas en ocasiones por su seguridad
reinterpretan su globalización, que aunque algunos interpreten justificar que
es crear en un todo cosas diversas, resulta ser un fenómeno que denota esa
interpretación, pero en realidad no crean, sino que reutilizan su propio
lenguaje humanístico y expresivo de clasificación.
Los consuelos en las epigrafías,
bien como lamentos humanos y sociales, no solo se manifiestan en las Artes, también
en las Ciencias Humanas Sociales y Tecnológicas.
Dado que la expansión de la economía sigue resultando ser el mercader de las filosofías,
religiones y creencias.
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