Amores sólidos ante sociedades líquidas
La
sociedad puede ser líquida, pero los amores tienen que ser sólidos. Para poder
moverte en una sociedad fluida necesitas tener certezas que te permitan no ser
arrastrado por la corriente, pero la buena convivencia no es innata.
El
principio de convivir arrastra dos definiciones, la primera de ellas
describe la acción como "vivir en compañía de otro u otros". La segunda, que
transige con una mayor abstracción del concepto, afirma que consiste en "coexistir en armonía".
Hemos
de tener en cuenta que el cerebro está diseñado de tal manera que recuerda
mejor los eventos y comentarios negativos. Si acaso para revertir esta
situación estiman que se necesitan cinco frases o eventos positivos para anular
el efecto de uno negativo.
Algunos
consejos en psicología emocional recomiendan a las parejas decir en voz alta
elogios y reconocimientos, donde no sólo complaces a tu pareja, sino que
también te ayudas a mantener una actitud positiva.
Normalmente
se aprende por imitación y en función de la educación aprendida. Donde depende,
también, de los rasgos culturales de cada sociedad.
No
obstante, los principios universales de la ética, accesibles mediante el
esfuerzo reflexivo, permiten trazar una serie de principios y conductas
generales que facilitan la convivencia entre las personas, sean cuales sean las
diferencias étnicas.
Es
por ello que, a día de hoy, al igual que la comunicación es la clave de una relación
sana, indistintamente a lo que se enuncie en las redes de las emociones, que
propician expandir ideas que propician una epidemia generacional de victimismo
y narcisismo.
Aunque
las ideas no son omnipotentes, ni muchos menos, sino el germen a partir del
cual iniciar un proyecto que resultar satisfactorio tras
confrontar miedos, dificultades y muchos otros obstáculos que nos permitan
ser las personas que, en nuestro fuero interno, deseamos ser.
Porque
en la construcción de la identidad trata de realizarse por vía del mero
deseo, de una voluntad mental: "Yo soy quien deseo ser, aquel o aquella que me
represento ser". Este es el último límite de la "omnipotencia de las ideas", de
la que hablaba Freud. Para conquistar no basta con ver, ser victorioso
exige un trabajo prolongado y una lucha denodada con la realidad material; no
basta imaginar las cosas para que estas se hagan realidad.
Siempre
necesitamos un principio no-emocional que nos equilibre las emociones. Es
posible percibir esto cuando te encuentras a personas que decimos que son "equilibradas" o "desequilibradas". Las personas desequilibradas, a día de hoy
cada vez más habituales, son caprichosas, frágiles y carecen de un
principio no-emocional que las oriente. Yo sigo pensando que la ética
aristotélica sigue siendo válida: la idea de que la virtud está en el
equilibrio o en el término medio sigue siendo verdad.
Recibir
críticas poco halagadoras no es fácil, por decirlo suavemente. En
respuesta, nos ofendemos, nos enojamos, sufrimos, perdemos la confianza en
nosotros mismos o ignoramos la valoración de otra persona.
Ninguna
cohesión en una pareja puede sostenerse en la desconfianza o en la impronta del
poder disuasorio con un control mediante un contacto cero, la imposición es
ficticia, pues los preceptos obran a posteriori, nunca apriorísticamente,
es decir, cuando se ha producido el delito o el acto intolerable.
Lo
importante sería saber estar para saber vivir y convivir, este proceso conlleva
otra práctica que hoy en día se consideraría exótica en su presencia: la
resignación. Aprender a resignarnos es clave para tejer buenas
amistades y relaciones de pareja duraderas.
También
para poder soportar el día a día en los grupos reducidos en los que nos movemos.
Como cada quien tiene una forma de ser aparecerán igualmente defectos y maneras
de enfrentar problemas y desafíos con los que no estaremos de acuerdo.
Sin
embargo, estos modos de hacer las cosas, mientras sean éticos y logren una
finalidad correcta, serán válidos. Intentar no cambiar a los demás y no ejercer
liderazgos abusivos, que persigan coartar a los demás, es fundamental para una
correcta convivencia.
Otro
aspecto radica en la práctica de la bondad, es precisamente, en el
ejercicio de la bondad en el que se teje la confianza y las dinámicas que
permiten una convivencia equilibrada y reducir el efecto de los sinsabores del
contacto con otras personas que no nos agradan.
Por
tanto, aprender a respetar nuestra integridad, a escoger nuestro círculo y a
tratar a nuestros semejantes con la mayor bondad posible -lo que implica no
dejarse avasallar por el otro, pero tampoco faltarle al respeto ni intentar
someter su voluntad de algún modo-, constituye el armazón sobre el que se
edifica todo el arte de la convivencia.
La
práctica de la convivencia no puede ser sustituida por ningún otro artificio,
hemos de ser capaces de evitar hacer el mal a los demás y crear vínculos
duraderos con quienes nos rodean.
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