Narcisismo: Fuegos artificiales y tormenta de baja autoestima.
El inicio del amor
suele parecerse a un cielo de fuegos artificiales: sensaciones placenteras,
atracción explosiva, el brillo que parece desplegar la otra persona. Para mucha
gente, quedarse siempre en ese estado de felicidad inicial es una aspiración,
pero lo cierto es que la dopamina que nos provoca ese placer y euforia no
es eterna. Y es una suerte: curiosamente, se trata del mismo
neurotransmisor que se activa con los juegos de azar, en las aplicaciones
de contactos y con las drogas. Conociendo esto, ¿podemos ser felices en pareja
o en un matrimonio a largo plazo?
En la actualidad existe
una visión acerca de las pobres conexiones interpersonales, y esas cuestiones
las recogió con especial precisión el filósofo polaco Bauman bajo el concepto
de «modernidad líquida», una perspectiva sociológica que señala la
volatilidad de prácticamente todos los aspectos sociales, lo que incluye la
cultura, pero también el trabajo o el amor.
¿Luego somos aptos para
tener la capacidad para mantener una pareja para toda la vida o cualquier
relación está abocada a terminar en ruptura?
Ahora el concepto de
«amor líquido» se caracteriza por considerar las relaciones personales como
algo desechable. ¿Deberíamos darle una segunda oportunidad al amor que algunos
ya califican de «sólido»?
Puede que Hollywood
intente alimentarnos con películas románticas dominadas por constantes tonos
color pastel, pero la realidad es mucho más fea y amarga que la mayoría de los
idílicos finales que nos proporciona: la muerte ya no es lo que separa a la
mayoría de las parejas.
En la actualidad, una
parte considerable de las relaciones –incluso aquellas aparentemente
consolidadas por el matrimonio– terminan siendo simples víctimas del consumismo
propio del siglo XXI. El amor, hoy, se concibe en parte como un nuevo
producto de usar y tirar.
Es decir existe y se
procura consciente e inconscientemente una mayor fragilidad. Si bien las tesis
de Bauman sugerían que vivimos en un mundo líquido y volátil. En este, la falta
de arraigo y personalidad habría creado una sociedad superficial preocupada
exclusivamente por las apariencias y la búsqueda del placer inmediato.
El amor, de hoy una vez
más, tal como lo entienden y lo manipulan las personas que se denominan de
trastorno de personalidad narcisista, se concibe en parte como
un nuevo producto de usar y tirar, aunque a estas personas se les
ocultan de forma benévola como individuos con síndromes de alexetimia, cuando
en realidad, muchos de ellos se afirman y se desembocan ocasionalmente en
brotes psicóticos que rondan la característica de actos propios de
delincuencia.
Y todo esto porque no
son pocas las personas que hoy creen que la perfección existe –y que
es alcanzable– gracias a las redes sociales: viajes perfectos, casas perfectas,
familias perfectas, parejas perfectas y cuerpos y caras perfectas desfilan ante
nosotros día tras día.
Estos factores,
combinados con la íntima vulnerabilidad que a veces ocultamos, la necesidad de
validación, el natural deseo de pertenencia y la comparación con los individuos
más jóvenes provoca, en palabras de la psicóloga Wick, «una tormenta perfecta de
baja autoestima»; lo que es lo mismo: uno de los defectos que más deteriora las
relaciones interpersonales.
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