Vanidades
En cualquier época, el antagonismo o contrariedad de la humanidad, siempre
resulto ser, el espíritu de emancipación, siendo este, previamente sintetizado,
por la sabiduría de los profetas y no por el encasillamiento de los gurús.
Los profetas pueden ser locos de intuición maravillosa donde sus
conceptos son indefinibles y que con misterio protagonizan el progreso, contra el
imperio de los artificiales privilegios del futuro inmediato. Donde en ese espacio infinito,
siempre, las culpas de los grandes martirizan las virtudes de los pequeños.
En diferentes momentos de la historia, suele propiciarse, así como en
esta globalización de ideas, ese perfil continuo, donde los orgullosos y obstinados
déspotas, colonizan e invaden con la exposición de sus ideas.
Dando lugar que quieran recoger sus propios beneplácitos, como
aranceles, asumiendo cualquier tipo de apoteosis y de glorias, dejando en la
oscuridad la continua, reciente y tristísima antítesis de la vida, derivada de
sus propias artes de idolatría, y de esclavitud económica, cicatrizando al
resto de la humanidad, con la barbarie, la huella silenciosa de todo tipo de
injerencias, castigos y sanciones.
Pero la humanidad desinteresadamente, conoce que su lucha es su vida,
su fe su pugna de ideas y su esperanza su sueño; La lucha llega a invadir hasta
su dogma, y puede que la pugna de ideas establecerá jerarquías hasta en sus
creencias, donde sabemos que la propia vanidad humana, llega a fraccionarlas, acomodándolas
a sus intereses, caprichos y a sus veleidades.
Este arquetipo de sociedades que pretenden definir la humanidad y expandir
su propio súmmum del estilo, sólo pretende levantar a si misma esplendidos
arcos triunfales, para pasar bajo sus curvas envueltas en sudarios de amarguras.
Y aunque no lo deseen, resultara ser el sepulcro inmenso del progreso, será el
último baluarte de la interesada e irracional barbarie, que nos hacen dormir
bajo el influjo de sus propias vanidades.
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