Vivir de pacotilla
Actualmente, viven y se
mantienen algunos de los partidos políticos, mas del reflejo común de sus odios
ocultos, que de sus sentimientos propios; mas de la debilidad, y la
contradicción de sus doctrinas opuestas, que de la fuerza y la trascendencia de
sus principios, más también de las intrigas, y de la charlatanería de concupiscentes
satélites, que del propio reconocimiento de la habilidad de personas cultas y responsables,
mientras tanto se sigue pretendiendo obtener una oferente justicia, así siendo de
ambigua, a la verdadera popularidad de sus ideales.
No resulta cierto que
la moral necesite progresar, transformarse; negamos, por consiguiente, que
algunos pretendan que la moral sea en la época actual un “vital carácter utilitario”,
porque la bondad, como la verdad, no necesita progresar, ni cambiar de estados,
ni mudar de situaciones para llegar a ser lo que son. La confusión de creer que
la bondad de unos nuevos principios se basa en la nueva observación, nada más
lejos, cuando su propia bondad descansará reconocida y sancionada por cualquier
nacionalidad culta, en la razón.
Observamos atónitos, cómo
se mineralizan con encuestas a la carta, y a pesar, pues, de tan activa
propaganda, en la frugalidad erudición con que pretenden disfrazar la verdad, y
de contar con numerosos adeptos, se observa ya una importante y benéfica
reacción a favor de la verdadera doctrina, en la cual están empeñados los
espíritus más vigorosos, las inteligencias más privilegiadas y los más
preclaros talentos y hacia la cual se dirigen los esfuerzos de los humanos que
aman sobre todo la verdad.
Y así es la unidad sintética
del ser racional, en su doble constitución, en el compuesto de cuerpo y alma,
donde siempre nos alejamos de la hipocresía, antifaculta, social, ecológica, imperante de
la envidia, del egoísmo y de ese encausamiento critico globalista; Y esta creencia
se halla de siempre tan universalizada, que ni el positivismo, ni ningún otro
sistema son capaces de desarraigar y destruir esta singularísima verdad.
Flores y Frutas
Porque ciego de gala te mandé un día
una rosa entre fresas, Irene mía,
Tu boca, con que a todos embelesas,
Besó la rosa, sin comer las fresas.
Al mes de tu pasión, una mañana
Te envié otra rosa entre las fresas, Irene;
Mas tu boca, con ansia, y no amorosa,
Comió las fresas sin besar la rosa.