En toda circunstancia que intervenga el amor, existe una dualidad permanente y diferenciada en nuestro cerebro, por una parte lo que respecta a lo que razonamos, dependiente de nuestra corteza cerebral, y por otra parte las emociones que percibimos directamente unidas al sistema limbico.
Ante emociones encontradas de una determinada intensidad, nuestra amígdala tiende a inflamarse y la tendencia es a tener respuestas inmediatas. Esta intensidad emocional, es la que en muchos casos arruinan nuestras relaciones.
Si bien es cierto dependiendo del compromiso, nuestra edad y nuestra forma de ser, podemos llegar a tener la iluminación y consciencia, equilibrar nuestra respiración y conseguir distraer nuestra mente, para obtener otra perspectiva, contemplando la emoción sin juzgarla.
El odio viene y va y regresa
alucinado lo contemplo
pasa como un adiós de humo
como una sombra
como un duelo.
....
y sin embargo sin embargo
a veces puede ser un premio
no le devuelvo el odio al odio
y es un alivio
merecerlo.
(M.Benedetti)
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