Día: EDD _ Euro digital y la desconexión.
La caída de las telecomunicaciones y el retorno
abrupto al valor físico
El mundo suspendido por un hilo invisible
Vivimos en un mundo sostenido por una red que no se
ve pero lo contiene todo: las telecomunicaciones. En el momento en que
pulsamos “aceptar” en un pago digital, enviamos un mensaje, recibimos una
orden, o simplemente localizamos una dirección… dependemos del buen estado
de cables submarinos, satélites, antenas, servidores y centros de datos.
¿Pero qué pasaría si esa red cayera, no por accidente,
sino por sabotaje, conflicto o colapso sistémico? Esta pregunta ya no pertenece
solo a novelas distópicas. Es una posibilidad que los estrategas militares,
los analistas de seguridad y los pensadores éticos ya contemplan.
Y no es la primera vez que una civilización se apoya
tanto en una infraestructura invisible… hasta que colapsa.
Antecedente olvidado: Cuando las redes se apagaron
La historia ofrece ejemplos velados y poco recordados:
- 1940,
Blitz sobre Londres: ataques aéreos nazis destruyen comunicaciones
clave; miles quedan incomunicados por días.
- 1998,
Canadá (apagón de Ottawa): una tormenta solar derriba la red eléctrica,
paralizando bancos, hospitales y telecomunicaciones.
- 2008,
Medio Oriente (corte de cables submarinos): se cortan 5 cables en el
Mediterráneo y el Golfo Pérsico, afectando al 70% de la conexión
internacional de varios países.
Y si vamos más atrás:
- La
caída de Roma supuso
la desaparición del sistema de correos imperiales, equivalente antiguo de
la conectividad. El comercio se detuvo durante décadas.
- El
Imperio Inca, sin
escritura ni moneda, tenía una red de mensajeros “chasquis”. La llegada de
los españoles rompió esa red física y la comunicación entre regiones
quedó colapsada.
Escenario futuro hipotético: El día después
Imaginemos un futuro no tan lejano:
Año 2032. En medio de un conflicto geopolítico entre
potencias, una serie de ciberataques coordinados y sabotajes físicos dejan
fuera de funcionamiento las siguientes infraestructuras:
- Satélites
de posicionamiento y comunicación
- Cables
submarinos que unen continentes
- Estaciones
base de 5G y centros de datos en regiones clave
En menos de 6 horas, el mundo se fragmenta:
- Los
pagos digitales se detienen: ningún datáfono, app bancaria ni tarjeta
funciona.
- Los
ciudadanos no pueden acceder a su dinero: ni en cajeros ni en cuentas.
- El
transporte se desorganiza: al no haber GPS, logística ni seguimiento
digital.
- Los
supermercados no pueden cobrar ni reponer.
- Los
hospitales no acceden a historiales médicos.
- Las
comunicaciones civiles y militares caen a niveles preindustriales.
Consecuencias inmediatas
- Colapso
financiero funcional: El dinero digital no existe sin red. Solo el
efectivo —papel, metal, billetes— sigue teniendo poder real. Quien tenga
billetes, tiene poder. Quien no, queda fuera del sistema.
- Resurgimiento
del trueque: en
mercados locales, se vuelve al intercambio directo de bienes, como ocurrió
en Argentina durante el “corralito” de 2001.
- Reconversión
del valor físico: oro,
plata, combustible, medicamentos, alimentos no perecederos, cigarrillos…
se transforman en unidades de cambio. El valor vuelve a las manos.
- Pánico
civil y militarización del orden: los gobiernos se ven obligados a declarar
estados de excepción. La banca se declara en "pausa". La
población exige soluciones físicas: billetes, alimentos, conexión
humana.
- Renacimiento
de la escritura, la memoria y el papel: al desaparecer la nube, se recupera el papel.
La gente vuelve a escribir direcciones, recetas, cuentas, notas. El
cerebro comienza a recordar lo que había delegado a las máquinas.
El factor humano: trauma, reeducación y resiliencia
Desde el punto de vista psicológico, este escenario es
un trauma colectivo de primer orden. Para millones, será como perder una parte
del cuerpo. Aparecerán:
- Síndromes
de abstinencia digital
- Ataques
de ansiedad existencial
- Replanteamiento
de prioridades
- Pero
también: resiliencia comunitaria, creatividad y retorno a
estructuras tribales, vecinales y humanas.
Es un futuro sombrío, pero también una oportunidad
de recordar lo olvidado: que el valor no está en la nube, sino en la
tierra, en las manos, en la comunidad.
Reflexión final: Preparar el futuro con conciencia del
pasado
La digitalización total del dinero sin red de
seguridad física es como construir una ciudad flotante sin botes salvavidas. Si
bien el progreso tecnológico ha traído beneficios incalculables, también ha
generado una vulnerabilidad estructural radical: hemos olvidado cómo
vivir desconectados.
Volver a introducir el efectivo, proteger su uso, y
mantener saberes analógicos no es un paso atrás, sino una inversión en resiliencia
civilizatoria.
El futuro no está en elegir entre papel o píxel, sino
en saber vivir en ambos mundos. Porque el día que el silencio
tecnológico caiga, solo quienes conserven la conexión con lo físico podrán
sobrevivir, liderar y reconstruir.
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