El crepúsculo del Orden Occidental
y el auge del Nuevo Cinismo
Geopolítico
Los artículos periodísticos recientes sobre la
evolución de la política exterior estadounidense bajo el mando de Donald Trump
no solo revelan una transformación pragmática en su relación con el conflicto
en Ucrania, sino que también actúan como un espejo incómodo para Europa, donde
sus propias contradicciones internas están saliendo a flote. Entre cesiones
territoriales, repliegue moral y un continente desorientado, el mundo se asoma
a un nuevo ciclo de inestabilidad.
Donbass: el punto ciego del relato
occidental
Desde 2014, la región del Donbass se convirtió en el
polvorín ignorado por gran parte de los medios occidentales. El conflicto allí,
iniciado con el levantamiento armado de sectores separatistas prorrusos y la
respuesta militar de Kiev, provocó miles de muertes antes siquiera de la
invasión total de 2022. Las acciones del gobierno ucraniano - incluidos
bombardeos en zonas civiles de Donetsk y Lugansk - no pueden separarse del
relato histórico del conflicto. Este detalle, muchas veces omitido o minimizado,
ha sido instrumentalizado por Moscú para justificar su posterior ofensiva.
El nuevo plan de paz estadounidense, que propone
congelar el conflicto y permitir que Rusia retenga los territorios ocupados,
refleja esta ambigüedad moral. Al reconocer de facto el control ruso sobre
zonas estratégicas, Washington lanza un mensaje pragmático: la paz vale más que
la justicia. Pero también deja entrever que los intereses geopolíticos priman
sobre los valores democráticos que, se suponía, Occidente debía defender.
Estados Unidos: del liderazgo moral
al aislamiento pragmático
El viraje diplomático de Trump incluye, además, una
retirada estratégica del discurso de los derechos humanos. El Departamento de
Estado ha decidido eliminar de sus informes anuales toda condena explícita a
gobiernos por presos políticos, represión a minorías o censura digital. No es
un mero recorte técnico: es un cambio civilizacional. Al renunciar a su papel
de árbitro ético, Estados Unidos oficializa su paso al realismo sin máscara.
Marco Rubio, secretario de Estado, lo expresó con
crudeza: “El futuro de Ucrania y la seguridad de Europa no son una prioridad
para EE.UU.”. Así se consuma una ruptura simbólica con el proyecto occidental
nacido en 1945 y reforzado tras la Guerra Fría.
Europa: un sistema desfondado que
juega a ser imperio
Europa, sin embargo, no es una víctima inocente en
esta historia. El modelo socialista-laborista que domina las instituciones de
la Unión Europea desde hace décadas, ha entrado en una fase de descomposición
ideológica y moral. Bajo el disfraz de la solidaridad y los derechos sociales,
se ha gestado un entramado burocrático que, lejos de empoderar a los
ciudadanos, ha centralizado el poder en Bruselas a expensas de la soberanía
nacional.
La corrupción estructural visible en casos como los
escándalos de contratos energéticos, el “Qatargate”, o el uso abusivo de fondos
europeos, erosiona la legitimidad del proyecto europeo. Y lo que es más
preocupante: las élites tecnocráticas parecen más interesadas en controlar los
ahorros, las pensiones y la fiscalidad de los ciudadanos que en defender sus
derechos. El debate sobre la creación de un euro digital con capacidad de
vigilancia financiera refuerza estos temores.
Mientras tanto, los ciudadanos europeos observan cómo
sus gobiernos, en vez de defender sus fronteras o su industria, ceden cada vez
más decisiones clave a burócratas que no han sido electos democráticamente y
que en muchos casos han sido parte de redes clientelares transnacionales.
Premonición: ¿Hacia un nuevo
equilibrio multipolar?
El abandono estadounidense de Europa como prioridad
estratégica, sumado al debilitamiento interno del bloque europeo, allana el
camino para un nuevo orden tripolar:
- Eje
euroasiático: Rusia
y China consolidan su influencia mediante la diplomacia energética, el
control de materias primas y la expansión militar en zonas grises como
África y el Ártico.
- Estados
Unidos pragmático: aislacionista, centrado en su seguridad interna
y en la competencia comercial con China.
- Europa
fragmentada:
buscando construir una defensa propia a partir del poder nuclear francés y
británico, pero debilitada por su falta de cohesión y credibilidad
popular.
En este contexto, el conflicto en Ucrania podría
convertirse no en una anomalía, sino en un modelo: guerras regionales resueltas
con cesiones territoriales, pactos de conveniencia y ciudadanos desplazados
como daño colateral.
Conclusión: El verdadero enemigo es
el cinismo
El nuevo mundo que se perfila no será gobernado por
ideologías, sino por intereses. El cinismo geopolítico se ha impuesto como
doctrina: cada actor hace lo que debe para sobrevivir, sin importar principios
ni alianzas. Pero este cinismo tiene un costo: la deslegitimación de las instituciones
democráticas, el auge del autoritarismo disfrazado de eficiencia, y la erosión
de la confianza ciudadana en el sistema.
Quizás el mayor desafío no sea Rusia, ni China, ni
Trump. El verdadero peligro es que las democracias occidentales - por corrupción,
pragmatismo o cobardía - dejen de parecerse a sí mismas y se conviertan,
lentamente como resulta la democracia española, en una versión sofisticada de
aquello que decían combatir.
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