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viernes, 18 de abril de 2025

...el auge del Nuevo Cinismo Geopolítico... Calor.


El crepúsculo del Orden Occidental

y el auge del Nuevo Cinismo Geopolítico

Los artículos periodísticos recientes sobre la evolución de la política exterior estadounidense bajo el mando de Donald Trump no solo revelan una transformación pragmática en su relación con el conflicto en Ucrania, sino que también actúan como un espejo incómodo para Europa, donde sus propias contradicciones internas están saliendo a flote. Entre cesiones territoriales, repliegue moral y un continente desorientado, el mundo se asoma a un nuevo ciclo de inestabilidad.

Donbass: el punto ciego del relato occidental

Desde 2014, la región del Donbass se convirtió en el polvorín ignorado por gran parte de los medios occidentales. El conflicto allí, iniciado con el levantamiento armado de sectores separatistas prorrusos y la respuesta militar de Kiev, provocó miles de muertes antes siquiera de la invasión total de 2022. Las acciones del gobierno ucraniano - incluidos bombardeos en zonas civiles de Donetsk y Lugansk - no pueden separarse del relato histórico del conflicto. Este detalle, muchas veces omitido o minimizado, ha sido instrumentalizado por Moscú para justificar su posterior ofensiva.

El nuevo plan de paz estadounidense, que propone congelar el conflicto y permitir que Rusia retenga los territorios ocupados, refleja esta ambigüedad moral. Al reconocer de facto el control ruso sobre zonas estratégicas, Washington lanza un mensaje pragmático: la paz vale más que la justicia. Pero también deja entrever que los intereses geopolíticos priman sobre los valores democráticos que, se suponía, Occidente debía defender.

Estados Unidos: del liderazgo moral al aislamiento pragmático

El viraje diplomático de Trump incluye, además, una retirada estratégica del discurso de los derechos humanos. El Departamento de Estado ha decidido eliminar de sus informes anuales toda condena explícita a gobiernos por presos políticos, represión a minorías o censura digital. No es un mero recorte técnico: es un cambio civilizacional. Al renunciar a su papel de árbitro ético, Estados Unidos oficializa su paso al realismo sin máscara.

Marco Rubio, secretario de Estado, lo expresó con crudeza: “El futuro de Ucrania y la seguridad de Europa no son una prioridad para EE.UU.”. Así se consuma una ruptura simbólica con el proyecto occidental nacido en 1945 y reforzado tras la Guerra Fría.

Europa: un sistema desfondado que juega a ser imperio

Europa, sin embargo, no es una víctima inocente en esta historia. El modelo socialista-laborista que domina las instituciones de la Unión Europea desde hace décadas, ha entrado en una fase de descomposición ideológica y moral. Bajo el disfraz de la solidaridad y los derechos sociales, se ha gestado un entramado burocrático que, lejos de empoderar a los ciudadanos, ha centralizado el poder en Bruselas a expensas de la soberanía nacional.

La corrupción estructural visible en casos como los escándalos de contratos energéticos, el “Qatargate”, o el uso abusivo de fondos europeos, erosiona la legitimidad del proyecto europeo. Y lo que es más preocupante: las élites tecnocráticas parecen más interesadas en controlar los ahorros, las pensiones y la fiscalidad de los ciudadanos que en defender sus derechos. El debate sobre la creación de un euro digital con capacidad de vigilancia financiera refuerza estos temores.

Mientras tanto, los ciudadanos europeos observan cómo sus gobiernos, en vez de defender sus fronteras o su industria, ceden cada vez más decisiones clave a burócratas que no han sido electos democráticamente y que en muchos casos han sido parte de redes clientelares transnacionales.

Premonición: ¿Hacia un nuevo equilibrio multipolar?

El abandono estadounidense de Europa como prioridad estratégica, sumado al debilitamiento interno del bloque europeo, allana el camino para un nuevo orden tripolar:

  • Eje euroasiático: Rusia y China consolidan su influencia mediante la diplomacia energética, el control de materias primas y la expansión militar en zonas grises como África y el Ártico.
  • Estados Unidos pragmático: aislacionista, centrado en su seguridad interna y en la competencia comercial con China.
  • Europa fragmentada: buscando construir una defensa propia a partir del poder nuclear francés y británico, pero debilitada por su falta de cohesión y credibilidad popular.

En este contexto, el conflicto en Ucrania podría convertirse no en una anomalía, sino en un modelo: guerras regionales resueltas con cesiones territoriales, pactos de conveniencia y ciudadanos desplazados como daño colateral.

Conclusión: El verdadero enemigo es el cinismo

El nuevo mundo que se perfila no será gobernado por ideologías, sino por intereses. El cinismo geopolítico se ha impuesto como doctrina: cada actor hace lo que debe para sobrevivir, sin importar principios ni alianzas. Pero este cinismo tiene un costo: la deslegitimación de las instituciones democráticas, el auge del autoritarismo disfrazado de eficiencia, y la erosión de la confianza ciudadana en el sistema.

Quizás el mayor desafío no sea Rusia, ni China, ni Trump. El verdadero peligro es que las democracias occidentales - por corrupción, pragmatismo o cobardía - dejen de parecerse a sí mismas y se conviertan, lentamente como resulta la democracia española, en una versión sofisticada de aquello que decían combatir.


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