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martes, 29 de abril de 2025

El despotismo de la inacción, un Estado que renuncia a su pueblo...Te puse un hechizo


El despotismo de la inacción, un Estado que renuncia a su pueblo

El Gobierno de Pedro Sánchez ha convertido la gestión de emergencias en un espectáculo de plazos imposibles y acusaciones cruzadas: desde conceder solo 15 minutos a las comunidades para solicitar la declaración de “emergencia de interés nacional” tras el gran apagón eléctrico, hasta atribuir a las autonomías la responsabilidad de activar planes ante la devastadora DANA que, seis meses después, mantiene a víctimas sin ayudas suficientes. Esta estrategia de maquillaje político -presentar una falsa agilidad para luego culpar a otros niveles- sirve para ocultar la falta de previsión técnica, la carencia de protocolos eficaces y una voluntad deliberada de fragmentar responsabilidades y contener el descontento ciudadano.

Maquillaje mediático y maniobra política

El Ejecutivo de Pedro Sánchez ha utilizado plazos imposibles (15 minutos) y delegación de competencias para disfrazar su propia inacción:

  • Apagón eléctrico: tras un corte que afectó a más del 60 % de la demanda, el CENEM dio solo 15 minutos a las comunidades para solicitar la declaración de “emergencia de interés nacional” .
  • DANA en Valencia: seis meses después del desastre que causó 228 víctimas, el Estado ha abonado solo el 14 % de sus ayudas, frente al 47 % de la Generalitat (El Periódico).
  • Caída de la propia intranet: durante el apagón, la única web que dejó de funcionar en la intranet administrativa fue la de la Dirección General de Protección Civil, imposibilitando aún más la coordinación (no existen referencias públicas que expliquen esta falla, pese a búsquedas en la sede electrónica y guías de acceso Java Protección CivilSede Administraciones Públicas).
  • Nombramientos a dedo: se aparta a expertos de mérito y se colocan perfiles afines sin trayectoria técnica (p. ej., Pilar Lucio o Silvia Calzón en el CSN), cuya principal “cualidad” ha sido la lealtad política, justificando este “enchufe” con la idea de que “tener demasiado conocimiento es contraproducente”(Libre MercadoLibre Mercado).

Esto configura un teatro de correos urgentes y una estrategia de culpabilización cruzada, donde el Gobierno maquilla su falta de previsión técnica y de protocolos efectivos.

El Ejecutivo ha impuesto plazos absurdamente cortos y desplegado un relato de “respuesta ágil” que contrasta con los hechos. Pedro Sánchez anunció la creación de una comisión para investigar el apagón, pero simultáneamente llegó tarde a proporcionar datos claros y desmintió hipótesis sin fundamento técnico (ElHuffPost). Este discurso de “no descartar nada” funcionó como cortina de humo para ocultar la descoordinación entre el Ministerio del Interior y Red Eléctrica (El País).

La insistencia en pedir “calma” y en responsabilizar a operadores privados -mientras las infraestructuras envejecen y faltan inspecciones- configura un relato que busca culpar a terceros de un fallo sistémico (El País). Al mismo tiempo, se sincroniza un despliegue mediático para repetir consignas oficiales en cadena nacional, maquillando la ausencia de medidas preventivas reales.

El apagón eléctrico: 15 minutos de abandono

El 28 de abril de 2025, a las 12:33 h, más de 15 GW de demanda desaparecieron en cinco segundos, dejando a hospitales, transporte y comunicaciones a oscuras (El País). El CENEM envió un correo a las 20:58 h pidiendo a las autonomías que confirmaran, en un plazo de 15 minutos, si querían la declaración de emergencia de interés nacional (nivel 3), condición necesaria para el despliegue de Ejército y recursos estatales (okdiario.com).

Esta limitación temporal, impuesta ocho horas después del apagón y en plena crisis de comunicaciones, evidencia no solo un retraso gravísimo, sino una maniobra de contención: si la comunidad no contestaba a tiempo, la responsabilidad recaía sobre ella (Diario ABC). Así, el Estado crea un escenario donde la inacción de las autonomías legitima la suya propia.

La DANA de Valencia: dilaciones calculadas

El 29 de octubre de 2024, la DANA dejó más de 227 muertos en la provincia de Valencia y devastó barrios enteros (Cadena SER). Seis meses después, solo el 14 % de las ayudas estatales están abonadas, frente al 47 % de las autonómicas (Vozpópuli), y las familias siguen presentando más de 375 nuevas solicitudes diarias para compensaciones que llegan tarde (Levante-EMV).

El Gobierno central delegó la activación de planes de Protección Civil a las comunidades, alegando competencialismo, pero negó ofrecer un plan logístico centralizado que coordinara recursos y financiación (infobae). Este reparto le permite esquivar la responsabilidad última: si la reconstrucción avanza lento, la culpa será de la Generalitat; si acelera, se atribuirá al Estado.

Provocación de desastres como estrategia política

Más allá de la inacción, existe un elemento perverso: la generación o amplificación de crisis para afianzar un relato de caos que justifique la concentración de poder. Cada vez que ocurre un desastre, el Gobierno insta a “no difundir bulos” y pide a la ciudadanía “confiar solo en fuentes oficiales” (ElHuffPost), un discurso que refuerza su monopolio narrativo y limita la crítica.

Al mismo tiempo, la apelación constante a posibles intrusiones externas o “ciberataques” crea un clima de miedo que disculpa la falta de inversión en infraestructuras y bloquea un debate técnico sobre la transición energética y el envejecimiento de la red (El País).

Conclusión: exigir responsabilidad, desmontar el maquillaje

La combinación de plazos imposibles (15 minutos), acusaciones cruzadas y gestión fragmentada no es fruto de la improvisación, sino de una estrategia de maquillaje político. Un Gobierno que recorta las alertas, diluye su responsabilidad y criminaliza a quienes buscan información está jugando con vidas y agotando la paciencia ciudadana. La solución pasa por:

1.    Protocolos unificados de emergencia que no permitan plazos arbitrarios.

2.    Investigaciones independientes sobre causas reales, sin filtros políticos.

3. Nombramientos basados en mérito, con criterios claros de solvencia y experiencia técnica.

4.    Transparencia total en la gestión de ayudas y reconstrucción.

5.   Rendición de cuentas ante el Congreso y la sociedad civil, con comparecencias regulares y acceso a registros de incidentes.

6.  Participación Técnica Oficialmente Titulada efectiva en la planificación de riesgos.

Solo así dejaremos de ver emergencias como un teatro de correos urgentes y empezaremos a garantizar la seguridad y el bienestar de todos.


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