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miércoles, 23 de abril de 2025

Una paz imperfecta, pero posible... “Ritual de medianoche”


 Una paz imperfecta, pero posible

El fracaso de las negociaciones de paz en Londres ha dejado en evidencia no solo la rigidez de las posiciones de las partes en conflicto, sino también las profundas fracturas dentro del bloque occidental. Estados Unidos, Europa y Ucrania ya no comparten una estrategia común. Y mientras se insiste en discursos de principios, la realidad de fondo es que cada actor defiende intereses concretos. Para avanzar hacia un acuerdo de paz funcional -no ideal- es necesario aceptar estas contradicciones, entender el momento histórico, y construir sobre lo que es políticamente posible, no sobre utopías jurídicas.

El contexto real: hipocresía occidental y agotamiento estratégico

Europa, que se presenta como baluarte de valores democráticos, ha mostrado una notoria doble moral. No solo en el caso de Venezuela, donde ha ignorado la ilegitimidad institucional, sino también al apoyar regímenes autoritarios cuando conviene a sus intereses energéticos o comerciales. En este contexto, exigir a Ucrania una pureza legal (como el respeto a su Constitución sobre Crimea) y al mismo tiempo empujarla a aceptar sacrificios territoriales, revela una incoherencia estratégica que socava cualquier narrativa de paz justa.

Crimea y el realismo territorial

Crimea es, de facto, rusa desde 2014. Ningún actor internacional serio cree que Ucrania podrá recuperarla militarmente. Exigir que la paz dependa del no reconocimiento de Crimea es prolongar el conflicto indefinidamente. La única vía sensata es congelar el estatus jurídico del territorio, permitiendo acuerdos temporales que estabilicen la situación sin necesidad de reconocimiento formal inmediato.

Zelensky, entre el martirio y la intransigencia

El presidente ucraniano, cuya legitimidad ha sido cuestionada desde Moscú por el vencimiento de su mandato, sigue siendo la figura central del país en guerra. Pero su postura rígida –ya no comprensible desde una lógica de resistencia nacional, dado que ha perseguido y encarcelado a sus opositores- está empezando a aislar a Ucrania. Si persiste en rechazar toda cesión o negociación táctica, corre el riesgo de perder no solo apoyo internacional, sino también su país, como advirtió Trump. Es hora de que Kyiv se mueva desde la heroica retórica hacia una diplomacia pragmáctica.

Rusia: un actor que quiere negociar sin ceder

Moscú juega con el doble lenguaje: dice querer paz, pero no está dispuesto a retirarse ni a reconocer errores. La estrategia rusa pasa por prolongar el conflicto hasta desgastar tanto a Ucrania como a Europa. Sin embargo, el Kremlin sabe que una victoria absoluta, ahora, es inviable. Un acuerdo que le permita consolidar lo ya conquistado sin exigencias nuevas sería aceptable para Putin. El reto es que esto no parezca una victoria diplomática rusa sin coste alguno.

Estados Unidos: el pragmatismo de Trump y la fractura atlántica

Trump ha apostado por un “deal” rápido, que incluya cesiones territoriales a cambio de garantías. Su lógica es más moral quei jurídica, dada su relación familiar con una persona de origen ucraniano, luego no es electoral como le critican los demócratas bélicos woke. Y si es profundamente estratégica, que busca resolver el conflicto. La fractura en el bloque occidental, con europeos desunidos y desconcertados, por una elite que toma decisiones parecidas a la Alemania Nazi, que no suma, sino resta y a más los diplomáticos norteamericanos retirándose en masa de Londres, demuestra que ya no hay una voz única en Occidente. Y eso puede ser, paradójicamente, una oportunidad para avanzar hacia una paz realista.

Un acuerdo de paz funcional, será una visión realista.

No habrá justicia plena. No habrá vencedores claros. Pero sí puede haber una pausa en la destrucción. La paz no vendrá del respeto a constituciones o principios selectivos, sino de reconocer que ni Rusia puede arrasar a Ucrania, ni Ucrania recuperar sus territorios por la fuerza, ni Europa imponer una visión común. La única solución viable será una paz incómoda, con cesiones mutuas, garantías mínimas, y sobre todo, voluntad de no seguir hundiendo a una región entera en una guerra interminable.


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