“Ciudadanía de sombras: La farsa
de Pinocho y Doña Rogelia”
En el trasfondo de los despachos diplomáticos y los susurros de pasillos de mármol, se urde la fantasía de “evacuar” y nacionalizar a doña Rogelia, esposa de un mandatario envuelto en la sombra de más de 275 millones de dólares procedentes de fondos opacos. Bajo el rótulo de una supuesta “jurisprudencia evolutiva”, se promulga la vía exprés un Marco de Asociación para el Desarrollo Sostenible que, mediante la reinterpretación del género documental, abriría de golpe las puertas de la ciudadanía y, a continuación, la libre disposición de enormes sumas depositadas en complejos fideicomisos offshore.
El último punto
culminante de la artimaña recayó en el ministerio de Exteriores, sobre el apodado
“Sacarino”, en cuyo previo memorándum secreto asienta, con aire de tratado
solemne, una oculta pero misteriosa y curiosa cláusula:
«Aunque la ley no prevea alterar la mención de género,
se admitirá tal cambio como mero acto identitario, con el único fin de conferir
a doña Rogelia la nacionalidad sin demora.»
A su sombra,
emerge la figura de Pinocho, gestor audaz que se encarga de tejer, en la
penumbra, certificados y dictámenes adornados con el prestigio de catedráticos
prestados. Él ordena la confección de testimonios amañados y la inserción de
cláusulas sin respaldo real, un verdadero ilusionista de la legalidad que sopla
aire a un globo de tinta que se desvanece a la primera luz judicial.
Sin embargo, tan
refinada puesta en escena choca con la letra de la ley: en la República
Dominicana sólo cabe el cambio de nombre ante el Tribunal Superior Electoral, y
jamás la modificación de la mención de género en los documentos civiles, salvo
para corregir simples errores de transcripción. Frente a este muro legal, la
implosión de la estratagema es cuestión de tiempo.
Al descorrer el
telón de esta farsa, el lector advierte que, más allá de los nombres evocadores
y la retórica enjundiosa, late un vacío de legitimidad. Ni memorandos secretos,
ni juristas de cartón, ni gestiones clandestinas bastan para transmutar la
ciudadanía en mercancía. Lo que sobrevive al análisis es el eco de una conjura
bien tramada, pero sin asidero en la realidad.
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