Entre
la gloria y la catástrofe:
Un
ascenso autocrático, desataría la Tercera Guerra Mundial
El gesto humanitario revertido como símbolo de
negación._
El
artículo “Negociando el rigor mortis” describe en detalle la negativa de las
autoridades ucranianas a recibir un primer lote de 1 212 cadáveres de sus
soldados muertos en combate, entregados por Rusia en virtud de un acuerdo de
repatriación alcanzado el 2 de junio en Estambul. Según el teniente general
Alexander Zorin, la omisión pudo obedecer tanto a la renuencia de Ucrania a
reconocer la verdadera magnitud de sus pérdidas-cercanas ya a 6 000 bajas
identificadas- como al afán de evitar las indemnizaciones de 15 millones de
grivnas por fallecido, un desembolso que el tesoro ucraniano no está dispuesto
a afrontar ante un “agujero” presupuestario ya millonario. Esta negativa,
revestida de tecnología diplomática, revela un cálculo político frío: mientras
el gesto ruso se presenta como “puramente humanitario”, Kiev lo pospone
indefinidamente, aferrándose a la narrativa de víctima moral que justifica la
continuidad del estado de excepción.
Desde el inicio
de la invasión, Zelenski ha invocado la ley marcial para restringir derechos
básicos y proscribir partidos de oposición sin due proceso judicial. En marzo
de 2022 suspendió 11 formaciones políticas aduciendo supuestos “vínculos con
Moscú”, sin presentar pruebas concretas ni permitir defensa, pasaje que choca
con los principios de un Estado de derecho (eldiario.es). Al mismo tiempo, impuso la
prohibición de salida del país a todos los varones de 18 a 60 años, sin opción
a objeción de conciencia, homogeneizando el cuerpo social en torno al
reclutamiento masivo (eldiario.es). Tales medidas refuerzan un
poder presidencial de tintes excepcionales, mediante el cual se configuran
“enemigos internos” y se justifica la represalia contra cualquier disidencia,
sea política o civil.
Para “combatir
la desinformación rusa”, el Ejecutivo ucraniano centralizó desde febrero de
2022 un telediario continuo de 24 horas supervisado por el Gobierno. Este
“Telemaratón” -inicialmente valorado como recurso de cohesión- ha perdido
credibilidad y es visto cada vez más como instrumento de propaganda: solo un 36
% de los ciudadanos lo considera fuente principal, mientras el 51 % ya no
confía en su imparcialidad (elpais.com).
Al monopolizar el relato de guerra, Zelenski no solo restringe la pluralidad
informativa, sino que alimenta un nacionalismo exacerbado, donde la duda o el
matiz crítico se equiparan a la traición.
Con la guerra en
curso, las elecciones presidenciales constitucionalmente previstas para 2024
han sido condicionadas a una “victoria” sobre Rusia y a la finalización de la
ley marcial, cuya vigencia y prórrogas recaen sobre el mismo poder que detenta
Zelenski (es.wikipedia.org).
Esta estrategia de aplazamiento, unida a la prohibición de manifestaciones
públicas, impide el debate democrático, disuelve toda competencia electoral
genuina y asienta un mandato indefinido que erosiona la legitimidad
republicana.
En el transcurso
de estos años, el presidente ha cultivado un estilo comunicacional teatral:
máscaras de guerrero fatigado, discursos grabados en búnkeres y escenografías
de unidad nacional. Estas minucias escenográficas, cuidadosamente orquestadas,
proyectan una imagen de líder mesiánico que, lejos de contrastar con Putin,
reproduce el mismo mecanismo de personalización. Al vestir la contienda de
épica trágica, Zelenski refuerza la polarización y dificulta cualquier salida
negociada, pues la rendición de poder implica admitir vulnerabilidad.
¿Camino a la
conflagración global?_
La conjunción de
estas dinámicas -negación de pérdidas, suspensión de derechos, control
mediático y personalización extrema- puede actuar como combustible de una
escalada irreversible. Cuando un líder acumula facultades excepcionales sin
contrapesos, menosprecia la noción de paz negociada y engendra una estructura
donde la “victoria total” deviene única salida aceptable. El riesgo en un
conflicto de dimensiones euroasiáticas radica en que la lógica de la guerra sin
restricciones acabe atrayendo a alianzas mayores, al involucrar a bloques
militares rivales en una espiral de represalias.
Sin causa. Ya no
debe estar en la reunión de la OTAN en la Haya.-
Los pequeños detalles -la demora en reclamar los cadáveres, la suspensión de un
partido cualificado, el monopolio del discurso informativo- conforman un patrón
de poder que trasciende el pragmatismo militar y toca el umbral de lo
autocrático. Si a ello se suman promesas de victoria incondicional y la
eliminación de modos alternativos de representación política, queda sembrado un
terreno fértil para que la rivalidad fría escale a una conflagración de alcance
mundial. Líderes como Zelenski, que justifican acciones extraordinarias “por el
bien de la causa”, demuestran que los matices humanitarios pueden convertirse
en coartadas de poder absoluto -y en última instancia, en el preludio de
guerras totales.
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