La única dote de la vida, la Belleza.
La vida, a la vista de nuestro entendimiento, es un grado simplicísimo
e inmanente del ser, y por lo general suele manifestarse a la fantasía y a los
sentidos, con todos los efectos propios de su movimiento. Y es donde observamos
que todo aquello pues, queda como un movimiento al elemento sensible, y añade
un inestimable encanto de belleza, revelando al ser intelectivo, aquella vida, que por ser esencialmente activa, forma la perfección de todas las sustancias
de este que son capaces.
De aquí es, que cuanta más vida encontramos, en el silencio de las
bellezas naturales, tanto y más reposara en ella la facultad que las contemple.
Por un lado el vivir, es un acto de movimiento, y el movimiento, es en sí
mismo mutación, y por consiguiente la mutabilidad de los objetos, sirve y place
a la fantasía, al igual, que a la inteligencia le place contemplar la vida; presenciar lo mudable, lo vario, recuerdan un defecto de los
seres, reducido por la inteligencia a la perfección de la unidad mediante el
orden.
Luego el orden, en los movimientos es perfección de belleza, a los ojos
del sentido, así como el orden de la vida, lo es a los ojos de la inteligencia.
La armonía de un orden ininteligible con el sensible, resplandecerá siempre
en la naturaleza; Donde lo Bello debe nacer en todo y por todo de la proporción;
Y la belleza inteligible, estará en las proporciones del orden, el cual,
reduciendo lo vario y lo finito a cierta unidad, nos dará la idea de lo
infinito a que atienden los anhelos de nuestra potencia intelectiva sin poder
llegar a él en acto.
Este orden y proporción, debe ser representado, de algún modo en lo
sensible, a fin de que el objeto, ejerza atractivo sobre la intuición humana. Debe,
por lo tanto existir proporción, ritmo y configuración, de la imagen con el
concepto, trasmitiendo unión con la proporción de lo sensible para con el que
siente.
Y puesto que varias son las facultades sensitivas, a cada facultad se
exige, que deba proporcionarse con armonía, lo sensible para que en él, repose
el hombre que entiende y siente. Luego, cuando lo sensible, ofrezca al que contempla,
ciertos rasgos, que representen semejanza de naturaleza, o correspondencia de
afecto, o estima o reverencia, todos estos inestimables valores, deben producir
en el hombre sensitivo, simpatía, tal que haga más dulce la contemplación de
los atractivos, cuyo conjunto constituye la gracia.
La regularidad y simetría de la naturaleza, proporcionan la inviolable belleza.
contemplar la vida; lo mudable, lo vario, recuerdan un defecto de los seres, reducido por la inteligencia a la perfección de la unidad mediante el orden."
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