Una serie de fracasos en
la vida personal pueden llegar a desestabilizarnos y hacernos dudar de nosotros
mismos. En momentos como esos, es fácil dejarse llevar y
desanimarse. Pero hay que decir que es posible restaurar la fe en uno
mismo, si somos capaces de restaurar la claridad mental anterior, donde también
cuenta cómo aumentar la autoestima.
Al dudar de nosotros
mismos, perdemos tiempo y oportunidades de desarrollo. Y así parecería que
una comprensión de esto debería estimularnos.
El problema es que la
incertidumbre constante nos deprime no solo moralmente, sino también
físicamente: nos cansamos más rápido, nos sentimos agotados y al final, incluso
las cosas que parecían fáciles se vuelven abrumadoras.
Para salir de este
círculo vicioso, la fuerza de voluntad por sí sola no es suficiente. Se aconseja
comenzar por reconsiderar las actitudes internas. Donde, la falta de
confianza en uno mismo se manifiesta en tres niveles diferentes:
·En lo que valgo, que es la base es la
autoestima.
·En lo que puedo y puedo hacer, siendo la
parte media es la confianza en uno mismo.
·Y del que soy capaz, es la parte
superior es la autoafirmación.
¿Podemos tener éxito en
lo que hacemos y tener baja autoestima al mismo tiempo? ¿O bien respetarte
a ti mismo sin tener suficiente fe en tus talentos y habilidades?
Aprender a creer en ti
mismo significa desarrollar la fe en tus capacidades, tus recursos internos,
tus talentos, en otras palabras, no tiene sentido intentar cambiarte a ti
mismo sin trabajar primero con tus configuraciones profundas. Aquí hay
algunas técnicas para ayudarlo a desarrollar un enfoque constructivo de su
propia vida.
Para recuperar la
confianza en ti mismo y aumentar la autoestima, no debes intentar influir en
aquellas áreas en las que eres más vulnerable.
Hay que concéntrese en
mejorar las habilidades que uno ya tiene. La conciencia de su propio dominio
aumenta la confianza en sí mismo a través de las emociones positivas que
experimenta el orgullo, la alegría, la ligereza mental. Digamos que tu
"capital" emocional aumentará, y así te dará energía para trabajar en
ti mismo y mejorará tu autoestima en términos generales.
Para salir de este
callejón sin salida, debemos trazar una línea clara entre un objetivo que es
específico y alcanzable, un objetivo que se puede lograr temporalmente para
encontrar un entendimiento mutuo, y una meta que actualmente resulta
inalcanzable para nosotros, con lo cual lo ideal es que justifiques cada uno de
tus objetivos: aclarar cuáles son nuestras posibilidades reales para lograrlo,
y qué opciones es mejor no tomar en cuenta.
El ser humano es dueño
de su destino y que, para ello, solo tiene que tomar sus propias decisiones
amparadas en el sentido profundo de su existencia, que nunca ha de ser la
infelicidad, por mucho sufrimiento que se soporte.
La voluntad de sentido
es el hallazgo de un argumento, una razón que nos permita orientar nuestra
vida, nuestros pensamientos y motivaciones hacia un objetivo que valide de
manera razonable nuestra forma de obrar y conducirnos en el mundo que nos ha tocado
vivir. Cuando una persona se rige por la voluntad de sentido no hallará la
frustración que encuentran aquellas que únicamente persiguen el placer o el
poder.
Esa carencia de
frustración le salvará, por tanto, del peligroso vacío existencial en que se
dejan atrapar tantos y que, a la vista está, no favorece el progreso individual
ni social. No hay nada ni nadie que no guarde algo bueno, y saber
apreciarlo es prueba de sabiduría. Pero hay quienes, movidos por la envidia y
la maldad, entre mil virtudes sólo perciben el mínimo defecto, que incluso
censuran y celebran: “Más feliz es el gusto de otros que, entre mil defectos,
toparán luego con una sola perfección que se le cayó a la ventura”. “Es pasión
de necios la prisa”.
No puede haber vida
buena, ni cultura, ni saber, ni buena conversación en los tiempos acelerados de
la premura. Elegir la lentitud es tomar partido por la profundidad de los
pensamientos y los sentires. Es aprovechar cada instante frente al
atropellamiento y el ajetreo incesante, al contrario de quienes “como van con
tanta prisa, acaban enseguida con todo”.
Elegir la lentitud
infunde valor a lo que hacemos: “Lo que se hace deprisa, deprisa se
deshace; mas lo que ha de durar una eternidad, ha de tardar otra en
hacerse”, podremos comprender que la aceptación de las dificultades en
base a un sentido último viene de lejos y no implica una actitud
derrotista ante la vida sino, tal vez, una vitalidad mayor ante los reveses que
esta nos propina.
Quizá convenga recordar
algo que pudiera parecer evidente. La filosofía no es autoayuda. La
autoayuda nos incita a gestionarnos y adaptarnos a lo dado, mientras que la
filosofía cuestiona lo dado.
La autoayuda es un
negocio que promete felicidad a cambio de adaptación (ahora lo llaman
resiliencia); la filosofía, por su parte, nos abastece de armas intelectuales y
nos entrena para no ser esclavos emocionales. No es autoayuda porque,
sencillamente, cuestiona lo que la autoayuda da por hecho.
La autoayuda parte de
una perspectiva pasiva y de sometimiento; la filosofía pide y ejerce la
actividad. La autoayuda es un negocio que vende la felicidad como un producto
de consumo, mientras que la filosofía piensa qué estructuras facilitan el
imperativo de la felicidad.
En definitiva, la
autoayuda reacciona (tarde y desde lo ya establecido) y la filosofía actúa
(desde el principio y desde los cimientos).
Nadie desea sufrir y
todos queremos ser felices. ¿De dónde proviene el bienestar y felicidad
que deseamos? Si viniera de afuera esa felicidad se desvanecería y
desaparecería porque todo lo externo es efímero. Por lo tanto, nuestra
felicidad no puede basarse en algo externo. La felicidad y el bienestar
estable que deseamos se origina desde dentro de uno mismo, es el resultado
de un trabajo interior.
Cuando hablamos de
cambio interior nos referimos a que nuestra conducta se vaya volviendo
más positiva, más virtuosa, más respetuosa y pensemos en los demás. Como
resultado vamos a recibir su cariño y su estima, esto nos hará más felices y
nos traerá el bienestar que buscamos. Mejorar como persona, respetar y estimar
a los demás es de lo que tratan las enseñanzas budistas, se llama
“dharma” en sánscrito, se refieren al cambio interior de mejorar para
encontrarse con ese bienestar.
Uno
mismo se gana el cariño o el rechazo de los demás
Este cambio interior no
es algo que dependa de los demás sino de uno mismo. Tampoco depende de la
suerte. Si queremos ganarnos el cariño de los demás necesitamos ser
honestos, hablar de forma correcta y virtuosa. Esto nos dará un subidón
de alegría porque vemos que la gente nos querrá y cuando necesitemos de
su ayuda nos ayudarán con alegría. Si realmente buscamos bienestar hemos
de comportarnos correctamente con el cuerpo, palabra y mente. Nuestras
acciones y manera de comunicarnos con palabras y con gestos han de ser
correctas, pero han de acompañarse de pensamientos correctos. Por el
contrario, las acciones incorrectas van a traer un resultado muy pesado y
sus consecuencias las padeceremos en vidas futuras.
Hay una frase que dice “Aunque tengas el deseo intenso de no sufrir y quieras ser
feliz, si tus acciones están creando causas de sufrimiento, seguiremos
padeciendo sufrimiento”. Es decir, si tus acciones no crean las causas de
felicidad no desaparecerá el sufrimiento.
Investiga
de donde viene la felicidad que deseas
Hay que identificar con
claridad cuáles son las causas que producen felicidad. Aunque estemos limitados
y el 100% de nuestras acciones no sean virtuosas, tenemos que intentar que al
menos un gran porcentaje de ellas sean virtuosas siendo más bondadosos y
serviciales. No podemos permanecer pasivos, hay que actuar para ser
mejor. ¡Analízalo, reflexiónalo!
En filosofía budista se
dice “uno mismo es el creador de su propio bienestar o de su propio sufrimiento”.
Por eso hay una frase que dice: “uno mismo puede ser su mejor amigo o su
peor enemigo”. Aunque parezca una contradicción tiene su lógica, nuestra
vida no termina cuando esta vida llegue a su fin, el cuerpo se queda,
pero la mente continúa. Las experiencias que tenemos después de esta vida
pueden ser buenas o muy malas, dependen de las acciones que hayas
realizado.
La filosofía budista no
reconoce a un ser creador supremo, externo que nos de esa felicidad o ese
sufrimiento, nadie decide lo que va a pasar después de esta vida. Es la
propia conducta y el propio resultado de mis acciones, de mi palabra y
pensamientos los que van a determinar lo que voy a vivir después de esta
vida. Mientras mis acciones actúen bajo el poder de emociones aflictivas
serán negativas e incorrectas y como consecuencia traerán experiencias de
sufrimiento.
Las
bendiciones no vienen de afuera
La mente se transforma
para ser mejor cuando actúas de forma correcta y virtuosa, esas son las
auténticas bendiciones. Vienen de dentro cuando cambiamos nuestra manera
de ser. Hemos de pensarlo primero para llegar a esa convicción. No
esperes que las bendiciones vengan de afuera ni de que te pongan las
manos en la cabeza, nos puede ayudar a inspirarnos, pero el cambio real
viene de analizar y transformar nuestro actuar. Hay que cuestionarse los
consejos que recibimos porque nos ayudan a entender.
El propio Buda dijo “no
creáis mis palabras simplemente porque las dice el buda, cuestiónalas y
analízalas, piénsalas y si tienen coherencia síguelas” El Buda nos da la
libertad de elegir, no son una imposición, cuando tras el análisis vemos
la coherencia y el beneficio de las enseñanzas, eso nos lleva a ponerlas
en práctica.
Nuestros
pensamientos y nuestra manera de actuar son los que determinan el bienestar o
el sufrimiento que tenemos
Los pensamientos con
los que llenamos nuestra mente son los que tenemos que cuidar con más
atención. Podemos empezar por aceptar la derrota con pequeñas acciones y
pequeñitos ofrecimientos de ofrecer la victoria a los demás. Prestar
atención a los demás es servir a los demás, es ofrecer la victoria. Cuando
estamos pendientes y nos volcamos en los demás acumulamos muchos méritos
(lo que se llama en filosofía budista virtud) y nos ganamos su
cariño.
“Aceptar la derrota y
ofrecer la victoria” significa comportamos de forma que ayudemos y
sirvamos a los demás empezando por los más cercanos a nosotros, además también
ayuda a desarrollar la paciencia.
Una
mente satisfecha es una mente feliz
Una mente satisfecha es
una mente que no persigue el deseo, esta contenta con lo que tiene. Las
guerras y los conflictos entre familias son producto de una mente
insatisfecha, quieren más a costa de los demás. Es como un riachuelo que corre
hacia abajo. La insatisfacción nos arrastra a meternos en problemas. Mejor
busca soluciones.
Recuerda la ley de
causa y efecto, si experimentas una situación desagradable es porque has
creado las causas en vidas pasadas y ahora están madurando las
consecuencias.
No te quedes atrapado
en la preocupación y en el enfado pensando que es injusto porque estarás
añadiendo sufrimiento a tu mente y te estarás te estarás cargando de
negatividad. Si dejamos que los problemas no nos aplasten no buscaremos
soluciones drásticas. Se consciente de que es fruto de un karma, acepta
la situación. La convicción en la ley de causa y efecto se consigue a
través del estudio, te ayudará a comprenderlo y a no quedarte estancado en
los problemas, aun cuando sean insignificantes.
Enseñanzas impartidas “Consejos de corazón”, por el
Ven. Guese Lamsang.
La suerte es tanto un objeto de deseo como un objeto de
prejuicio. Saliendo del propio marco de la magia y el fatalismo. Expresaremos
que de hecho, hay suerte al azar, pero hay otro tipo de suerte que se
puede empujar y cultivar, y esa suerte está disponible para todos. Se
cree que hay dos tipos de afortunados: los que coleccionan casos favorables
simplemente porque nacieron bajo una estrella de la suerte, y los que
recibieron un regalo del cielo (como una lotería, un encuentro fatídico, o bien
una cura inexplicable).
En el análisis del factor suerte, este permite establecer que
existen dos tipos de suerte: la pasiva (para ganar la lotería) y la
psicológica, que surge como resultado de una decisión volitiva, que es una
formulación consciente de una posición personal. El segundo tipo de
suerte se puede renovar, y se denominaría suerte a largo plazo.
Ambos tipos de suerte tienen cinco componentes: un encuentro
oportuno (la persona adecuada en el momento adecuado), información clave que
resultó ser el camino, apertura a lo nuevo (la posibilidad de obtener una
experiencia positiva), una solicitud inesperada, y un evento que cambia la vida
que interrumpe el curso normal de la vida.
Para prolongar la buena fortuna, es necesario preparar el
terreno en el que las semillas de oportunidades favorables puedan desarrollarse
y fortalecerse. Esto se puede hacer sólo si se dominan las siguientes
cuatro actitudes.
Establecer una tarea en función a la elección de valores y
normas personales que hacemos. Abrirse al mundo dirigiendo la energía en una
dirección determinada. Explotación fallida o reciclaje de contratiempos inesperados.
Convertirse en un talismán para los demás, cuando la suerte son otros.
El
sentimiento del amor, en multitud de ocasiones indomable, siempre ha sido
víctima de las distintas clasificaciones que las civilizaciones han querido darle,
así por ejemplo Los griegos, de hecho, identificaron siete tipos distintos de
amor: desde el que se siente por uno mismo hasta el sentimiento desenfrenado
por un amante.
Así pues ¿Qué es el amor romántico?, ¿Enamorarse y amar es lo
mismo? Reflexionar sobre este increíble y fascinante sentimiento, capaz de
proporcionarnos felicidad y sufrimiento a partes iguales, solo puede acercarnos
más a nuestra propia voz.
Al
otro lado de ese continente de los griegos, una civilización antigua, como la Inca,
no se tomó tantas molestias para clasificar las maneras de amar: prefirió
magnificar el sentimiento que nos ocupa en una única cualidad que debía regir
cada uno de nuestros actos. El “munay” Inca integra el amor a uno
mismo, al prójimo y al entorno, un concepto que conforma gran parte de la
cosmovisión andina y que apela a la raíz del verdadero amor más que al tipo de
relación amorosa. Así, aseguraban que amar debe ser vivir, evolucionar,
liberarse, integrar, perdonar, intensificar e iluminar.
En
la actualidad vivimos tiempos de volatilidad, de continuas prisas, donde uno se
explota a sí mismo y cree que está realizándose. Deambulamos en busca de una
felicidad inmediata, estimulados por una cultura superconsumista y embelesada
en la propiedad privada que impregna la cotidianeidad. El tiempo ya no es
vida, tan solo oro.
Al parecer ya no importa el tipo de persona que eres ni cómo
tratas a los demás sino que, por el contrario, lo que trasciende es la imagen o
caricatura de ti mismo que logras proyectar en las redes sociales, es decir, la representación a la realidad. Afirmemos que
en realidad en la actualidad prolifera el narcisismo, luego ¿Qué pasa con el
amor?
Las
relaciones interpersonales han perdido profundidad. Generar un vínculo que
perdure en el tiempo resulta un esfuerzo titánico debido a nuestra intolerancia
a la imperfección humana. No hay cabida para las equivocaciones ni para los
defectos, se prescinden de las segundas oportunidades. Ya no hace falta
detenerse en rasgar un poco la superficie de la persona para verdaderamente
conocerla más allá de su fachada, las ideas preconcebidas o prejuicios ya la
han sentenciado. ¿Para qué perder el tiempo si podemos encontrar a otra persona
en una aplicación de citas? es en realidad la tragicomedia acerca de las
relaciones individuales y colectivas que nos ha tocado escenificar, podríamos ahora
preguntarnos si ¿es posible repensar el amor de otra manera?
La historia de la existencia de una supuesta alma gemela no
ha hecho más que fortalecer ese modelo de amor popular que se aleja de la
realidad dada su improbabilidad estadística. El mito del amor romántico se
convierte, en ocasiones, en un sueño del que no queremos despertarnos porque,
mientras estemos dormidos, logrará ahuyentar una soledad involuntaria difícil
de soportar. La idea de que en algún lugar habita una persona predestinada es
muy seductora, nos narcotiza, nos proporciona consuelo.
En occidente admiten diferentes conceptos que admiten
diferentes combinaciones donde la intimidad, la pasión y el compromiso como
“teoría triangular del amor“, se erigen en los tres componentes que,
debidamente conjugados, dan lugar a siete tipos de amor.
Según
los griegos, el “philautia” o amor propio debería ser el principal interés de
todo humano: es el que permite el resto de devaneos.
Cuando más que ser un interés, el amor se revela
absolutamente desinteresado, firme y cierto y, además, se basa en la admiración
y el respeto hacia otra persona, provocando que solo se desee su bien,
estaríamos ante lo que los antiguos griegos denominaban “philia”, una
categoría que Aristóteles redujo a la de pura amistad en aras del bien común en
su Ética a Nicómaco.
En las antípodas de dicha “philia” se
encontraría “ludus”, que viene a ser el amor puramente sexual, ese en
que los amantes se entregan con ferocidad salvaje a procurarse el máximo placer
carnal.
A pesar de que “ludus” pueda parecer nacido de un
instinto más animal que humano, no deberíamos olvidar que, en muchas ocasiones,
esa fogosidad inicial de una relación va evolucionando, con el tiempo, hasta convertirse
en eso que algunos románticos aún llaman amor verdadero. El “pragma” griego
es ese tipo de amor que conforman el tiempo y la confianza, la aceptación de
las diferencias y, por tanto, la multiplicación de las afinidades.
Muy a menudo, las diferencias de la persona amada son
asumidas por el amante como imperfecciones. Pero cuando, a pesar de dichas
imperfecciones, se persigue a toda costa el bienestar de la persona amada,
surge el ágape o amor incondicional, en que predomina la
ternura. Curioso cómo el ágape griego tornó, en latín, en las comidas
fraternales que compartían los primeros cristianos.
Las
imperfecciones de la persona amada son, en no pocas ocasiones, ignoradas por
quien ama. Tanto que llega a convertirlas incluso en virtudes. En tales
ocasiones, el deseo, la atracción sexual, la intensidad y el apasionamiento idealizan
el amor que se siente y empujan a cometer verdaderas locuras. El eros representaba,
para los antiguos griegos, ese amor romántico exacerbado.
Sin
embargo, cuando reproducimos el modelo de amor romántico se produce una
excesiva idealización y sacrificio por el otro. Nuestras esperanzas de plenitud
son depositadas únicamente en la persona amada. Todo empieza a girar en torno a
ella, desencadenando una dependencia emocional que acaba por normalizar los
celos, las inseguridades y el control como mecanismos legítimos para demostrar
el amor. La fantasía del modelo romántico considera que la pasión del
cuerpo siempre será continua e inagotable, provocando sentimientos de
culpabilidad a la parte que un día se despierte y ya no lo tenga. Además,
consta de un arraigado sufrimiento y abnegación por el otro, ya que cualquier
renuncia es poca con tal de transitar hacia aquel amor verdadero y omnipotente
que todo lo puede, y sobre el que no dejamos de creer que perdurará para toda
la vida.
La
posesión es otra de las características más comunes que lo sustentan, pero en
realidad lo que no se nos explica es que, a medida que se piensa en nuestro
compañero como propiedad, el vínculo se mercantiliza. Entre propiedades, hay
un intercambio dominado por la lógica de la ganancia. “Te doy con la
condición de recibir lo mismo como contraprestación”, convirtiendo al amor en
un bien de consumo, un acuerdo comercial del que se requiere un beneficio para
continuar la relación. ¿Es eso el amor?.
¿Alguna
vez que de repente vives un día sorprendente, en el que ocurren cosas
inesperadas…?
A mi sí, a veces acojo lo
inesperado con alegría, otras con neutralidad o pesar.
Las cosas suceden y, aunque
reaccionamos a ellas, de por sí no tienen un valor positivo o negativo. Las
emociones tampoco tienen un valor a priori, aunque con mucha facilidad las
categorizamos como positivas o negativas. En diversas ocasiones, he escuchado
decir que detrás de nuestras emociones, las llamadas emociones negativas, se encuentra
el miedo.
Esta manera de pensar está
muy en consonancia con la filosofía que propugnan que existen dos emociones
básicas: el miedo y el amor. Donde o vibras en el amor o vibras en el miedo. En
la experiencia, que pasamos juntos el miedo me contrae, y el amor me expande
(aunque a veces, da mucho miedo esto del amor…).
En alguna mirada manifestamos
desequilibrio emocional cuando nuestra personalidad se aleja del mandato de
nuestra alma. De esta manera, nuestros desequilibrios emocionales son una
llamada de atención para que volvamos al propósito de nuestra alma. Entonces,
cuando percibas que no estás vibrando en un lugar donde reina la armonía con el
amor y la paz, la invitación es revisar que detonó esta emoción, para poder
equilibrarla y regresar a un lugar de paz.
Sí, ya sé que a veces no es
tan sencillo. Especialmente cuando estás en medio de un volcán emocional que lo
ocupa todo y casi no puedes ni pensar…
A menudo, a mi se me escapa
el origen de mis emociones. Cuando estoy muy sumergido en una emoción, está lo
ocupa todo y me es muy difícil parar a escuchar esta incomodidad y darme el
espacio para entrar en contacto con lo que detona esta emoción.
Otras veces, en cambio, soy
perfectamente consciente del origen de mi emoción, pero no por ello puedo
cambiarlo cuando quiero, ¿te pasa a ti también?
En estos momentos de volcán
emocional, cuando se manifiesta el enfado, la tristeza, la rabia o la
incomodidad, por hablarte de algunas emociones, lo que de verdad me
ayuda es cambiar de registro y subir a la montaña poniéndome en contacto con la
naturaleza. Yo también sé que es así para ti, es cuando en ese lugar aparece entonces el
regalo de lo inesperado: donde la belleza de la naturaleza nos inunda y podemos
volver a inspirarnos, es cuando me abro a escuchar la naturaleza, mi ánimo
cambia radicalmente.
La Naturaleza nos sana.
Especialmente si caminamos en ella en actitud de silencio mental y nos abrimos
a su vibración, paseos en los que abrimos los cinco sentidos para obtener el
bienestar que este entorno natural nos aporta.
“Todo
está en mis manos”: cómo dejar de hacerte víctima
La vida es compleja e impredecible, y el mundo es
cruel. Solo queda rendirse y culpar a las circunstancias de todos los
fracasos. Mucha gente vive en una posición tan pasiva. Conveniente,
¿no? Pero, ¿Cuál es el precio de esta comodidad? Un coach empresarial
cuenta cómo pagamos el papel de víctima y cómo cambiar nuestro rol de vida.
SEÑALES
Si a alguno de nosotros se nos pregunta si somos víctimas,
la mayoría dirá que no. En el entendimiento de la gente, esto es algo
terrible y débil. Asociamos esta palabra a las crónicas
criminales. La imagen que a menudo surge en la mente es alguien rodeado de
tiza en el pavimento.
Pero desde el punto de vista de la psicología, la
víctima es una interpretación en la que alguien o algo afectan nuestros logros,
estado de ánimo y felicidad. Somos víctimas en diferentes situaciones: en
las relaciones con el jefe, pareja, hijo. Una cosa los une: encontramos
una razón para ofendernos y comenzamos a manipular.
Creencias
¿Qué cree la víctima? Por lo general, tiene seis
creencias. Echemos un vistazo a cada uno.
1. "La fuente del
problema está en la otra persona". Alguien sin razón fue grosero con
la víctima, la ofendió.
2. "Las
circunstancias están por encima de nosotros". Así se desarrolló la
vida, no había otra salida a la situación. La víctima se ve obligada a ir
a estudiar a este instituto o pasar las tardes en un trabajo que no le gusta.
3. "Nada se puede
cambiar, no hay otra opción". Lema: "Yo no soy así, la vida es
así".
4. “Somos solo una
consecuencia, no una causa de lo que está sucediendo en la vida”. Alguien
más siempre influye en la vida, nuestra elección o actitud.
5. "Nada depende de
nosotros". Frase favorita: "Más allá, nada depende de
mí". El destino está en el poder de otras personas o eventos.
6. "El foco está
siempre en el pasado". El sacrificio se concentra en el desayuno que
la esposa no preparó, en las flores que el esposo no entregó. Todo el día
no puede olvidar al conductor que no pasó en una intersección peatonal.
CONSECUENCIAS
Positivo
Leer y comprender la frase: "Siempre ganamos el
juego que jugamos". Vuelve a leerlo tantas veces como sea necesario
antes de seguir leyendo. Cuando elegimos ser la víctima o culpar a alguien
más por el fracaso, lo hacemos porque nos beneficia mucho. Una persona
siempre hace lo que trae bonificaciones, simplemente son
diferentes. Veamos algunas razones por las que vale la pena ser una
víctima.
1. Atención: las
personas escuchan atentamente y empatizan. A veces incluso puedes
conseguir algo material. Sucede que, por ejemplo, perdonar deudas.
2. La capacidad de no
cambiar nada en la vida. "Si todo depende del vecino en el hueco de
la escalera, ¿Qué puedo hacer?"
3. El derecho a soltar y
dejar de controlar las emociones. Una mujer puede llorar, un hombre puede
luchar.
Negativo
Pero donde hay beneficio, siempre hay un
precio. Hay un precio a pagar por ser una víctima. A continuación se
muestra una breve lista de precios. Tiene solo dos monedas, pero las más
caras son la felicidad y la salud. Al elegir esta posición, pagamos con la
felicidad que podríamos obtener de las relaciones sólidas, la comunicación con
los familiares. La mayoría de las enfermedades son psicosomáticas,
sus causas son el resentimiento. Justo lo que constituye la principal
"riqueza" de la víctima.
QUÉ HACER
Ahora que nos hemos ocupado de las creencias y los
beneficios, consideremos si hay una forma diferente de ver las cosas. La
respuesta es sí.
1. Mirar lo que está pasando desde la posición de
autoría
Si es necesario, repite el mantra todos los días:
"Todo depende de mí, puedo manejar cualquier circunstancia y cualquier
situación".
2. Hazte preguntas
· "¿Dónde
está mi foco de atención: en el pasado o en el futuro?"
· "¿Cuál
es mi objetivo?"
· “¿Qué
quiero construir en esta relación?”
3. Identifica todos los pros y los contras del puesto
Si miras a tu alrededor, la mayoría de la gente elige
la interpretación de víctima. Incluso si eres uno de ellos, existe la
oportunidad de cambiarlo todo. Coge una hoja de papel y en la parte
superior escribe las situaciones en las que eliges el papel de víctima:
· En la
columna de la izquierda, indique el beneficio que recibe, todas las
ventajas,
· En la
columna de la derecha, define todo con lo que pagas.
Piensa en lo que es más valioso para ti.
No es fácil cambiar el comportamiento habitual,
rechazar una posición en la que simpatizas. Cada vez que sienta la
necesidad de culpar a la mala suerte o a un colega astuto por sus fracasos,
eche un vistazo a la columna de la derecha. Quizás admitir sus propios
errores y comenzar a trabajar en ellos no sea tan difícil y ciertamente más
barato que pagar el tratamiento y restaurar las relaciones con sus seres
queridos.