Extraños llamando a la puerta.
Nuestra capacidad para preocuparnos por los otros, es un hecho, y suele aparecer, cuando nosotros mismos, estamos expuestos al sufrimiento, se identifica, como una empatía difusa, que cae en la tentación inmediata de escapar y trata de eludir, lo que precisamente nos hace humanos.
Sabemos, que si establecemos contacto visual, podemos llegar, a compartir algo de los sentimientos ajenos, pero nunca queremos, experimentar emociones negativas y tristezas. Porque sabemos, que eso nos hace conscientes, de cuan frágil, inestable y temporal es la presunta seguridad, de nuestras vidas.
El peregrinaje de nuestra vida, sigue resultando un fiel reflejo, de nuestros pensamientos, sólo cambiando, nuestra forma y manera de pensar, podremos tener opción, a cambiar nuestra vida.
La constitución del pensamiento, es el poder de sustantivar las abstracciones, sin arrepentimientos, siendo esta, una de las aptitudes fundamentales del pensar, y sin la cuál, nuestro universo de sensaciones o sentimientos, aislados y distintos, se reducirían por equivalencia e identidad a la casualidad.
En realidad a determinada edad, parece resultar levemente siniestro, volver a saber que se siente, que te den una mano y aunque sea por unos instantes, tampoco sabemos tomarla, cuando nos la extienden.
La solución a los arrepentimientos,
mismo valor, misma importancia .
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