Se muere por volver
Saber diferir la naturaleza de los amores, son las únicas pruebas
reales, de que esta suposición, no suele destacar en nuestros cerebros, muy
poco habituados a razonar, los despechos de las categorías dignas, viéndose comprometido
a inquirir causas por una fe tozuda y obsesionante.
Con el gran amor, se puede redimir al mundo, y sin embargo, el gran
amor está hoy sustituido, con más naturalidad y frecuencia, por una excitación
mezquina, tan importante como la pasión de una excitación sensual, o al mismo conjunto
de impresiones psíquicas y materiales. Todo es cuestión, de habituarse a
emociones fuertes, donde ya no se puede prescindir de ellas, aunque por ello se
sufra.
Resulta necesario y tenemos que cuidar, muy a menudo nuestro énfasis,
cuando se siente amor; y estando enamorados de la inquietud, pudiéramos decir
que no se come, que no se duerme, y no se encuentran su finalidad sin esa
persona, son síntomas iguales, a los que exponen a los enamorados en la misma declaración.
Aunque algunos amantes, prefieren y quieren las torturas, de su amada
inquietud, pues aunque ella no sea, de por si atrayente, la inercia orgánica,
les arrastra en busca, de aquello que maldecirán cuando lo alcancen. Y como lo
mismo sucede en todos los amores ó, por mejor decir, por la fuerza de la
costumbre que llamamos amor, debemos considerar a éste como un simple apego que
la rutina pone en nuestras costumbres.
El menosprecio de la desdicha se compra con la seducción.