Halagos
La realidad de nuestra
limitación, de nuestra imperfección, de nuestra impotencia para conseguir la
felicidad en la vida, es una entelequia, y se suele imponer rápidamente, y nos solemos
ver en la continua alternativa, de renunciar para siempre a esa esperanzada
armonía, a que nos destina, los sucesos neutros, de la propia naturaleza, y de los
que son expresiones, nuestras aspiraciones, nuestros sentimientos, o nuestros ideales.
Sustraernos, aunque nos
los brinden, que por altos que sean los honores, que por grandes que sean las
riquezas, que por intensos y comprometidos que sean sus amores, sus amistades, y
sus afectos; Nuestra sabiduría solo se encauzará, distinguiendo, en que jamás
han conocido, ese gusto de honesta suavidad inefable, donde esa flor de
fragancia, que cautiva nuestros sentidos y misteriosa virtud, que se llama
felicidad. Donde el silencio, siempre altero sus placeres, la deficiencia o el
hastío, de la pasión contrariada ó la inseguridad inevitable.
Dado que los reflejos
de nuestra imaginación y memoria, tan solo nos constatan, que el ser humano,
mientras se sienta halagado por el mundo visible, no piensa en el mundo de lo
invisible, y que tan solo con el desengaño, la angustia, o las tristezas de la vida,
le llevaran a la consideración y el anhelo de un sueño, de un más allá. Donde
el alma sienta inquietud, en virtud de su propia actividad, y vuelva a recobrar
las funciones intelectuales en la consciencia de sus actos.
El hombre evoca recuerdos y se recrea con las caprichosas creaciones
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