Olvidada ornamentación
El profundo sentido
artístico de la Edad Media, que normalmente subordinaba la escultura y la
pintura á las características de la edificación, buscando un conjunto armónico,
tiende a desaparecer en el periodo del Renacimiento.
En ese momento cada
obra de arte ostenta y tiene valor en sí misma, donde las pinturas no son sencillos
bocetos, sino verdaderos cuadros; los grandes lienzos de muro y la estructura
unida de las bóvedas ofrecieron al pintor anchos campos de composición.
En los casos más
estudiados esta composición se recuadra por las líneas artísticas edificatorias,
como por ejemplo la cúpula de San Pedro realizada por Miguel Ángel Buonarrotti
y a su muerte Giacomo della Porta y Doménico Fontana y ornamentada por el interior por Giuseppe
Cesari.
En otros casos la
pintura lo invade todo, haciendo desaparecer la arquitectura como la cúpula de
Parma donde el fresco de la Asunción de la Virgen de Antonio Allegri da
Corregio, y en otros los más conocidos la pintura desfigura el espacio de la
edificación fingiendo lunetos, columnas y frontones que no existen ni pueden
existir como se contempla en el techo de la Capilla Sixtina de Miguel Ángel.
Se observa que la
escultura ornamental es, en un principio, fina, delicadísima, y aún en las
escuelas que más se prodigo, como la milanesa y la española, tratada con un
perfecto conocimiento de la ornamentación.
Pero bien pronto la escultura
estatutaria, siguiendo el mismo principio artístico que la pintura, se declaro
independiente del edificio.
Todavía hasta la mitad
del siglo XVI se contendrán en las líneas de la arquitectura y ocupara los
sitios a ella destinados.
Mas adelante con Miguel
Ángel primero y con Francesco Castelli, el cantero pintor de la Mancha Borromini
mas tarde, la escultura trepara por las líneas verticales, se desbordara de las
horizontales y hará equilibrios en las inclinadas, sin respetar los elementos
arquitectónicos ni la tranquilidad de líneas y masas.
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