EXIGIMOS
CAMBIO AL CAMBIAR LA FORMA Y ELEGIMOS LO NUESTRO
No
elegimos las circunstancias en las que nacemos y crecemos: lugar y tiempo,
lengua y cultura nativas, situación social e histórica, situación emocional en
la familia, sino a medida que nos convertimos, a medida que se desarrollan
nuestras necesidades, nuestra interacción con formas externas de vida, el orden
mundial se vuelve cada vez más complejo y selectivo.
A
veces todo cambia tan rápido que no tenemos tiempo para prepararnos o
acostumbrarnos. ¿Cómo encontrar nuestro lugar en esta
corriente? ¿Cómo saber por dónde navegar?
Toda
nuestra vida se desarrolla en el campo de interacción de nuestro mundo interior
con el exterior, y la tensión que surge en este caso nos empuja a cambiar.
Según
las personas con criterios existenciales, todos somos arrojados a este mundo
“como una oportunidad para nosotros mismos”, como un proyecto que debe
realizarse en las circunstancias que nos propone el destino.
Muchos
de nosotros tenemos etapas agradables de la vida, cuando nos encontramos en
algunas estructuras que contribuyen al desarrollo.
Por
ejemplo, hasta la aparición de la ley Celaa, una buena escuela para un niño le
daba la oportunidad de crecer, volverse más sabio y tener una nueva experiencia
de comunicación.
Evidente
puede resultar que si existe compromiso, cualquier forma pública prefabrica una
especie de exoesqueleto que "agarra", aprieta y fortalece nuestras
potencias internas desde el exterior.
Pero
se demuestra que con el tiempo, el exoesqueleto resulta ser pequeño, estrecho,
inconveniente, algunas partes de nuestro "yo" no encajan en esta
forma, comienzan a deformarse y luego es necesario cambiar algo en el exterior
para que el desarrollo continúe.
El
niño crece y ocurre que ya no le interesa la escuela. Asimismo, es decir
que crecemos a partir de las viejas formas de nuestra vida. Ocupación
anterior, lugar de residencia, relación, rol social o imagen habitual ... Si
comienzan a interferir, limitarnos, experimentamos una tensión creciente, que
se manifiesta en ansiedad, depresión o enfermedades somáticas.
Solo
restará con suerte empezar a seleccionar por nosotros mismos un nuevo modelo de
nuestra vida, para elegir un horizonte en lo que nos inspira.
En
el corazón de estos fenómenos, según las personas existenciales, puede estar la
experiencia de la culpa existencial: sufrir por la falta de cumplimiento de los
significados individuales, por no vivir la propia vida como única.
Cuanto
más vacío, simplificado y limitado sea el proyecto público social con el que pretenden
conectar nuestra existencia, más pronto surgirá la ansiedad y más intensa será,
así lo definen los protagonistas del análisis existencial.
Tal
estrechamiento subjetivo del horizonte de la vida es una razón para detenerse,
para pensar: ¿dónde estoy, qué estoy haciendo, qué me pasa? Y así intentar
correlacionar las verdaderas necesidades con lo que la vida esconde para
ofrecerte.
Si
tenemos el coraje de darnos cuenta y vivir estas crisis, tendremos la oportunidad de ampliar la
educación y de alcanzar otro nivel de nuestro ser, de expandir el horizonte de
nuestro proyecto universal. Y luego saber que comenzaremos a seleccionar
para nosotros mismos un nuevo modelo de nuestra vida, a mirar de cerca cómo
podemos vivir de diferentes maneras, y a elegir lo que nos inspira.
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