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lunes, 8 de septiembre de 2025

China y el imperio del lenguaje.......I Wasn't Enough


 “China y el imperio del lenguaje”

Este artículo analiza la transición hacia un orden mundial multipolar y la forma en que la iniciativa de gobernanza global de China se erige como una narrativa estratégica en dicho proceso. Se examinan las interpretaciones sobre la propuesta de Xi Jinping, la reacción europea, así como la posición del mundo árabe y de América del Sur. Se sostiene que China busca crear un lenguaje político propio, destinado a legitimar su liderazgo en el Sur Global, del mismo modo que Occidente impuso conceptos como “democracia liberal” o, más recientemente, discursos culturales como el “woke”. El estudio concluye que la disputa no es meramente geopolítica, sino fundamentalmente económica y normativa: quién define las categorías, las instituciones y los marcos de legitimidad en el siglo XXI.

La noción de multipolaridad ha adquirido un lugar central en el análisis de las relaciones internacionales contemporáneas. El progresivo desgaste de la hegemonía estadounidense y la emergencia de polos alternativos, China, Rusia, India, el mundo árabe y, en menor medida, América del Sur, han configurado un escenario de competencia multidireccional. En este marco, el texto “Trump multipolar” ofrece una doble clave de lectura: por un lado, el estilo unilateral y transaccional de Donald Trump como expresión de una multipolaridad sin normas; por otro, la iniciativa de Xi Jinping de una “gobernanza global más justa e igualitaria”, interpretada por diversos expertos rusos.

El presente artículo examina este debate desde una perspectiva crítica. Se argumenta que la gobernanza global china constituye menos un programa institucional concreto que una narrativa política cuyo objetivo es construir legitimidad en el Sur Global, deslegitimar el orden liberal occidental y proyectar un lenguaje propio en las relaciones internacionales.

La multipolaridad como fragmentación

La multipolaridad no debe entenderse como un “orden” estable, sino como un sistema fluido de polos de diverso tamaño que interactúan en función de intereses coyunturales. En este contexto, el estilo político de Trump representa la versión más coherente de esta lógica: desprecio hacia las instituciones multilaterales y preferencia por negociaciones bilaterales en las que Estados Unidos sigue considerándose invencible.

Sin embargo, esta estrategia, aunque eficaz en el corto plazo, genera un vacío normativo que abre la puerta a otros discursos de organización internacional. Es aquí donde se inserta la iniciativa china.

La gobernanza global de China: entre la narrativa y la estrategia

Continuidad histórica_ Se puede sostener que la propuesta de Xi Jinping constituye una actualización de los “Cinco principios de coexistencia pacífica”, formulados en los años cincuenta: soberanía, no agresión, no injerencia, beneficio mutuo y coexistencia pacífica. De este modo, China apela a la tradición para legitimar su aspiración de liderazgo.

Construcción de bloques en el Sur Global_ La iniciativa no es un plan concreto de reforma institucional, sino un marco discursivo alrededor del cual Beijing busca articular un bloque de apoyo compuesto principalmente por países del Sur Global. Su finalidad última es la transformación gradual de las normas internacionales en función de intereses chinos.

Aceptación de la realidad_ Se podría interpretar la propuesta como un “manifiesto de aceptación de la realidad”: China habría comprendido que Occidente no reformará las instituciones heredadas del siglo XX (FMI, Banco Mundial, OMC) y, por tanto, apuesta por la creación de estructuras paralelas y regionales (BRICS+, OCS+).

Autoposicionamiento global_ Por primera vez en décadas China formula un concepto holístico de gobernanza global, elevando su discurso a la categoría de narrativa universal. Lo decisivo aquí es el lenguaje político: Pekín evita términos occidentales como “multilateralismo” o “globalismo” y busca imponer su propia terminología, replicando la estrategia cultural con que Occidente introdujo categorías como “democracia liberal” o el discurso “woke” en el debate global.

Dimensión de seguridad_  Se destaca la inclusión de la seguridad global como pilar de la propuesta: rechazo de sanciones unilaterales, oposición a la ideologización económica y apuesta por la indivisibilidad de la seguridad. Este enfoque multidimensional refuerza el atractivo de la narrativa china en regiones inestables.

Europa, mundo árabe y América del Sur

La reacción europea se caracteriza por la ambivalencia: subordinación militar a la OTAN y a EE. UU., pero dependencia económica de China y energética del mundo árabe. La autonomía estratégica europea, aunque deseada, parece inalcanzable.

El mundo árabe, en cambio, percibe en la iniciativa china una oportunidad para escapar de la tutela occidental. Los países del Golfo explotan su poder energético en clave de equilibrio, mientras que el Magreb y Oriente Medio valoran el principio de no injerencia. El rechazo a sanciones unilaterales y la causa palestina fortalecen el acercamiento a Moscú y Pekín.

América del Sur enfrenta la multipolaridad desde una posición periférica: China es ya socio comercial dominante en varios países, Rusia ofrece apoyo político selectivo, y Estados Unidos mantiene su influencia financiera y seguritaria. Sin embargo, la falta de integración regional limita la capacidad sudamericana de constituirse en polo autónomo.

Dimensión filosófica: el lenguaje, la hegemonía y el autoritarismo

En la tradición filosófica clásica, Platón advertía en el Gorgias sobre la capacidad del discurso (logos) para modelar las conciencias y legitimar el poder. En la misma línea, Aristóteles distinguía entre el logos como instrumento de deliberación política y el uso sofístico del lenguaje para manipular a las masas.

Aplicado al caso chino, la iniciativa de gobernanza global puede interpretarse como un intento de apropiarse del logos internacional, creando categorías nuevas para reordenar el mundo según sus intereses. Al evitar conceptos de raigambre occidental como “multilateralismo” o “globalización”, China persigue lo que los estoicos habrían llamado hegemonikon: el centro rector que orienta no solo las acciones, sino también las percepciones y valores.

Ahora bien, este esfuerzo discursivo se enmarca en un sistema de naturaleza autoritario. A diferencia del ideal clásico de la isonomía (igualdad ante la ley) o de la polis como espacio de deliberación, el modelo chino se sustenta en un control interno férreo sobre la sociedad, la censura de disidencias y la subordinación del individuo al Estado. En términos de filosofía política, la trayectoria de China recuerda más al despotismo oriental descrito por Montesquieu que a una república aristotélica o a una politeia equilibrada.

En este sentido, la gobernanza global propuesta por Pekín no debe confundirse con un universalismo democrático, sino que constituye una proyección externa de su propio autoritarismo adaptativo: flexibilidad narrativa hacia fuera, rigidez normativa hacia dentro. Se trata de un “imperio del lenguaje” donde el poder blando se conjuga con un proyecto de supremacía normativa.

Resumiendo: “El logos autoritario: China y la nueva gobernanza global”

La gobernanza global china, más que un plan de acción, constituye una estrategia discursiva. Busca legitimar el ascenso de China, erosionar el orden liberal occidental y seducir al Sur Global mediante un lenguaje político propio. Este esfuerzo debe entenderse como parte de la lucha por el control de los significados: así como Occidente introdujo conceptos como “democracia liberal” o “woke”, China pretende construir un vocabulario internacional que naturalice su hegemonía emergente.

El debate sobre multipolaridad y gobernanza global no es, pues, meramente geopolítico. Se trata de una disputa por la redistribución del poder económico y normativo mundial, en la que cada polo compite no solo por recursos, sino también por el derecho a definir las palabras y categorías con que se nombra y ordena la realidad internacional.



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