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sábado, 13 de septiembre de 2025

El rating cautivo: S&P descubre la España resiliente (aunque las cuentas sigan en el armario)… Ocean drive

 


 “El rating cautivo: S&P descubre la España resiliente (aunque las cuentas sigan en el armario)”

La valoración soberana de un Estado por parte de las agencias de calificación constituye un elemento de enorme influencia en los mercados financieros. España, inmersa en tensiones judiciales y arbitrajes internacionales por incumplimientos en el pago a inversores de energías renovables, sigue siendo objeto de escrutinio por parte de S&P Global Ratings. Dos informes recientes, el de 14 de marzo de 2025, que mantiene la calificación en A/A-1, y el del 12 de septiembre de 2025, que eleva la nota a A+, ilustran tanto la coherencia metodológica como las contradicciones estratégicas de esta agencia en su valoración del riesgo país.

Ambos informes comparten una serie de diagnósticos:

Crecimiento económico superior al promedio europeo: España se mantiene como una de las economías más dinámicas de la eurozona, con proyecciones de crecimiento en torno al 2-2,6% anual, frente al estancamiento de países como Francia o Alemania.

Persistencia del elevado endeudamiento público: La deuda sigue en torno al 100% del PIB, con trayectorias de reducción modestas hacia 2028, muy por debajo de las mejoras logradas por Portugal o Grecia.

Resiliencia externa: Ambos documentos destacan el desapalancamiento privado y los superávits por cuenta corriente como factores clave de la estabilidad financiera.

Debilidad institucional: Se subraya la fragmentación política y la incapacidad de aprobar presupuestos desde 2023, lo que limita las reformas estructurales y deja a España en un marco de política fiscal reactiva, más que planificada.

Mercado laboral dinámico pero aún frágil: La dualidad persiste pese a mejoras en la contratación indefinida; el desempleo sigue muy por encima de la media de la OCDE.

Las divergencias entre marzo y septiembre se centran en la interpretación del balance externo y sus implicaciones crediticias:

·      Informe de marzo (A/A-1, perspectiva estable):

Predomina la cautela. S&P reconoce el dinamismo de las exportaciones y la inmigración, pero insiste en que la deuda pública es un lastre.

Advierte de los riesgos derivados del gasto en defensa, de la volatilidad internacional y de la fragilidad institucional.

Señala que la consolidación fiscal es insuficiente y que España no aprovecha plenamente su ciclo expansivo para reducir deuda.

·      Informe de septiembre (A+, perspectiva estable):

El tono es más triunfalista: se subraya la mejora estructural de la posición externa, con la deuda neta externa descendiendo del 150% al 130% de los ingresos por cuenta corriente en el horizonte 2028.

La calificación se eleva pese a que los desequilibrios fiscales permanecen prácticamente intactos, con un déficit que apenas baja al 3,2% del PIB en 2024 y se proyecta al 2,6% en 2028, cifras muy similares a las estimadas en marzo.

Se enfatiza un cambio cualitativo en las exportaciones: mayor peso de los servicios de alto valor añadido frente al turismo, interpretado como una transformación estructural.

En suma, mientras en marzo se pondera el riesgo fiscal y político, en septiembre se premia la resiliencia externa, incluso sin mejoras fiscales relevantes.


La disparidad de conclusiones en un intervalo de seis meses invita a una lectura crítica.

Sobrevaloración del balance externo: Si bien la reducción de la deuda externa neta es innegable, la premisa de que este proceso es irreversible resulta optimista, sobre todo en un entorno de fragmentación parlamentaria, tensiones arancelarias globales y litigios internacionales que pueden mermar la balanza de pagos.

Infravaloración del riesgo político: El reconocimiento de la parálisis presupuestaria se mantiene en ambos informes, pero en septiembre no impide la mejora de la nota. La contradicción es evidente: ¿cómo conciliar un “estancamiento político” con un alza de calificación?

Déficit de realismo fiscal: La ratio de deuda pública apenas se mueve del 100% del PIB y la consolidación es raquítica. Otras agencias, como Fitch, mantienen posiciones más prudentes, lo que revela que la decisión de S&P puede estar condicionada por factores reputacionales o de mercado más que por fundamentos fiscales.

Euforia selectiva: El informe de septiembre interpreta el crecimiento de los servicios no turísticos como prueba de un cambio estructural. Sin embargo, los datos muestran que el turismo sigue siendo dominante en la balanza de pagos. La narrativa de “diversificación” parece más aspiracional que efectiva.

Es decir la elevación de la calificación de España en septiembre de 2025 por parte de S&P plantea más preguntas que respuestas. En marzo, la agencia reconocía limitaciones fiscales, riesgo político y deuda elevada. En septiembre, con indicadores fiscales prácticamente inalterados, el énfasis cambia hacia una lectura casi celebratoria del balance externo y de las exportaciones de servicios. Esta volatilidad analítica mina la credibilidad de las calificaciones y puede interpretarse como una “tomadura de pelo” para los acreedores internacionales que litigan contra el Estado español por incumplimientos en energías renovables.

En última instancia, el contraste entre ambos informes muestra que las agencias no son oráculos neutrales, sino actores con agendas y sensibilidades cambiantes, capaces de girar el timón de su narrativa sin que los fundamentos macroeconómicos lo justifiquen plenamente.


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