Alma en los labios.
Escoged y compartir el
verdadero amor, y cuando la sensualidad os reclame, satisfacedla sin rodeos, ni
remordimientos, ni ocultaciones.
Y de esta manera nacerá, un grandioso amor, indestructible,
inmenso, cuando las dos almas, serán capaces de entrar de lleno, en la pura y
serena corrupción, que estarán muy por encima, de los celos, y virtudes, serán dos
almas, que se comprometen y se compenetran, para respirar, por vez primera la
dicha incomparable.
Y este amor es grande,
purificador, porque, debido a él, podrán soportar trabajos, penalidades, y glorias;
todo es uno, ante la fuerza fija: soñar y crear.
Si nos preguntáramos, ¿existe
el amor en el sueño?, desde luego puede afirmarse, por ser un hecho de
conciencia, que en el sueño sigue pensando el yo, que aun en el más profundo
letargo, el hombre evoca recuerdos, se recrea con las caprichosas creaciones formadas
por él, se trasforma a regiones distantes, produce las alucinaciones, el olfato
le suministra olores gratos o desagradables, experimenta sensaciones de placer
o de dolor, la imaginación como facultad predominante, en este estado, le
presenta los objetos, como los ideales más perfectos. Estando los sentidos, al
servicio de la fantasía.
Así cuando el alma
siente quietud, en virtud de su propia actividad, se mueve, se agita y
despierta, volviendo a recobrar las funciones intelectuales, que en el estado
de sueño, se hallaban como adormecidas, como latentes, obrando, si, pero no
teniendo conciencia, de sus actos y sin conocimiento, de sus operaciones.
La libertad, resultara
una condición esencial de la voluntad, pero de ningún modo, la libertad misma,
es la razón de ser, que tiene aquella facultad, de actividad consciente, puesto
que sería absurdo e inconcebible una voluntad sin libertad.
El amor sponte sua, inconsciente, sin propia y determinada reflexión.
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