¿Engaño a los millennials?
Con la llegada de la
generación Y, o del milenio, algunos poetas, han entonado cánticos a lo nuevo,
siquiera sea por venir, y ha sucedido algo curioso: cantaron en símbolo y el símbolo
fue aplicado después a lo real.
Fue como decir que uno,
no puede ser aficionado a las puestas de sol, pues el crepúsculo, significa
todo lo que muere, ni puede amar la noche, porque no hay sol y ese sol es
fecundo.
Pero la realidad sucede,
a medida, que empezaron a tener responsabilidad económica, y así, comenzaron a
ser conscientes que los gastos, previamente deberán satisfacer las necesidades
humanas verdaderas, dentro del escalonamiento conveniente en su satisfacción.
También descubrieron,
que el consumo ha de ser lento. Con preferencia al de corta duración; Dado el
efecto, que si consumir es propiamente destruir la utilidad de las cosas, “cuanto
más tardemos en hacerlo, por más tiempo nos aprovecharemos de ellas”.
Es posible averiguar y
saber, que el gasto colectivo, es preferible al individual, que en cuanto no
coarta de un modo absurdo, la iniciativa individual, sino que la contiene, en sus
justos límites y es digno de alabanza.
Así y en toda ocasión,
la razón ha de regir en todos los actos, con lo cual los anteriores cánones,
coinciden con los principios económicos y establecen, que la economía, debe
subordinarse a la razón. Ya que, todo desorden económico, va seguido de otra
crisis existencial y sustancial.
No hay otro secreto.
Las aspiraciones inquietas y eternamente descontextualizadas por el continuo
transcurso del tiempo, en la humanidad, quedaran atrofiadas por la bajeza en la
condena del espíritu.
En los crepúsculos la luz es indecisa
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