Ideal Renacimiento
En el desenvolvimiento del
progreso, de los ideales arquitectónicos y al trascurso de sus etapas de gloria,
siempre soportaron el delirio de lo tangible.
Durante el siglo XIII, mientras
se grababan en mármoles y en bronce la vitalidad de sus ideales; en el XVI,
olvidando la suntuosidad y minuciosidad de los detalles decorativos de esa
arquitectura, idealizaron el aspecto social, reconociendo el papel de la increíble
virtud, de la labor monástica, como receptáculo de las artes, que protagonizaría
su acercamiento a la apertura del nuevo mundo, tal como se refleja en la
realización del Real Monasterio del Escorial.
Se le ha considerado
como la Octava maravilla del mundo, y este estilo de arquitectura, comparable a
las edificaciones contemporáneas de Walter Gropius, sigue y aún siendo
criticada por algunos aficionados.
En este estilo, la
pureza del idealismo, se caracterizaba mezclada con el estilo ojival, porque
semejante estilo había echado profundas raíces, y también porque su propia
inspiración , aparecía contaminada con las escuelas de Brunelleschi, Michelozzo
de Forli y Arnolfo de Lapo, donde todas las soluciones arquitectónicas, mantenían
aquel anticuado sistema de líneas, combinación de ángulos, minuciosidad de
detalles y aquella simetría o proporción fundada en la idea, haciendo constatar
la realización del monumento para el hombre.
La línea horizontal fue
rechazada, y sin embargo, el arco de medio punto, era su elemento peculiar;
arco que por naturaleza tendía a volver al suelo, donde estribaba, en vez de
elevarse hacia el espacio, donde las proporciones eran más calculadas que sentidas,
todo aplicado a las necesidades de una sociedad completamente distinta.
Y en consideración del
periodo, el genio de la escultura del siglo XVI, fue Miguel Ángel, y la
historia de las historias despierta, bulle, crece, se arremolina y se agita, en
torno de piedras colosales, labradas en mármoles, que nos hacen concebir la
eternidad. Donde el alma es luz, que oscila, cuando ante lo genial se detiene.
Donde las crónicas, mantienen las semejanzas, de la epopeya caballeresca del
siglo XIII.
Lo inmenso como cuna y lo microscópico como tumba.
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