Esencia de amor
Cuando la palabra “amor”
salió de los labios, ya el eterno asunto, tiende a mostrarse incitante, para las
personas, y los diversos puntos de vista, se presentaran profusos. Y tal, como
se refería Alejandro Dumas, el sentimiento del amor, resultará una congestión
cerebral benigna.
En su tiempo, los clásicos
se manifestaron y según Hesíodo, este sentimiento, hizo brotar el mundo, para
Homero, lo gobernó, y según Ovidio, lo perturbo y metamorfoseo. El amor respiro, en el seno de Neptuno y penetro hasta los infiernos con Proserpina, y observando
que también, el cristianismo comprendió y expreso, que era el lazo, que unía a
las almas, y las elevaba a Dios.
La definición, ha
resultado siempre fecunda y multiforme, donde el mismo Napoleón, sostenía que
el amor, es la ocupación del hombre ocioso, la distracción del guerrero y el
escollo del soberano. O bien para Byron, este sentimiento, representaba la
demencia de la juventud.
Puede resultar el tema,
de conversación de sobremesa, y en la que, en los postres, discurran los
comensales, sobre las vicisitudes de la vida y el mismo amor, todo con una superficialidad
encantadora, y su poquito de escepticismo indiferente, tal vez, porque la
digestión, procura en casi todos los espíritus, algo de estoicismo.
Y adoptando el mismo
ideal, el alma, no aparecerá nunca, porque no es positivo, el asegurar una
existencia, aunque en la relación de otras existencias, que se comprueban y
aseguran, resulta la necesidad, de un modo armónico o complemento esencial, de la
sensación, con lo que podría definirse el amor, como la indignación irresistible
del alma, hacia lo bueno, lo bello y lo verdadero, considerados en su esencia
más pura.
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