El arte social
En las exigencias del
arte, este, se moverá siempre en un escenario
social, donde la atmosfera, que en ocasiones, envuelve a los artistas, unas
veces los alienta y en otras los deprime, y donde el propio medio que los
rodea, lo mismo les nutre, que por otra parte los asfixia, filtrándose a través
de los poros de lo emocional.
El arte que no llega a
perecer por eterno y humano, ha de labrar su obra, en la cantera inagotable de
la vida social, debiendo ser como un barómetro sensible a sus variaciones constantes,
y así, debiendo de recoger del común pensar y sentir, las luces, sombras y
penumbras, y aun penetrar audazmente en las tinieblas, único sentido aceptable,
cuando recomiendan algunos, la ignorancia como favorable a la inspiración.
El artista, que trae
algo dentro, denominemos la innovación, ha de desconocer o al menos aparentarlo,
muchas de las verdades, o las que se han
adquirido por reiteración, esa categoría, y decidirse a sortearlas, como un
contagio de ideas y emociones, que provoquen y las conviertan en fuerzas
incontrastables.
Así todo el arte falto
o carente de ideal, que tome como norma, el ritmo de la imitación, sólo vivirá del
recuerdo, y aunque, podrá llegar a ser obra correcta, pero no será obra
sentida, es decir, será como algo semejante al amor por compasión como un amor
mal entendido.
El carácter social del arte, como el amor, siempre propone que la lumbre no se apague.
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