Únicos
Incurrir en anatema, puede ser pensar, creer o vivir alguno de los
medios sobrenaturales de comunicación entre el mundo visible y el invisible,
cuando estos pueden ajustarse a un determinado acuerdo, dado que la literatura
y el arte, siempre han trasfigurado las supersticiones admitiéndolas como obras
de fantasía.
La esencial diferencia en los orígenes, es traspasar los límites de un
prudente espiritualismo, que asiente a la indicada creencia, con independencia
de no abandonar, el educado refinamiento de la superstición de lo que es
permitido creer, con aquellas cosas que están terminantemente vedadas. De aquí,
pueden surgir las referencias, como el regreso de las almas en pena, donde se manifestaban
conceptos de cristiana piedad, susceptibles de defensa.
Por regla general, no hay en la humana naturaleza, ni aún durante el
sueño, los vínculos entre el alma y el cuerpo, ni aun en la demencia y otros
estados excepcionales de la razón, medios para penetrar en ese mundo, cuyas
llaves se guardan en el polvo de las sepulturas. Si el culto de los muertos
indujo y propicio á las practicas de las idolatrías durante todas las épocas,
la equivocada o no idea de las relaciones entre el mundo físico y el
sobrenatural, resulto siempre un manantial de infinitas supersticiones.
El temor a los muertos, que ya no pueden hacernos mal, es una de las
grandes y más generales supersticiones, que mal aconsejada la sociedad se va
trasmitiendo, un siglo tras otro y de pueblo en pueblo, no conociéndose otro
medio de curación, que la enseñanza de la verdad revelada respecto a esta y a
la futura existencia.
La consoladora enseñanza de la inmortalidad del alma humana, incluso cosecha
frutos de corrupción con las nuevas ideas, que albergan con la clonación y la polarización
supersticiosa de la muerte, en la que
nada cuesta multiplicar el carácter indefinido de lo inexplicable, pero a pesar
de todo ello, diremos que dado que no existe duplicación del alma o nueva manifestación
del espíritu, nunca existirán dos cuerpos ni dos almas, que puedan constituir
una sola personalidad.
Con
la edad, todos llevamos duelos
que la
gente no ve, se esconden
detrás
de las sonrisas, bajo la
alegría
y se llevan muy dentro
del corazón.
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