Las miradas, impulso de las diferencias
Siempre convergen muchos
intereses y los humanos, como consecuencia del crisol de diferencias, que se
producen, en algún momento; han incurrido, por una parte, en el error vulgar de
no creerse destinados, más que a censurar reprobando; no a examinar para
corregir, sino para desechar; a destruir y no a edificar; a impedir y no a
favorecer ningún desenvolvimiento, de doctrinas y de aspiraciones; a no buscar
por doquiera más que, ó principios falsos, o consecuencias ilegitimas; a no hacer
resaltar, más que lo defectuoso y lo erróneo, a no considerar más, que el lado
oscuro de las cosas y posiblemente con mucha certeza, la parte flaca de los
hombres.
Miramos, escuchamos,
analizamos y sabemos que estas especulaciones, posiblemente han traspasado sus límites
y se han excedido en sus atribuciones, arrogándose mutilada y tergiversada en derechos
y funciones que no competen en rigor ni aún en la crítica más morigerada y
completa.
Pero siempre, se ha
atribuido gratuitamente el derecho de reclamo cautivo y silencioso, a constituir
primitivamente y esencialmente, en lugar, de regularizar formal y sucesivamente,
la vida práctica y positiva, y con esto, se sustituya con sus negativas especulaciones.
Sin embargo, siempre es
de buen ver, intentar formar en vez de reformar, erigir en lugar de corregir,
sustituir a la idea con el juicio, el sentimiento con la reflexión, oponer al
orden natural el orden lógico, trastornando así
la relación de la lógica con la naturaleza y atentando por consiguiente
contra todo orden lógico y natural.
Una
mirada oportuna puede atizar una crítica audaz
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