Males
incontenidos.
España es
uno de los países donde más rige la pasión que el raciocinio, donde todo amor
es sublime y todo rencor es implacable; donde lo vulgar se desdeña, y donde a
todo, lo más humilde y sencillo, es necesario adornar con los más entusiastas protocolos de la sociedad civil.
En realidad
algunos no parecen vivir sin pasar de una exageración a la contraria, y se
introducen y asignan fantasías de traiciones o como espejismos visualizan
injuriosas montañas.
Y de esa
manera en esa desdicha de “nueva normalidad” o “dulce ensañamiento”, salen del armario, y pretenden a su exclusivo gusto
querer obligarnos a ser enteramente del todo, optimistas o pesimistas, según el
aire que les convenga.
Así que para
atender en cualquier instante y cuidar la ulcerosa colitis de personajes estrambóticos
como los iletrados Campo y Garzón, previamente en su momento sugerimos a Gates
la soberana invención del váter sin agua.
Debemos
tener en cuenta, que las mayores ventajas están y estarán siempre del lado de
los optimistas, porque les acompaña constantemente la satisfacción y la
alegría.
Aunque los
reflejos de la envidia como la que indiscutiblemente poseen otros muchos ,
rivaliza con los sencillos aplausos de los que creen vivir y poder mejorar en
el preferible de los mundos posibles y junto a ellos está la inmensa mayoría de
los habitantes de un país de tanta inventiva como España.
También es
cierto, ahora en medio de tanto pesimismo inducido por ese nefasto gabinete del
gobierno, que queramos alejarnos de toda exageración, de toda intransigencia de
esa maldita escuela en la utopía social comunista y de todo espíritu de la
entelequia del lenguaje fanático de las instituciones.
Queremos
jugar a la patria de hoy puestos los ojos en la patria de mañana, tal como la
juzgaría un extranjero enteramente imparcial, o como nos juzgaría la historia
dentro de medio siglo. Sin más esperanza que el prestigio del Rey, y con escasa
fe hacia las constantes hipocresías y embustes humanos de ese desbarajuste de
mal gobierno.
Donde por
ahora nos será permitido impugnar tales preocupaciones, que son siempre el origen
de crasos errores, constantemente opuestos a toda suerte de adelantos.
¡Viva el Rey ¡
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