El látigo del Imperio
Si resulta
verdad que esta época se distingue por su carácter eminentemente especulador y
utilitario; iniciar, mantener y polarizar la moda de la guerra civilista, es
querer vivir del pasado y no apostar por el futuro.
Ahora no lo
es menos que en el momento histórico en que la crisis se desarrolla y se
extiende a la par, como la enfermedad contagiosa, que no ha surgido
espontáneamente, sino que venía preparada.
Donde observamos
que el elemento económico se acentúa cada vez más, pero pierde en calidad lo
que gana en extensión, y ahora se halla en ese periodo álgido y crítico.
Así nos lo
hacen suponer algunas de las manifestaciones externas, que no las llegan a recoger
ni manifestar la inmensa mayoría de los periodistas nacionales.
Con cuyas observaciones
podemos ir notando que solo son los frutos de una generación fundada
principalmente en la anarquía de la seriedad y la postura del mejor servicio de
faroleo.
Junto con
los gobernantes, son como los nuevos fenicios de nuestra época, que desean
nuevamente dominar el mundo, haciéndonos sentir el continuo engaño y tiranía de
las leyes inmorales, postuladas y financiadas por todos esos miserables, con
todo el mayor rigor.
Y así hacen
millas, explotando la inocencia del
trabajador como un vasto mercado y en sus silencios reciclan en los países del
otro lado del océano recogiendo el eco de sus doctrinas y formulando la
exclusividad de sus costumbres.
Organizan el acomodo sin querer
alternancia, con Presidencias “de Control del Tiempo”, dado que si se controla
los tiempos, también se entiende el destiempo y lógicamente la ultra
continuidad.
En nuestra
época a la que ellos dan el tono, se han hecho inmensas fortunas con la astuta
compra de sumos sanitarios, donde las claves innobles de la práctica pública
empresaria han sido las tres letras
I.A.S., imponer una biología de
fronteras abiertas, acentuar una guerra ideológica y sostener una guerra
jurídica.
Ahora querer
mantener el comercio con países salvajes que ignoran el valor de los pueblos
civilizados, donde únicamente se da el aprecio a la vida, a esos perfumes y aromas familiares, donde no
se olvidará el sacrificio de millares de víctimas, la futura penuria de
millares de trabajadores y obreros, todo por esa inconsecuencia natural, que ha
producido terribles resultados.
Conviene
tener presente que quizá en estos momentos está el mundo pagando las culpas de
un extravío de las humanas aspiraciones, de un desvió de nuestra correcta actividad,
y sean las consecuencias de los hechos punibles que llevan consigo el futuro correctivo
y la correspondiente enmienda.
Ahora nos
vamos convenciendo cuán equivocado y engañoso es el juicio de que se puede
juzgar la historia para acomodar al pueblo a esta nueva excelencia mercantil,
logrando cimentar una civilización vacunada a conveniencia.
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