El algoritmo
pinza como seducción
La base de nuestras decisiones emocionales en
el mundo real, en la mayoría de las situaciones de nuestra vida, suelen depender
de la cualidad y cuantía de sensaciones, experiencias y datos, que bien previa
o paralelamente hayamos podido percibir, filtrar, absorber o bien analizar; En
el amor percibimos y saboreamos lo mismo captando por alguno de nuestros
sentidos las imagines, las impresiones o sensaciones internas, teniendo una
sensación interior que resulta de una idea, conocimiento o impresión hecha en
nuestros sentidos.
En el proceso de vivir y en multitud de
ocasiones dudamos de la honestidad de las personas pero no sabemos cómo
cerciorarnos de si lo que dicen es o no cierto. Si en nuestra decisión se
implican los lazos sentimentales, estos no traen buen augurio, ya que no suelen
ayudar demasiado, dado que estos nos procurarían en multitud de ocasiones el autoengaño
pensando que cómo nos va a estar mintiendo tal o cual persona con “ lo que nos quiere “. Y en referencia a las
cosas u objetos físicos, no nos cuestionamos su valor absoluto, pensando si su
utilidad ciertamente nos confiere de más conocimiento y libertad de decisión, dado que nos cegamos por
su manifiesta innovación, siempre está ligada a valores temporales de instantaneidad,
sin observar que son siempre prescripciones genéricas y la posible adscripción
solo suscita una trasferencia de adicción y dependencia.
En el transcurso de la vida real este tipo de
métodos y señalamientos, están muy arraigados y son sin percatarnos algoritmos
reales que no dejan de ser operaciones ordenadas y finitas en un tiempo, cuyo
fin es intentar marcar el compás en la busca de propósitos que anecdóticamente,
casi siempre suelen entenderse, pero que siempre resultan soluciones virtuales
o artificiales.
Este algoritmo de pinza, se manifiesta
continuamente y con rapidez en la sociedad globalizadora, como resultan los
cambios sustanciales educativos de los humanos, en los que con sutileza se
obvian y desvían fomentar cualquier tipo de memoria física, sea humana o real, en
post del desconcierto digital, dado su sencillez de artificio y falseamiento, si
no, observemos la conjura existente por presentar la desaparición de la memoria
física, por el atrayente mundo por internarnos en la red, procurándonos una
total declaración de dependencia de la denominadas nubes, depósitos o
cementerios de información, sin pensar en su inmediata interacción en el super-comercio
cognitivo del Big Data, y ahora con el remate de la adicción surge la
experiencia del acercamiento virtual, que en esta fase interaccionará contigo y
junto con los weerables o el internet de las cosas, tal vez como fase previa de
un pre-análisis dada la creciente alimentación transgénica o por un intento de
controlar la conmutación sensorial de inserción en nanorobots o chips .
Los algoritmos, el amor y la felicidad se
comportan como un cubo de hielo en el agua, y en realidad solo nos interesa por
cuánto tiempo porque en muchas ocasiones nunca nos resulta suficiente, disfrutar
con la ilusión.
Con el tiempo es posible que también podamos
saber o averiguar que si circunstancias similares ya han sucedido, y muy
posiblemente se deba a que toda
aplicación algorítmica posee un innato sentimiento de supervivencia del amor en
el equilibrio del conservacionismo etnográfico, que rompe las barreras computarizadas,
con independencia de esa memoria seducida.
Pobrezas
Pobres, lo que se dice pobres, son los
que no tienen tiempo para perder el
tiempo.
Pobres, lo que se dice pobres, son los
que no tienen silencio, ni pueden comprarlo.
Pobres, lo que se dice pobres, son los
que tienen piernas que se han olvidado de caminar, como las alas de las
gallinas se han olvidado de volar.
Pobres, lo que se dice pobres, son los
que comen basura y pagan por ella como si fuese comida.
Pobres, lo que se dice pobres, son los
que tienen el derecho de respirar mierda, como si fuera aire, sin pagar nada
por ella.
Pobres, lo que se dice pobres, son los
que no tienen más libertad que la libertad de elegir entre uno y otro canal de
televisión.
Pobres, lo que se dice pobres, son los
que viven dramas pasionales con las máquinas.
Pobres, lo que se dice pobres, son los
que son siempre muchos y están siempre solos.
(Eduardo
Galeano * Patas arriba)
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