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miércoles, 24 de febrero de 2016

El algoritmo pinza como seducción ... Soha Mil Pasos


El algoritmo pinza como seducción
La base de nuestras decisiones emocionales en el mundo real, en la mayoría de las situaciones de nuestra vida, suelen depender de la cualidad y cuantía de sensaciones, experiencias y datos, que bien previa o paralelamente hayamos podido percibir, filtrar, absorber o bien analizar; En el amor percibimos y saboreamos lo mismo captando por alguno de nuestros sentidos las imagines, las impresiones o sensaciones internas, teniendo una sensación interior que resulta de una idea, conocimiento o impresión hecha en nuestros sentidos.
En el proceso de vivir y en multitud de ocasiones dudamos de la honestidad de las personas pero no sabemos cómo cerciorarnos de si lo que dicen es o no cierto. Si en nuestra decisión se implican los lazos sentimentales, estos no traen buen augurio, ya que no suelen ayudar demasiado, dado que estos nos procurarían en multitud de ocasiones el autoengaño pensando que cómo nos va a estar mintiendo tal o cual persona con  “ lo que nos quiere “. Y en referencia a las cosas u objetos físicos, no nos cuestionamos su valor absoluto, pensando si su utilidad ciertamente nos confiere de más conocimiento y  libertad de decisión, dado que nos cegamos por su manifiesta innovación, siempre está ligada a valores temporales de instantaneidad, sin observar que son siempre prescripciones genéricas y la posible adscripción solo suscita una trasferencia de adicción y dependencia.
En el transcurso de la vida real este tipo de métodos y señalamientos, están muy arraigados y son sin percatarnos algoritmos reales que no dejan de ser operaciones ordenadas y finitas en un tiempo, cuyo fin es intentar marcar el compás en la busca de propósitos que anecdóticamente, casi siempre suelen entenderse, pero que siempre resultan soluciones virtuales o artificiales.
Este algoritmo de pinza, se manifiesta continuamente y con rapidez en la sociedad globalizadora, como resultan los cambios sustanciales educativos de los humanos, en los que con sutileza se obvian y desvían fomentar cualquier tipo de memoria física, sea humana o real, en post del desconcierto digital, dado su sencillez de artificio y falseamiento, si no, observemos la conjura existente por presentar la desaparición de la memoria física, por el atrayente mundo por internarnos en la red, procurándonos una total declaración de dependencia de la denominadas nubes, depósitos o cementerios de información, sin pensar en su inmediata interacción en el super-comercio cognitivo del Big Data, y ahora con el remate de la adicción surge la experiencia del acercamiento virtual, que en esta fase interaccionará contigo y junto con los weerables o el internet de las cosas, tal vez como fase previa de un pre-análisis dada la creciente alimentación transgénica o por un intento de controlar la conmutación sensorial de inserción en nanorobots  o chips .  
Los algoritmos, el amor y la felicidad se comportan como un cubo de hielo en el agua, y en realidad solo nos interesa por cuánto tiempo porque en muchas ocasiones nunca nos resulta suficiente, disfrutar con la ilusión.
Con el tiempo es posible que también podamos saber o averiguar que si circunstancias similares ya han sucedido, y muy posiblemente se deba  a que toda aplicación algorítmica posee un innato sentimiento de supervivencia del amor en el equilibrio del conservacionismo etnográfico, que rompe las barreras computarizadas, con independencia de esa memoria seducida.
 

 


Pobrezas

Pobres, lo que se dice pobres, son los que no tienen tiempo para perder el tiempo.
Pobres, lo que se dice pobres, son los que no tienen silencio, ni pueden comprarlo.
Pobres, lo que se dice pobres, son los que tienen piernas que se han olvidado de caminar, como las alas de las gallinas se han olvidado de volar.
Pobres, lo que se dice pobres, son los que comen basura y pagan por ella como si fuese comida.
Pobres, lo que se dice pobres, son los que tienen el derecho de respirar mierda, como si fuera aire, sin pagar nada por ella.
Pobres, lo que se dice pobres, son los que no tienen más libertad que la libertad de elegir entre uno y otro canal de televisión.
Pobres, lo que se dice pobres, son los que viven dramas pasionales con las máquinas.
Pobres, lo que se dice pobres, son los que son siempre muchos y están siempre solos.
 
(Eduardo Galeano  * Patas arriba)

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