Incesante rotación.
Podemos definir, que la
humanidad, es la guerra de sí misma; los siglos, son sus campos de batalla, y
las tumbas, sus momentos de reposo. Luchamos desde la cuna, para seguir
luchando, en el ataúd. Nuestra entrada en la vida, no es más, que el comienzo, del principio inacabable. Aquí la vida, resulta una declaración de guerra, a la
eternidad.
Morimos, y la nada,
funde nuestros cuerpos, y evapora nuestras almas; entonces comienza lo
inacabable, lo infinito, lo inconcebible, lo tabú. Y la materia, lucha con la
materia, en dispersiones de vitalidad, y en ebulliciones de misterios.
También, el espíritu
pelea con su disolución, en las ondas de los aires, en los senos de la nada,
tal vez, y lo deseo, pase de un mundo a otro mundo, de un cuerpo a otro cuerpo,
de una atmosfera a otra atmosfera, de un aliento a otro aliento. Siempre
errante, siempre flotando, disuelto en la execrable nada.
Nuestras ideas, son
nuestros enemigos constantes; de ahí el pugilato social; de ahí, la eterna aversión,
del todo con el todo; de ahí, de todas las hecatombes, que empujan los
determinados progresos, contra la sociedad, y la sociedad contra el progreso.
Multitud de
comentarios, se han dicho a lo largo de la historia, en contra de la culta
sociedad, donde innumerablemente, ha recibido golpes visibles e invisibles,
mortales o formidables, donde ha sido víctima, esta culta clase social, donde ha caído,
y ha resistido; y como una luz, ha tenido sus intermitencias, como una sociedad,
ha tenido sus errores.
Pero cuando contemplamos,
también ha su poderoso antagonista, veremos cómo se atraen, chocan y se
repelen, como se enlazan dos monstruos, para caer en un abismo y como se funden
dos sombras en esplendido paisaje de fuego.
Y aquí, es donde
observamos, a la culta sociedad, y al progreso; para el progreso, ella es la
valla, el muro, la frontera, la enhiesta torre. Y para la sociedad culta, el es
el gigante, el coloso que marcha, el tirano que pulveriza, el déspota que simula
triunfar, la fuerza que avasalla; y en todo ello, la una se opone, y el otro
rompe y desbarata; resultando su tarea, y misión eterna, perseguirse
mutuamente.
Así que, la sociedad es
una rueda de fuego, de incesante rotación.
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