Sentido del tacto ante
la complejidad digital
Se escriben, palabras
de innovación, en temarios básicos de pedagogía, donde se desarrollan, programas
experimentales de digitalización, aplicados en las primeras formaciones, del
crecimiento de los seres humanos, donde su estado sensible, se formula, con la
manera actual, de la sensibilidad del ser ya formado.
El estado que produce
la cuestión, es si la premura, de apurar el conocimiento, de la sensibilidad
simple y compuesta, producirá un agotamiento cualitativo y premiara sensaciones
nulas, para las excitaciones, que dificulten las experiencias vivas y básicas fisiológicas.
Cuando nos preguntamos,
que conocimiento puede tener un animal de sí mismo, la inmediata solución, de
esta cuestión, se encuentra en el análisis, del sentido del tacto y lógicamente,
de sus relaciones con la movilidad.
El sentido del tacto,
es esencialmente el sentido de la presión; y es fundamental, su desarrollo,
porque toda acción exterior, se refiere siempre a una presión. De esta manera,
no podríamos concebir, un ser humano sensible, que no posea este sentido, por
más que se intente, y se pueda virtualmente, suprimirle todos los demás, pero también
hemos de entender, y suponer que con la inmersión, en el mundo digital,
paulatinamente, se ejercen nuevas costumbres adormideras, que ejercen, una
demolición orgánica, en el ser humano, sin apercibirse de ello.
La consideración
esencial, es percatarse, que el sentido del tacto, se encuentra distribuido, por
toda la superficie del cuerpo, y está constituido, por funciones y órganos adventicios,
que se forman, al producirse el contacto.
El ser humano, con la
reiteración de sus movimientos, puede aumentar o disminuir su presión, logrando
averiguar, que es necesario hacer, para evitar, la molestia o procurarse un
placer, cada vez, que se siente tocado en alguna parte.
Porque, resulta
fundamental, en la vida, ser consciente, de las localizaciones, de las
diferentes impresiones, siendo este el único resultado fiable de la movilidad.
Hemos de reconocer, que
la facultad localizadora, se encuentra especialmente acumulada, en las partes
del cuerpo que se tocan así mismas, en los pliegues, en las caras internas de
los miembros o extremidades, la palma de la mano, y sin duda por la razón
contraria, se halla la facultad reducida a su mínimo en el dorso.
Debemos de reconocer,
la singularidad del hábito, de la localización, la cual explica las sensaciones
subjetivas, similares, a las que se tiene durante el sueño, la fiebre o el
delirio; donde la modificación subjetiva, es referida al órgano, que produce
ordinariamente modificaciones, de la misma naturaleza.
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