Camarada, ataque y excusa social
La democracia española,
tiene parte de templada, ahora, la predicación social gubernamental no
poco pelagiana, donde adorando la voluntad humana se traduce en una complacencia egocéntrica y elitista privando la obsesión y fascinación por mostrar conquistas políticas y en ese ámbito sostienen y algunos plantean la reconstrucción, sin claridad de definición
del plan económico, como una revolución por interpretar así, en la
concupiscencia de todo el mundo, y es donde estos camaradas rugen, y amenazan
de una manera grotescamente horrible al mismo tiempo, lavándose las manos, y manteniendo
la plácida sonrisa de fariseo, que tan inocentes se creían, exclamando:
“Ya lo veis, el mundo arde en línea recta, desde
Pekín, Teherán, Madrid a Nueva York, donde la muerte y el mal, será la única
responsabilidad. Señalada entre los ultra ciudadanos, y en los Gobiernos
conservadores”, “A pesar de no hacer Test, con las mascarillas, ya tienen
escudo social, nosotros somos el remedio, no la causa del mal.”
Pero la realidad,
volverá a defraudar las esperanzas de los supuestos optimistas, de esta
gobernanza, que sueñan con la destrucción del régimen económico, o de las
instituciones, que creían que el progreso social y el legítimo libertinaje darán
cuenta de todas las enfermedades sociales.
También, los principios de la economía
pueden rectificar errores, modificar instituciones, incluso aumentarlas en 25,
sustituir privilegios; pero dejaran en pie la eterna cuestión del pauperismo y
la lucha perdurable de clases.
Ahora aunque no lo
contemplen, existe un cambio de las reglas del juego, y aquí estas limitaciones
sin sentido, de actividad, sin intentar motivar sobreponerlas, tan sólo procuraran, que se observen nuevos
estándares más bajos de política antimonopolio, que sólo facilitaran la
demolición, adquisición y el uso del poder de mercado, y además nuestras leyes,
ya no siguen el ritmo de los cambios de la economía.
Esta aplicación gubernamental
inflexible, caracteriza claramente la situación económica actual, donde quienes
tienen poder de mercado, serán sólo los que subsistan, así les favorecen, y permiten
inadecuadamente usarlo, fortalecerlo y expandirlo.
Esto no es, ni tan
siquiera una política social, que desee que la identidad del proletariado vaya sobreponiéndose
a otras situaciones de menor y mayor cuantía, o sea no procuraran ni tan
siquiera la ley de la oferta y la demanda, estarán contra la libertad
comercial, contra la libertad del trabajo, contra la libre concurrencia, obsérvese
el simple uso y a destiempo consumo de las mascarillas.
Tan solo existirá, una
actividad incansable de programas incendiarios, publicación de decretos de polémica,
e incitando folletos de pelea, extendiendo la ideas de su pensamiento, centrándolo
en la tiranía del capital, que previamente han desmenuzado y extinguido.
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