El signo del
Alma
La escritura
hierática, es un término proveniente del griego que permitía a los escribas del
Antiguo Egipto escribir de forma rápida, simplificando los jeroglíficos cuando
lo hacían en los papiros, aún así hemos de considerar que es una escritura
meramente simbólica, y sabido es el valor que se debe dar al símbolo.
Cuando ahora
leemos un libro contemporáneo en el que el personaje aparece ante un tribunal
de esta o de aquella manera, todos entendemos bien claro que sus hechos fueron
juzgados por lo que le sucedieron.
Ahora bien
en los jeroglíficos egipcios por ejemplo se ve el Nilo representado por una
figura de hombre azul con plantas acuáticas que le nacen de la cabeza y de
momento pocos egiptólogos se les ha ocurrido afirmar que los egipcios creyeran
que el Nilo fuera un ser antropomorfo.
A pesar de
expresar que el alma como identidad individual distinta del cuerpo, no se ve
más que en los atributos de la vida o de la personalidad humana, hay otros
datos que conducen a pensar que en Egipto se creyó en la trasformación del
individuo y en su vuelta a la vida, y no en la trasmigración y en la
reincorporación de un alma.
En el
panteísmo egipcio, Osiris aunque no podía dotarnos de otro cuerpo, nos daba a
la vida a todo con un impulso, con su vital fuerza. Su muerte producía la
muerte de todo lo creado, en consecuencia la vida y las funciones anímicas
debían de ser consideradas individuales en cuanto en él se realizaban.
Existe una
inscripción en que Ahmés, el jefe de los marinos -el cuál proporciono el
sistema para calcular la superficie del circulo-, dice: “he cumplido mis
trasformaciones” en lugar de expresar he nacido, y aclara que son sus
trasformaciones y no sus transmigraciones.
De aquí que
cuando uno ha muerto debe de combatir con animales fantásticos, de los cuáles
viene a ser presa, y estos están representados en los mismos jeroglíficos como
chacales, hienas, zorros, lobos, donde parece que lo único racional de esta
lucha del espíritu separado del cuerpo representaba en este lenguaje simbólico
y místico, que el muerto para transformarse no debería ser presa de estos
carniceros.
Todo tenía
un protector y se intentaba proteger todas las partes para que la
transformación fuera integra, eran bastante observadores de la naturaleza, y
algunos opinan que los reyes o faraones se hacían construir grandes pirámides
para preservar su cuerpo dentro de ellas, porque creían que la destrucción de
este, interrumpía las transmigraciones del alma, dado que tal vez el alma no se
separaban de los cuerpos hasta que estos se descomponían.
El alma solo
desaparecía con la organización y no era el castigo ni el infierno de almas
(amenti o adi) base de la creencia dualista que serviría de prueba, porque no
solo embalsamaban al hombre, también al animal y a la planta y los confundía a
todos en esa comunión de su química sagrada.
Donde
habiendo sido criado en aquella naturaleza tan uniforme, ignoraba el límite de
la inmortalidad entre la planta, el animal, lo mismo que entre este y el hombre.
Porque el
mismo tal vez había sido ya animal o iba a serlo según fueran sus actos, además
en la sociedad egipcia, estaba formada por la confluencia de varias razas o
etnias, había los tipos de piel blanca, cobriza o negra, tan distintos en el color,
y en la fisonomía como en las actitudes intelectuales, lo cual en aquel momento
no se suministraba el concepto de la unidad humana.
De esta
forma encontraron ingenuamente en los animales facultades que creyeron iguales
unas y superiores otras a las del hombre, donde el cocodrilo, como rey del río;
el águila, reina de los aires, y el león rey del desierto.
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