Hábitat pandémico
Existen
escasos períodos en la historia reciente en los que tal cantidad de personas
experimentó simultáneamente la necesidad de una alternativa. Ahora estamos
empezando a pensar y hablar de replicar el estándar social de vida rural
efectuado durante siglos, y si algo puede acercarnos, es el virus.
La escala de
la epidemia nos hace observar que su intensidad depende de la densidad del
asentamiento urbano: cuanto más alta es la densidad de población, es decir,
cuanto más altas son las casas y más cerca están las unas de las otras, más y
más rápido se infectan las personas, en igualdad de condiciones.
Es cierto
que pueden aparecer opiniones y apreciaciones que muestren que la propagación
de la epidemia, si se correlaciona con el tipo de desarrollo de la ciudad o
entidad poblacional, entonces de una manera que no sea trivial: como pueden ser
en aldeas de casas privadas, la incidencia podría llegar a ser mayor que en los
rascacielos, debido al alto nivel de contactos entre vecinos, pero esto sólo sucede
y debe aplicarse a los asentamientos tradicionales de mayor entidad demográfica,
serían esos asentamientos como villas donde no se dedican a la agricultura y
todavía tienen valores bastante urbanos.
Ahora nadie
se plantea ni sabe en absoluto qué se va hacer con las áreas urbanas que se han
venido destinando para dormir. Porque realmente en los términos de un
entorno resistente a la epidemia, se producen dos problemas insolubles.
En primer lugar,
la estructura del espacio vital, construida sobre el principio de "vida
útil-mínima", como lo llamaron los teóricos diseñadores y arquitectos del
modernismo. Donde puedes llegar a dormir y comer en este tipo de
viviendas, pero no puedes quedarte allí todo el tiempo.
Este espacio
cerrado se convierte en un autentico desastre cuando el número de habitaciones
por persona es inferior a uno, como ocurre entre las familias, en la mayoría de
los edificios de las ciudades.
Son circunstancias
que procuran la desintegración de las propias familias, el aumento de la
violencia doméstica y el progresivo aumento de las enfermedades mentales que
tenderán a convertirse en las próximas epidemias masivas.
En segundo
lugar, la concurrida entrada al inmueble, por una gran densidad de vecinos comunitarios,
donde no solo las manillas, incluso el aire en el ascensor mantiene el virus en
altas concentraciones, si no es durante horas.
Con lo cual
el único modelo ideal y sostenible de reasentamiento en los próximos años
basado en las circunstancias de esta u otra epidemia será: a) un edificio
residencial individual con una parcela de tierra y con posibilidad de
movilidad. b) un automóvil para cada miembro adulto de la familia, c) Internet
de alta calidad, d) aplicación de sistemas de ingeniería locales, incluida la
energía, e) poseer espacios públicos en accesibilidad peatonal.
Y aquí, en
estos preceptos teóricamente expuestos, existe esa posibilidad. Pero desde
el punto de vista del urbanismo, no es la viabilidad de este ideal lo que
importa, sino el deseo político de realizarlo.
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