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sábado, 8 de marzo de 2025

Los pétalos silenciosos


LOS PÉTALOS SILENCIOSOS

Bajo el manto del 8 de marzo, día en que se celebra la onomástica y, a la vez, la esencia misma de un nombre que florece en el tiempo, se alza un verso que entrelaza la historia del lenguaje de las flores con la vibrante alma del idioma hispano.

En el jardín del pasado, los pétalos eran testigos de un código secreto, un idioma silente en el que cada flor narraba sentimientos prohibidos y deseos velados. Las reglas de los pétalos, esculpidas en el siglo XIX, dictaban que una rosa sin espinas era una sincera ofrenda de amistad, mientras que el capullo cerrado, adornado con espinas, dejaba entrever la esperanza tímida y la incertidumbre de un amor que, a pesar del temor, anhelaba acercarse. Así, cada matiz y cada arreglo se convertían en un delicado mensaje, una conversación íntima entre almas que conocían el arte de lo no dicho.

Hoy, en la actualidad, el legado de aquel lenguaje florido se sigue esparciendo, pero ya no se limita a la formalidad de la nobleza o a los estrictos cánones de una etiqueta olvidada. El idioma hispano, rico en metáforas y en la cadencia de sus palabras, ha sabido acoger esta tradición y reinventarla en versos y prosas, en los murmullos de los poetas y en la risa de la vida cotidiana. Como un eco que se reinterpreta en cada generación, el simbolismo floral se funde con la esencia de nuestra lengua, evocando la fuerza, la ternura y la rebeldía de quienes, con una palabra, transforman el dolor en belleza y la tristeza en poesía.

En este día que rinde homenaje al nombre y a la identidad, recordamos que la poesía no solo habita en los libros, sino también en cada gesto y en cada flor que, al ser regalada, se convierte en un puente entre el ayer y el hoy. El lenguaje de las flores, tan meticuloso en sus reglas, se transforma en un diálogo perpetuo en el que cada palabra, cada sílaba, es como un pétalo que cae, revelando secretos y emociones profundas. Es un arte de la sutileza que, a lo largo del tiempo, ha sabido integrarse en la narrativa del ser, en la forma en que hablamos de amor, de amistad y de la vida misma.

Así, en esta jornada de onomástica, celebremos el encuentro entre la tradición de un lenguaje silencioso y la vitalidad del idioma hispano. Que cada flor, en su perfecta imperfección, nos recuerde que el lenguaje, al igual que la vida, es un jardín en constante floración, donde cada nombre y cada palabra encierran la promesa de una belleza eterna.

 


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