Espíritu, sueño de pasión.
Hay algo instintivo y
de inconsciente en la marcha del espíritu, siempre que su objeto, no esté anticipadamente
determinado; así pues, la ciencia y su tecnología, en su parte más alta, no
vive, como tampoco vive el arte, excepto por descubrimientos incesantes e
interminables.
El espíritu, se une más
verdaderamente al mundo, cuando, penetrándolo, se busca a sí mismo, y en él se
encuentra. El alma, es solo una flor lujosa y delicada,
que se marchita para siempre, con el menor aliento, y la realidad del
pensamiento, se mide en un lugar ocupado en el espacio.
Donde cualquier hipótesis,
es el poema del sabio, entendiendo el instinto del genio, no es más, que la
razón, en su principio más profundo, y se encuentra, en el origen de la ciencia
misma. Y no será, el progreso de la razón, y de la inteligencia capaz de
hacerlo desaparecer.
Cuando el instinto del artista, no
puede ser reemplazado, por una razón de sabiduría, y es porque la ciencia, no
puede cerrar el mundo, sin piedad, lo que abre el mundo, a la inteligente sabiduría.
Y se deduce, que el
hombre, no es inteligencia pura, es un ser complejo, espíritu y cuerpo,
sensación, idea y sentimiento, y la tecnología como ciencia, no satisface al
hombre entero, le inquieta, le atormenta, porque suprime de él, alguna cosa; no
le da vida completa, ni el concierto, de todas sus potencias interiores, en un
acto, que por un momento, las ponga de acuerdo y las concentre.
Desafortunadamente, la ciencia y la
tecnología, no pueden poner fin al conflicto, entre los humanos y el universo,
sus colegas y ellos mismos.
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