La poesía de la prosa.
De una nación de héroes,
como el pueblo holandés, salió el gran pintor Rembrandt Van Rijn, el maestro de
la pintura de Holanda, él nos ofrece en sus lienzos el aire protestante, el
arte democrático y puritano, junto con el ánimo germano y el sentimiento más
profundo.
En su obra no busquéis la
belleza ideal, la nobleza de la forma, ni siquiera en su figura. El fue
realista respecto a los asuntos, pero idealista respecto a la luz, a la sombra
y a la actitud, donde sus creaciones producen un efecto mágico por el
claro-oscuro, dado que no encontraba en su patria esa claridad tranquila y la
serenidad brillante del cielo meridional, con lo cual representaba siempre la
luz y la sombra luchando como dos poderes misteriosos, que producirá junto con
la materialidad de la vida sensual, un efecto fantástico, una ilusión y el
sentimiento de lo peregrino.
Lo que el represento
son las tinieblas de la noche, iluminando solo las partes prominentes de su
composición, algunas luces vivas y claras. Las escenas en sus creaciones se enmarcan en los
interiores de las hogares de los hombres del Norte frio.
Ningún pintor ha sabido
representar como el que nos ocupa la poesía de la casa, y aquellos efectos
mágicos de lo claro-oscuro, y es que Rembrandt atormentaba a veces la luz, así
como Miguel Ángel apretaba a menudo los cuerpos en actitudes aptas de mostrar
sus anatomías de una manera extraña, donde no le importaba alargar un cuello o
que figurasen más poderosos los brazos, de esta manera así Rembrandt exagero un
efecto de luz, si por eso se cumplían mejor sus intenciones artísticas.
Rembrandt hizo su ideal
en los grandes poderes cósmicos del aura y de la luz, él los ánimos como si fuesen
seres llenos de alegría, de bienaventuranza tranquila, de miedo, de tristeza y
de temor de la muerte, y su luz tiene algo divino derramándose en todos sus
lienzos.
Pero la vida de
Rembrandt fue, como sus cuadros, llenas de sombras, derramándose una viva luz
sólo en el primer periodo, el de su primer matrimonio, cuando su amor y su
esperanza se repartían entre él y una mujer adorada, Saskia; cuando su vida y
esperanza se doblaban y multiplicaban con el cariño de objeto tan amado que retrataba
con predilección, rindiéndole esa especie de culto poético que la mujer ha
recibido en todos los tiempos de los grandes y singulares genios.
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