Protocolos por
Antequera
¿Se trata de
una coalición de diferentes partidos para un fin determinado? ¿Se trata de una
mera concentración de fuerzas políticas con objeto de formalizar el ataque, unificándolo?
¿Se trata de una verdadera fusión de agrupaciones distintas, que se someten a
un jefe, y reconocen un credo común?
Entendíamos
que un partido, como su propio nombre lo indica, es siempre una fracción de un
todo; solo representa el sentimiento de una parte del país; mas nunca tiene
derecho a identificarse con el Estado. Puede combatir a los demás partidos,
pero no debe desconocer su importancia y significación, porqué sólo no podría tampoco
existir, y la subsistencia de su contrario es lo que le da vida y razón de ser.
Las almas
vulgares, ahora con tendencia a sentarse en mesas de negociación, las que no
han desarrollado la plenitud de los elementos de su ser, por la libertad y por
el pensamiento, que no han conquistado una personalidad duradera ni por la
acción, ni por el arte, ni por la ciencia, las que han llenado su vida no más
que de inapropiadas falsificaciones históricas, triviales imágenes y bajas
ocupaciones, siguen sin existir mal alguno que las expresiones a su salida del
cuerpo humano se vean arrebatadas por circunstancias de orden inferior.
En todo ello,
no olvidamos y recordaremos que dentro del sistema parlamentario monárquico, su
alteza, el Rey que representa la unidad del Estado, el todo, no debe sentir con
marcada preferencia el influjo de ningún partido.
Las contiendas de éstos no
llegan hasta la altura en el que él se encuentra colocado; y si en ciertas ocasiones
se ve en la necesidad de sostener á un partido poderoso y útil en el momento y
a combatir las agitaciones que serian un peligro para el orden público, no lo
hace en virtud de sus simpatías personales, sino teniendo en cuenta los interés
generales del Estado mismo.
Es del todo
lógico que su alteza debe observar los movimientos de la opinión e
interpretarla lo mejor posible, distribuyendo discretamente las fuerzas que
determinan los cambios de esas aspiraciones comunes.
Si bien, suele
ocurrir que los presidentes y los consejos gobernantes de una república se
encuentran en una situación muy parecida a los ministros dentro del programa de
la monarquía parlamentaria.
Ellos deben su elevación al poder de un partido, y
no pueden desconocer su origen ni renegar de sus principios; pero hallándose al
frente de un Estado no pueden gobernar en provecho de una tendencia, y si en
nombre de los intereses generales de un país.
Pero ha de matizarse que es en este sentido donde se ofrece mayores garantías de imparcialidad es con el Rey como representante de la monarquía parlamentaria que en un presidente de la república.
Pero ha de matizarse que es en este sentido donde se ofrece mayores garantías de imparcialidad es con el Rey como representante de la monarquía parlamentaria que en un presidente de la república.
Afortunada
la mujer que actúa como dama y piensa como hombre, porque entiende las intenciones
y no come cuento de cualquier charlatán.
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