Lagunas
presidenciales
El “moños” sin
pudor cargo contra los padres de la democracia, pero desconocía, que el heroísmo
no está a disposición de todos los destinos. Porque siempre se producen circunstancias
ineludibles en esferas que te procuraran ser excluido para siempre, del gloriosos
derecho de reflejar tus hipócritas ideas de ese perturbador movimiento, que te impedirá
hacer a tu imagen la historia bolivariana de ese tiempo y de ese país.
Pero no
quedaremos en tu única actuación, recordaremos el estoicismo trascendental, con
la influencia del otro mojigato, que rechaza la naturaleza, y donde cree que nos
complace en hacer el bien: y eso “le inquieta”, creyendo establecer la verdad
moral, que es humana al mismo tiempo.
Ahora todos podremos
conocer que la más alta lección de moral, es tan solo un acto inquietante, siendo pues el espectáculo de la vida de un
hombre o mujer de bien, correspondiéndose a una persona que no miente, efectivamente
que no sea hipócrita, que sus hábitos no sean la desgracia que ilustran la
gentuza, y así nos puede llegar a inspirar el deseo de imitarla, porque hemos
de reconocer que la única manera de llegar a conocer lo que vale la belleza
moral, es el bien.
Sin embargo
en la actualidad, desde la aparición de la dinastía de los malos espíritus, como
grupos de asalto en el desgobierno internacional, en la observación de la vida nos
lleva irresistiblemente a la conclusión del continuo abandono del hombre, a sus
instintos inferiores, iniciándose en un adoctrinamiento, inspirados en el egoísmo, el vicio, el desprestigio y de su
particular forma violenta de comportamiento y expresión, de que de ella es
causa.
Por consiguiente,
así determinados grupos, desconocen sobre lo que es noble y justo no puede
dejar de acrecer la felicidad de todos como la de cada individuo, porque existe
una belleza abstracta del deber concebido y ya realizado.
Y son esas
bellezas vivas las que procuran la catarsis en las más nobles de las emociones,
las del deber, amado en su realización, aún cuando ahora estas miradas mezquinas
y bajas nos entristezcan el corazón, porque la regla suprema del hombre digno
de este nombre es conservar intacta la libertad interna.
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