Razones liberales
y de popularización.
El
liberalismo puede compararse con ese carácter que identifica a un joven que ha
terminado sus estudios. Sabemos al mismo tiempo, que aunque la razón sólo es
débil en el niño; mas el joven suele lanzar una mirada segura hacia el
horizonte que se abre ante sus ojos. Y si
se siente animado por un espíritu de crítica, no lo hace, como el radical, por
el placer de destruir.
Normalmente
tiene la virtud de reprimirse en la lucha; y sabe que la moderación es el
carácter principal de una política fecunda y provechosa. Un dato sobresaliente
es que la persona liberal siempre contemplará que la antigüedad de una institución
no es nunca, a su juicio, una razón para destruirla, porque él no es un prepotente
y no se imagina que el mundo está por hacer y comienza como él a vivir y a
darse cuenta de sus impresiones.
En la
presente actualidad todos los que nos consideramos liberales debemos realizar
un esfuerzo de entendimiento al contemplar como las fantasías perturbadas de un
prepotente y desorbitado sectario de organización de un partido político,
amenaza a autoridades, empresarios y periodistas con someterles a violentos
acosos si él no considera que no se frenan los escraches a sus jefes.
Recordaremos que las personas de carácter liberal, siempre han amado a la libertad sobre
todas las cosas; pero eso sí, no la concibe sin el orden, es decir sin esas
promociones ilegales de ocupación de la propiedad, donde la citada inmoralidad de
la apropiación de los bienes ajenos por fuerza física y asalto, todo esto debiera
tener un ejemplar castigo y ser punible con autentica inmediatez. Porque los
liberales son muy conscientes y saben que la libertad ha de ser restringida y
limitada por los derechos de unos y otros.
Pero desgraciadamente,
el verdadero liberalismo está muy lejos de ser lo que generalmente se designa
con este nombre, queriendo renacer nuevamente ahora así en España y en Europa. Y es admirable contemplar como todos esos ciudadanos originarios de algunos lugares latinoamericanos, se han integrado y han hecho realidad sus sueños, han creado con esfuerzo y mucho sacrificio sus negocios, manteniendo sus familias y oportunamente son activos reales y ejemplos para todos en la creación de trabajo.
Sin embargo el liberalismo cosmopolita sufre aquí el continuo vilipendio en multitud
de ocasiones, tal vez por los exiguos beneficios de la supervivencia económica de la
prensa, y son criticados, aunque no lo deseáramos, por haber definido algunas situaciones de excepcionalidad, donde los elementos liberales se hallan en oposición y mezclados
con las huestes normalizadas del radicalismo socialista y comunista, y es así en
cambio, donde otros brillan más por su continuo escondido silencio e imprudencia que por
su iniciativa y por su arrojo.
Siempre se
ha considerado en otros periodos de la historia, que el espíritu conservador
tiene menos genio, pero mayor prudencia que el liberal, es como el hombre de 40
a 50 años, menos ducho en procurarse nuevos bienes que en mejorar los ya
adquiridos. El liberal ama, sobre todo la libertad; el conservador el derecho.
Las
escondidas razones se encuentran que el primero prefiere fundarle
filosóficamente, haciéndole progresar para que su ideal se realice dentro de
él; el segundo fija su atención en el derecho aún existente y considera sagrada
la forma tradicional.
A todo
expresar que los principios conservadores tienen su más natural aplicación,
después de los grandes movimientos “de intentos en el cambio social”, y tan
sólo actúan cuando se trata de conservar las conquistas hechas y de preservarlas
contra nuevos abusos.
La coexistencia
es viva y siempre entre liberales y conservadores existirá lógicamente un
estrecho parentesco: la fecundidad viril de unos responde a la templanza y a la
moderación, también viriles, de los otros.
Los liberales
tienen el ardor del entusiasmo; los conservadores la conciencia del deber.
Nunca se producirá entre ellos una guerra a muerte, más bien serán cuestiones buscadas
donde se brindará la oportunidad que determinan su separación. El conservador
es por norma poco agresivo. La fuerza que une su propia desunión es
principalmente la defensiva; pero tan sólo en caso necesario y último optara
por ejercitar atacar para aprender y saber defenderse.
“Laissez faire et
laisser passer, le monde va de lui méme” (V.Gournay)
Muy interesante la visión del liberalismo, me identifico bastante con ésta
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