Fragmentos de Futuro: Algoritmos y Almas
“Fragmentos
de Futuro: Algoritmos y Almas”
En las entrañas del siglo
XXI, la inteligencia artificial alza su voz como un titán dividido: mientras
multiplica sus frutos para unos, profundiza abismos para otros, y pone a prueba
la dignidad humana. Frente a esta polarización tecnológica, surge el imperativo
de tejer un tapiz renovado, guiado por la antropología y animado por la
sabiduría de la psicología de las defensas.
Partiendo de la denuncia de
la desigualdad algorítmica y del glosario de mecanismos psíquicos, este ensayo
propone una fusión de conceptos que rescatan la cohesión social y la integridad
del yo. La fragmentación algorítmica como disociación social.
La “inteligencia de
polarización artificial” se revela como un poderoso motor de disociación
global: reproduce jerarquías, aumenta la brecha entre naciones ricas y pobres,
y somete al individuo a una automatización que erosiona la autonomía
profesional.
Esta fragmentación recuerda
al mecanismo de disociación psicoanalítica, donde la mente, ante un exceso de
tensión, divide la experiencia en fragmentos estancos para protegerse de la
sobrecarga.
Así, la IA actúa como espejo
opaco de un self colectivo que se quiebra, dejando lagunas de confianza y
generando “lagunas de presencia” en la trama social. Reproduciendo represión:
la ocultación bajo el velo tecnológico.
Bajo el barniz de la
innovación, muchas verdades quedan reprimidas. La supuesta disponibilidad de
datos, sin verificación rigurosa, funciona como censura silenciosa: retira de
la conciencia pública los matices históricos y éticos que no convienen a
intereses corporativos. De modo análogo, la represión psíquica excluye de la
conciencia elementos conflictivos, acumulándolos en el cuerpo y la sombra de la
memoria.
La analogía es más que
retórica: ambos procesos ocultan realidades, socavan la transparencia y
programan un retorno traumático. Paralelamente, los usuarios introyectan
valores algorítmicos sin digerirlos críticamente, aceptando modelos de
productividad y éxito que nacen ajenos a la riqueza cultural local.
Esta fusión de proyección e
introyección crea una coraza rígida: la “ideología cultural inmune” que
defiende el statu quo y margina el pluralismo. Inspirados en Bajtín, podemos
diseñar “cronotopos algorítmicos” que arraiguen cada dato en su contexto
histórico-lingüístico, preservando la autenticidad de los relatos.
A su vez, el dialogismo
exige que la IA responda, adapte y se enriquezca con la crítica, tal como el
investigador dialoga con el otro para comprender su mundo. Hacia una ética
performativa de la tecnología. Para restaurar la confianza, proponemos
incorporar actos de habla -promesas, disculpas, correcciones-como rutinas
sistemáticas en la IA, transformando cada interacción en un rito de
responsabilidad compartida.
Esta “etiqueta performativa”
evoca la dinámica de defensa del self dinámico, que reordena sus elementos para
mantener la coherencia sin defensas rígidas. De este modo, la tecnología se
humaniza: cada línea de código se convierte en compromiso de cuidado. En este
ensayo, la IA polarizada y los mecanismos psíquicos se funden en metáfora viva:
la fragmentación del self global y la protección rígida de las defensas.
Frente a esos desafíos, la
antropología emergente alumbra un camino de convergencia: tejer cronotopos
culturales, cultivar dialogismos algorítmicos y abrazar una ética performativa.
Solo así podremos transformar los hilos dispersos de la era digital en un tapiz
de solidaridad, donde la inteligencia artificial deje de ser fragmento y se convierta
en tejido de humanidad compartido.
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