Sánchez, …abuso de poder y negligencia criminal institucionalizada.
En
el corazón palpitante de Europa, donde la democracia se jacta de ser el
estandarte más brillante, ha estallado una explosión de verdades incómodas que
han helado la sangre de quienes todavía creen en la pureza institucional. En
una sesión del Parlamento Europeo, la primera ministra italiana, Giorgia
Meloni, se alzó con una oratoria incendiaria y contundente, revelando un
entramado de abusos de poder, negligencias criminales y experimentos
energéticos suicidas llevados a cabo por el Gobierno de España bajo el mando de
Pedro Sánchez. Aquella intervención, lejos de ser un mero alegato político,
destapó la farsa de un ejecutivo que, según las pruebas presentadas, habría
sacrificado la seguridad y la vida de sus propios ciudadanos para distraer la
atención de sus escándalos familiares.
El
relato al detalle de un apagón mortal, que sumió a medio país en la oscuridad y
provocó la muerte de trece personas, fue exhibido como si de una tragedia
griega se tratara: correos electrónicos con órdenes de operar exclusivamente
con renovables, alertas reiteradas por el Consejo de Seguridad Nuclear y la
Agencia Internacional de la Energía, y advertencias ignoradas once veces entre
2020 y abril de 2025 . Todo ello para encubrir presuntos delitos fiscales de
sus allegados, esgrimidos en documentos oficiales filtrados por el CNI. En ese
estrado, la mentira de una transición energética impecable se convirtió en una
coartada letal, un modo de apretar un botón de caos que costó vidas humanas.
“Atentos que la
Primera Ministra italiana, Giorgia Meloni, lo ha vuelto a hacer”.
Ha
sacudido los cimientos del Parlamento Europeo con unas palabras que han dejado
a más de uno sin aliento y a otros tantos con las corbatas temblando.
Su
denuncia ha sido directa, sin rodeos y cargada de pólvora. No se puede jugar
con la vida de los ciudadanos. Para encubrir delitos familiares. Lo que está
ocurriendo en España es una traición institucional. El señor Sánchez está
ocultando información a su pueblo y haciendo calamidades con tal de salvar a su
hermano, su mujer y su fiscal.
Este
hombre no tiene límite. Si se salta los derechos humanos hay que llevarlo al
Tribunal de Justicia. Así ha comenzado uno de los episodios más tensos y
escandalosos que se recuerdan en la historia reciente de la Unión Europea. Y lo
peor, esto no ha hecho más que empezar.
La
sesión del Parlamento Europeo de esta mañana ha sido todo menos aburrida. Lo
que prometía ser otro tostón burocrático entre siglas, informes y alguna que
otra cabezada disimulada, se convirtió en una película de suspense político con
tintes de tragicomedia mediterránea. Y la protagonista no fue otra que Giorgia Meloni,
que se levantó en pleno hemiciclo como si le hubieran puesto un café con cinco azucarillos
y soltó un discurso que dejó a más de uno con el café frío y la mandíbula en el
suelo.
Todo
fue una cortina de humo, sentenció mientras señalaba con dedo firme y algo
teatral, todo hay que decirlo, a Pedro Sánchez, que intentara mantener el tipo
entre papeles y miradas asesinas desde otros eurodiputados. Según Meloni, el
famoso apagón en España que dejó a medio país a oscuras y provocó 13 muertes,
que se sepa, no fue un accidente. Nada de tormentas solares ni ciberataques
rusos. Fue un experimento energético suicida para tapar los líos del Presidente
con su familia, como quien tira de la cortina mientras se prende fuego la
cocina.
Según
ella, Sánchez sabía perfectamente que iba a oetar todo y le dio igual porque lo
urgente era distraer al populacho mientras se hablaba en la prensa más de
placas solares que de su hermano. ¿Su mujer y un fiscal que casualmente parece
que también estaba en el ajo y no se quedó en palabras Meloni, sacó papeles porque claro, aquí ya no vale eso
de me han dicho, no?
Un
informe filtrado del CNI que seguro ha causado más de un ataque de nervios en
Moncloa revelaba que el Gobierno había sido advertido hasta en once ocasiones
de que el sistema eléctrico no podía sostenerse solo con renovables. Pero
Sánchez, con su fanatismo verde, decidió tirarse adelante, como quien mete una
paella en el microondas con papel de aluminio.
Resultado,
un país apagado, trece muertos y cero explicaciones. Pero la cosa no acabó ahí.
Por si fuera poco, Meloni sacó también documentos que vinculan a la mujer de
Sánchez con supuestos delitos fiscales.
Así,
sin anestesia y como si fuera poco, se atrevió a insinuar que el apagón fue
sincronizado justo en el momento en que la prensa empezaba a hacerse demasiadas
preguntas incómodas. Una operación de distracción de manual, dijo con una
sonrisa de esas que sabes que te está clavando el cuchillo con elegancia
italiana,.. el Parlamento estalló.
Algunos
se quedaron mudos, otros aplaudieron los más leales a Sánchez tragaban saliva
mientras miraban al suelo, como si pudieran cavar un túnel hasta Ferraz con la
mirada y él ahí, en su escaño, con cara de esto, no estaba en el guión. Porque
una cosa es que te critique un tertuliano de provincias, pero que venga la
primera Ministra italiana en horario de máxima audiencia y con pruebas bajo el
brazo y te llamen neligente criminal. Ya es otro nivel.
Y
claro, con la cantidad de cosas que están saliendo, cualquiera diría que la
política española se ha convertido en una mezcla de house of cards, la que se
avecina y un documental de la dos, sobre apagones. Todo esto mientras los
españoles siguen pagando la luz al precio del caviar belga y escuchando
promesas vacías sobre transiciones energéticas que ya suenan más a excusa que
hablan.
Pero
lo más preocupante, no es que haya habido un apagón, es que, según Meloni, ese
apagón fue provocado. Como si el Gobierno hubiera decidido pulsar el botón de
modo caos para ganar tiempo. Distraer y esperar a que escampe, solo que en este
caso, en vez de lluvia, hay cadáveres, facturas disparadas y un país al borde
de la histeria colectiva.
Y
todo esto con Giorgia Meloni como la inesperada voz de la conciencia europea.
Quien lo iba a decir a este paso, el próximo que saque los colores a Sánchez
será el Papá o Bertín Osborne. Y cuando parecía que el Parlamento Europeo no
podía estar más calentito, Úrsula von der Leyen decide que es buena idea
meterse en medio del incendio con una regadera de gasolina.
Con
su habitual tono sereno de profesora que reprende a un alumno sin levantar la
voz, Úrsula pidió la palabra y salió en defensa de Pedro Sánchez como si fuera
su primo favorito. Ese que tiene líos con Hacienda, pero es muy buena gente. Y
claro, lo que pasó a continuación fue digno de un episodio de Sálvame Deluxe en
Bruselas..Pedro Sánchez sigue siendo un socio respetado, un hombre justo,
comprometido con su pueblo, con la democracia y con Europa, afirmó von der
Leyen, con una entereza que solo puede tener alguien que lleva años aguantando
cumbres. Morenas y Ministros Grises sin bostezar.
Mientras
lo decía, algunos eurodiputados ponían cara de pero esta señora se ha leído el
mismo dossier que nosotros. Otros directamente empezaron a mirar al techo como
esperando que bajara a Dios a poner orden. Pero no contenta con eso, Úrsula
sacó el comodín de siempre, la desinformación.
Vivimos
tiempos de noticias falsas, manipulaciones, verdades a medias. Hay que tener
mucho cuidado con lo que llega a nuestros oídos, soltó con ese aire de abuela
europea preocupada porque sus nietos se informan por Tiktok, según las pruebas
que había mostrado Meloni, podían ser bueno. Digamos que pruebas alternativas.
No nos dijo así, claro, pero todos pillaron el mensaje.
Tranquilos,
puede que estemos hablando de memes con membrete oficial, el Parlamento se
dividió como si fueran hooligans de 2 equipos. Unos aplaudían como si acabaran
de anunciar vacaciones pagadas, otros la abucheaban como si acabara de decir
que iba a prohibir el jamón ibérico. Pero Úrsula, impasible como un retrato,
dijera, continuó, España es un Estado democrático sólido y no podemos permitir
juicios paralelos que minen la credibilidad de nuestros socios.
Básicamente
venía a decir que mejor no remover mucho el barro que bastante tenemos con
Hungría, Polonia y los británicos fuera. Y por si faltara salsa en la paella,
lanzó una advertencia velada a Giorgia Meloni.
El
uso político de documentos no verificados puede abrir una peligrosa puerta que
no queremos cruzar en esta Cámara, dejó caer como quien suelta una amenaza con
voz de GPS. A buen entendedor pocas palabras ni se te ocurra seguir con esta
cantinela o te la devuelvo por triplicado.
Pero
claro, Meloni no es de las que se callan, por una indirecta educada, se giró en
su escaño con esa sonrisa de te estás metiendo en un jardín y le soltó una
frase que retumbó más que la campana del Big Ben. No hay mayor debilidad
democrática que mirar hacia otro lado cuando hay muertos, documentos y una
verdad incómoda. Eso no es prudencia, es complicidad. Zasca europeo en toda
regla.
-Si
hubiera habido un árbitro le habría sacado una tarjeta roja directa a Úrsula
por obstrucción a la transparencia institucional.- Y ahí quedó la cosa, la
Presidenta de la Comisión, intentando apagar fuegos con discursos de manual de
relaciones públicas y medio parlamento, mirándola como si acabara de invitar a
Sánchez a cenar marisco mientras media España sigue pagando la factura de la
luz, como si enchufara un cohete a Marte cada noche. ¿Lo peor? Que lejos de
calmar el asunto, Von der Leyen terminó por encenderlo más, dejando en el aire
la sospecha de que la Unión Europea prefiere taparse los ojos antes que admitir
que uno de sus socios preferidos podría estar gobernando con más sombras que
luces.
Y
Mientras tanto, ahí estábamos todos viendo como la máxima autoridad europea
defendía con capa y espada a un presidente acusado de negligencia mortal, corrupción
familiar, manipulación institucional y experimentos energéticos más propios de
un estudiante de FP que de un Jefe de Estado. Si esto es prudencia, que baje
Churchill y lo vea.
Y
cuando creíamos que la cosa no podía subir más de tono, Georgia Meloni se
levantó visiblemente indignada con los papeles en la mano, como si acabara de
pillar a su vecino robando Wifi y le hubiese encontrado además el router.
¿Cómo
que desinformación? Espetó mirando a Úrsula Von der Leyen con ojos de te has
pasado 3 pueblos guapa. Y ahí empezó el tercer acto del circo europeo, pero
esta vez con pruebas y documentos que no venían de Telegram ni de foros oscuros,
sino con membrete oficial y tinta bien fresca.
-¿Usted
qué se cree, señora Von der Leyen?- Dijo Meloni con ese tono de madre cabreada
que sabe perfectamente que el hijo ha roto el jarrón. Esto no es una broma. No
estamos aquí para escuchar cuentos ni justificar negligencias. Aquí hay
documentos oficiales, correos, actas, grabaciones y muertos. Sí, muertos y no
por accidente, sino por decisiones políticas deliberadas.
Y
lo mejor de todo es y mientras hablaba se acaba folios como si estuviera
jugando a la brisca con los archivos del CNI. Entonces Meloni, que ya venía
caliente del episodio anterior, se levantó con un pendrive en la mano y una
sonrisa de quien sabe que ha traído el caos técnico en el minuto tres del
segundo asalto.
-¿Fake
news de verdad?- Aquí tienen las pruebas, no teorías, no titulares hechos y los
hechos gritan más fuerte que cualquier eslogan verde o consigna progresista de
baratillo. Y ahí se desató la tormenta. En la pantalla central del Parlamento,
como si fuera el mejor capítulo de equipo de investigación, comenzaron a
proyectarse fragmentos de correos electrónicos entre altos cargos de red
eléctrica y el Ministerio de Transición Ecológica.
En
uno de ellos, con fecha y hora se leía, confirmamos la orden de operar solo con
renovables a partir de las 10, mantener fuera de servicio las nucleares. Se
ruega discreción. Sí, amigos. Ahí estaba la orden negra sobre blanco, firmada y
sellada. Hasta el más despistado se giró buscando donde estaba escondida la
Cámara oculta. Luego vinieron las grabaciones de audio, una conversación
filtrada donde un alto responsable reconocía que la red no lo aguanta, pero han
dicho que sigamos. ¿Necesitan la foto política? A más de uno se le cayó el
auricular al suelo, otros se hicieron los locos mirando el móvil, pero el daño
estaba hecho. Porque si algo tiene Meloni es que cuando entra en modo bulto no
suelta la presa hasta que no queda ni el collar. Siguieron mostrando gráficos y
estadísticas los once avisos ignorados entre 2020 y abril de 2025 por distintas
agencias. Incluida la red eléctrica, el Consejo de Seguridad Nuclear y la
mismísima Agencia Internacional de la Energía. ¿Todos diciendo lo mismo, esto
va a petar?
Y
Sánchez, Mientras tanto, aparentemente mirando para otro lado como si estuviera
buscando vuelos a Lanzarote, el hemiciclo estalló en Aplausos Rotundos para
Meloni, que asentía desde su escaño con cara de os lo dije. Meloni fue
ovacionada de pie por media Cámara.
Algunos
eurodiputados incluso se levantaron para estrecharle la mano como si acabara de
ganar Eurovisión con un solo de transparencia. Y del otro lado, Pedro Sánchez,
hundido en su asiento, recibiendo un agujero de monumental que ni el portero de
un estadio tras un penalti fallado, varios miembros de su Grupo.
Se
levantaron incómodos uno de ellos. Incluso salió del hemiciclo, probablemente
hacer llamadas urgentes o a buscar un rincón donde llorar en paz. El Presidente
español intentaba mantener la compostura, pero la Cámara le enfocaba en bucle,
sudando más que un camarero en feria. Lo que en principio era una reunión
rutinaria acabó siendo un juicio público. Sánchez, con pruebas tan contundentes
que nivel de Mason, podría haberle salvado. Porque ya no se trataba de
ideología, ni de diferencias políticas, ni siquiera de gestión discutible. Se
trataba de vidas humanas, de decisiones conscientes de usar el sistema
eléctrico como parapeto para encubrir escándalos familiares.
Y
eso en Bruselas no se perdona fácilmente por mucho que recicles. Te hagas fotos
con placas solares y sueltes discursos con palabras como resiliencia.
Sostenibilidad y justicia social. Y mientras el Parlamento aún retumbaba con
los aplausos, el mensaje era claro, la verdad, había explotado en la cara de
Sánchez y ya no había cortina de humo, ni relato oficial ni campaña de
marketing que pudiera taparlo.
Después
de que Giorgia Meloni le pasara por encima como una locomotora cargada de
documentación oficial y verdad cruda, le llegó el turno al interpelado. Al
protagonista involuntario del circo de Bruselas, Pedro Sánchez, y allí estaba
el Presidente del Gobierno de España, con su ya célebre media sonrisa que
mezcla confianza, nervios y ese aire de yo pasaba por aquí. Pidió la palabra,
se levantó despacito, como quien va al matadero con traje y empezó a hablar con
ese tono que suele reservar para las entrevistas pactadas en Prime Time. Lo que
vino a continuación fue una Master class de como no defenderse cuando te están
cayendo pruebas como garbanzos de botijo.
Gobierno
Sánchez arrancó diciendo que todo esto era fruto de una campaña coordinada de
la extrema derecha europea. Una especie de complot internacional digno de
novela barata, donde Giorgia Meloni se ha aliado con Vox, Putin y probablemente
los creadores de memes de Whatsapp para interrogarlo. No faltó tampoco la
típica alusión al auge del populismo, al peligro de los discursos de odio y a
la necesidad de unidad en Europa frente a la desinformación. Como si estuviéramos
en una charla Ted de cuarto de la Eso.
Pero
lo más glorioso fue su frase estrella, dicha con la misma pasión que un revisor
de Renfe anunciando retrasos. Investigar 756.000.000 de datos lleva tiempo y
haremos lo que sea necesario para esclarecer los hechos. Unos segundos de
silencio incómodo y luego vinieron los abucheos como una tormenta de verano.
Mesas que te pillan sin paraguas y con chanclas. Alguno grito desde el fondo
del hemiciclo. -Lo que necesitas es un Excel y dos neuronas,- pero eso no
figura en el Acta Oficial.
Y
claro, el problema no era solo lo que decía, sino todo lo que no debería,
porque en su latín hablado, adornado con palabras registro reciclados del
argumentarlo socialista no rebatió ni una sola prueba. Nada. Ni el correo
electrónico con la orden de apagar las nucleares, ni los informes del CNI, ni
los 11 avisos previos, ni los audios filtrados, ni los documentos fiscales de
juicio.
Todo
eso le resbaló como si fueran rumores del vecindario. La falta de respuesta
concreta. Observen llamativa que hasta los traductores simultáneos jugaban sin
traducir literalmente o poner la coletilla de esto es un intento de desviar el
tema. Su Grupo parlamentario, Mientras tanto, hacía esfuerzos sobrehumanos por
no mirar a Cámara. Algunos ya no aplaudían directamente, miraban el móvil o
jugaban con el bolígrafo. Uno al parecer, pidió ir al baño y no volvió.
Y
por si todo eso fuera poco, al final de su intervención, como quien lanza una
última carta sin baraja. Sánchez se atrevió a decir que volvería al Parlamento
Europeo cuando sea necesario para dialogar con altura. Ahí sí que estalló la
carcajada general. Una eurodiputada alemana gritó en inglés algo así como que
no vuelva ni para recoger el abrigo y otros optó en castellano puro y duro. Que
no vuelva al Parlamento o se arriesga a no volver. Y no lo dijo en sentido
metafórico, más bien como advertencia de que la próxima vez que se asome por
Bruselas igual le cae una querella. Antes del primer café, la sensación general
fue demoledora. Sánchez parecía más un tertuliano desubicado que un jefe de
gobierno con argumentos sólidos. Y mientras él hablaba de proteger la
democracia, en las pantallas seguían rotando imágenes de los documentos que lo
estaban dejando en evidencia.
Hasta
el apuntador sabía que lo suyo no era un discurso de defensa, sino un intento
desesperado de escapar de una tormenta en calzoncillos. Así, entre suspiros,
abucheos, evasivas y frases de manual, el Presidente de España se fue
desinflando como un castillo hinchable en agosto. Para muchos, aquella fue su
última intervención con algo de autoridad en Bruselas. Porque lo que dejó allí
no fue un mensaje político, sino un rastro de dudas, enfado y esa sensación de
nos ha tomado por tontos. Y eso en Europa no se perdona ni con placas solares
ni con ruedas de prensa bien maquilladas.
Y
entonces llegó el gran final, el momento cumbre, el clímax de este esperpento
político que ya parecía sacado de una mezcla entre House of Cards, la que se
avecina y un monólogo del club de la comedia. Giorgia Meloni, imperturbable,
con cara de haber estado esperando ese instante desde que se levantó esa
mañana. Se puso en pie por última vez el Parlamento, todavía humeante por la
traca anterior de abucheos y papeles. (Se cayó, no volaba una mosca, solo se
escuchaba algún carraspeó nervioso y el crujir de los asientos de cuero.)
Señores, lo que ha pasado hoy aquí no puede quedarse en palabras bonitas ni en
discursos tibios. Lo que ha pasado en España no es un simple fallo técnico ni
un desliz administrativo. (Su voz sonaba firme, dura, como quien ya no espera
convencer a nadie, sino dejar las cosas claras para la historia).
Cuando
un gobernante permite muertes para ocultar sus escándalos no es solo una
vergüenza nacional, es un problema europeo. Y no puede haber justicia climática
sin justicia humana. El hemiciclo rompió en aplausos, Esta vez más largos, más
serios, casi solemnes. Se notaba que no era un teatrillo más, sino una de esas
frases que te marcan la legislatura, como cuando alguien dice lo que todos
piensan, pero nadie se atreve a poner en acta.
Y
ahí llegó la bomba Meloni y solicitó formalmente que la Unión Europea denuncia
al Estado español ante el Tribunal de Justicia de la UE por no respetar los
derechos humanos. Abuso de poder y negligencia criminal institucionalizada, así,
sin paños calientes, con membrete, con número de expediente y con la mirada
clavada en Úrsula von der Leyen, como diciendo ahora te quiero ver.
Georgia
Melonie, que ya llevaba media hora asentando con la cabeza como un perrito de
coche, se levantó y dijo públicamente que apoyaba la moción. La Presidenta del
Parlamento Europeo, (que normalmente mide sus palabras como un notario con
hipo,) dijo literalmente, No podemos permitir que un Estado miembro ignore sus
responsabilidades mientras sus ciudadanos pagan las consecuencias con su vida. Y
ahí hasta los eurodiputados socialdemócratas miraban al suelo deseando que los
tragase el escaño.
Y
entonces llegó el momento más incómodo de todos. Von der Leyen, que horas antes
había defendido a Pedro Sánchez como si fuera el último unicornio
socialdemócrata de Europa, se vio arrinconada. Miró alrededor, vio las caras el
ambiente. Los murmullos, los aplausos. A meloni, el sudor en la frente de su
propio equipo no le quedó otra, bajó ligeramente la voz y dijo algo que no suele
decir ni en las cenas de Navidad. Ante la gravedad de los hechos presentados y
el consenso en esta Cámara, la Comisión Europea acepta tramitar la solicitud y
remitir el caso al Tribunal de Justicia de la Unión Europea. Traducción, se
abre un procedimiento contra España por culpa de Pedro Sánchez, por
presuntamente haber metido la pata hasta la garganta, provocar un apagón
mortal, ignorar 11 avisos, ocultar datos, enchufar a la familia y usar todo eso
para tapar su propio estercolero político.
El
Parlamento se puso en pie. Aplausos, Gritos de Justicia. Por los muertos del
apagón y uno. Que otro eurodiputado español, con cara de yoya, decía que eso de
apagar las nucleares era mala idea. Y Mientras tanto, Pedro Sánchez salía del
hemiciclo Escoltado por sus asesores con esa expresión de quien ha perdido el
GPS en mitad del desierto mientras escuchaba en el fondo a algún periodista
susurrar, esto no es una moción de censura, es una ejecución europea en
directo.
Y
así, en plena sede del poder europeo, mientras ondeaban banderas azules con
estrellitas, se escribió una página escandalosa en la historia reciente de la
Unión Europea. Por primera vez, un país fundador será investigado por graves
sanciones políticas internas y abuso de poder desde dentro de su propio Gobierno.
Todo con pruebas, con testigos, con nombres. Apellidos, correos y un apagón que
pasó de fallo técnico a crimen político. Bruselas se fue a dormir sabiendo que
el caso España ya no era un rumor de café ni una disputa de tertulianos. Ahora
era asunto de tribunales y Europa entera, con la luz bien encendida, espera que
alguien por fin de la cara.
La
grandilocuencia de Meloni, aplaudida de pie por buena parte de la Cámara, no
fue sino el prodigio necesario para revelar la grieta por la que se filtra la
verdad: un país de paja política, donde un gobierno convertido en maquinaria de
ocultación reprime diariamente la libertad de prensa y el derecho a la
información veraz. Los murmullos de los eurodiputados españoles, que miraban al
suelo o huían del hemiciclo, son la metáfora de un periodismo domesticado,
anestesiado por los subsidios oficiales y la censura solapada.
Hoy,
España se encuentra al borde de una dictadura totalitaria, no aquella de
tanques y alambradas, sino la de la omisión sistemática, el silencio comprado y
la propaganda velada. Porque cuando la prensa olvida su deber de escudriñar al
poder y de poner en primer plano las tragedias individuales que se saldan con
vidas, no hay república ni parlamento que puedan salvarnos. La única luz capaz
de disipar esta sombra autoritaria es la valentía de quienes, sabiendo que
arriesgan su futuro profesional, se atreven a denunciar, a documentar y a
exigir responsabilidades. Solo entonces, despertará España de este letargo de
complicidad y abrazará de nuevo la democracia auténtica.
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