Hipocresía diplomática:
La doble moral de Mahmud Abás y la incoherencia política de Pedro
Sánchez
El 7 de julio, Hamás
volvió a dejar su huella sangrienta en Israel mediante un ataque terrorista que
demostró, una vez más, su desprecio absoluto por la vida humana y el derecho
internacional. Mientras tanto, en foros diplomáticos, el presidente de la
Autoridad Palestina, Mahmud Abás, ofrecía un discurso en el que se presentaba
como adalid de la paz. Pero, ¿cómo puede alguien que ha tolerado e incluso
favorecido la subsistencia de Hamás en Gaza pretender ahora encabezar un
proceso de pacificación?
Mahmud Abás, en su
intervención ante la Liga Árabe, pidió el desarme de Hamás y la restitución del
control de Gaza a la Autoridad Nacional Palestina (ANP). Esta propuesta llega
tardía y vacía de credibilidad, no sólo porque Hamás ha fortalecido su control
durante años bajo la mirada pasiva -cuando no cómplice- de la ANP, sino porque
Abás no ha mostrado voluntad ni capacidad para reformar realmente la política
palestina desde dentro. La supuesta defensa de los derechos humanos se
contradice con décadas de retórica incendiaria y silencio ante los crímenes de
los suyos.
Lo más alarmante, sin
embargo, es que esta hipocresía no se limita a actores locales. En la arena
internacional, líderes como el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez,
han tomado partido con una torpeza diplomática que no sólo perjudica la imagen
de España, sino que mina los principios básicos de justicia. Sánchez ha acusado
públicamente a Israel de ser un “Estado genocida”, mientras se alinea con
actores del mundo árabe que han respaldado, directa o indirectamente, a
organizaciones como Hamás.
Esta postura no sólo
ignora el derecho de Israel a defender a su población, sino que representa un
ejemplo clásico de doble moral: exige diálogo y condena la violencia, pero
guarda silencio ante el terrorismo cuando este proviene del bando que considera
oprimido. Además, el gobierno de Sánchez ha sido señalado por múltiples casos
de corrupción y abuso de poder, lo que ha minado su legitimidad moral en la
escena internacional. Resulta cuanto menos irónico que un líder bajo sospecha
en su propio país se arrogue el derecho de dictar cátedra sobre derechos
humanos y resolución de conflictos.
Mientras Israel
defiende su existencia frente a una amenaza terrorista real y letal, se ve
vilipendiado por gobiernos que ni comprenden la magnitud del conflicto ni han
enfrentado nunca una amenaza similar. Sánchez, en lugar de abogar por una paz
genuina que reconozca la legitimidad de ambos pueblos, opta por discursos
ideologizados que sólo sirven para polarizar más el debate y alejar cualquier
solución real.
En
el día de hoy
Ni Mahmud Abás ni Pedro
Sánchez pueden presentarse como promotores serios de la paz mientras sus
palabras se vean desmentidas por su historial. En un conflicto donde la seguridad
y la vida humana están en juego, no hay espacio para el cinismo político ni
para la diplomacia de escaparate. Es hora de exigir coherencia, responsabilidad
y una verdadera condena al terrorismo, sin matices ni favores ideológicos. Sólo
entonces será posible imaginar un horizonte de paz para Israel y Palestina.
El camino hacia la paz
pasa por la honestidad política, el rechazo sin concesiones al terrorismo, y la
construcción de un futuro en el que israelíes y palestinos puedan coexistir sin
miedo. Pero mientras líderes como Mahmud Abás mantengan un doble discurso -uno
para el exterior y otro para el interior-, ese camino seguirá bloqueado. En
nombre de la justicia, la seguridad y la dignidad humana, es hora de exigir
coherencia a quienes dicen representar a un pueblo y, sin embargo, lo condenan
al conflicto perpetuo.
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